Los siete magníficos
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En 1954 el realizador japonés Akira Kurosawa dirigió ‘Los siete samurais’, una obra maestra que con el tiempo se convertiría en referencia imprescindible dentro del mundo del cine. Fue poco después de su estreno que John Sturges se enfrascaría en un remake. Una adaptación libre y ambientada en el salvaje oeste. Conozcamos ya mismo a… ‘Los siete magníficos’.

«Lo nuestro no son las palabras, lo nuestro es el plomo»

Crítica de Los siete magníficos

En los años sesenta el western estaba viviendo una segunda juventud que más adelante se vería reforzada por el trabajo de Sergio Leone y la eclosión del spaghetti western. El público volvía a interesarse por el género y pedía cosas nuevas. Prueba de ello es que las productoras buscaran ideas en el exterior. Eso les llevó a fijarse en ‘Los siete samuráis’ (1954), una película de Akira Kurosawa que relataba las peripecias de un grupo de samuráis que deciden defender a un pueblo de los bandidos. Esta historia encajaba perfectamente dentro del western clásico, a fin de cuentas, Kurosawa se había inspirado en el género. No sería la única película de Kurosawa en ser copiada. Tan es así que el propio Sergio Leone hizo lo mismo con Yojimbo’ (1961) al dirigir ‘Por un puñado de dólares’.

‘Los siete magníficos’ es una buena película y un producto icónico de la historia del cine. No sólo por la pegadiza y memorable melodía compuesta por Elmer Bernstein, sino también por unos personajes que, a pesar de estar plagados de clichés, son inolvidables. Muchos se preguntarán «¿Por qué pistoleros?». Y una posible respuesta, o al menos la que a mí más me gusta, es que los siete protagonistas de esta película no luchan y arriesgan su vida por oro o fama, sino por simple espíritu aventurero y, sobre todo, porque no tienen otra cosa mejor que hacer. Es evidente que la película no está rodada en tono crepuscular sino más bien romántico. Sin embargo, nos deja la inequívoca sensación de que los pistoleros, al igual que los samurais de Kurosawa, afrontan el fin de su era.

Para John Sturges no era precisamente su primer western pero tampoco era Peckinpah ni Ford. Sturges siempre fue un director con una gran visión de escena que gustaba contar la historia de un modo claro. Esto es algo que aquí vemos trasladado a la pantalla. Pero no podemos pedir ni el estilo escénico de Ford ni el poderoso caos de Peckinpah. De hecho, la película adolece de cierto ritmo samoano que, en ocasiones, se hace pesado, como si tardara en arrancar. En cualquier caso, Sturges maneja la nave con pulso firme y deja el protagonismo al grupo de actores que conformaban este reparto estelar.

Yul Brynner no sólo era el actor principal, sino que además era una de las personas que había adquirido los derechos de la película de Kurosawa. Digamos que tenía cierto peso y eso rápidamente le creó conflictos con Steve McQueen, un claro ejemplo de los peligros de meter dos gallos en un gallinero. La imagen de Brynner vestido de negro, sin dar información acerca de su pasado, ayudaba a crear un aura de misterio alrededor del personaje. Tal fue su repercusión que sería reciclado años más tarde en la película Almas de metal’ (Michael Crichton, 1973). Lo mismo puede decirse de McQueen, el típico pistolero rebelde. Incluso de James Coburn, un habilidoso con los cuchillos.

También es obligado destacar a Charles Bronson en una de sus primeras películas verdaderamente importantes. Del mismo modo toca hablar del buen trabajo de Robert Vaughn encarnando al típico pistolero amargado y neurótico que huye de su pasado. Quizás el que más se esfuerza es Horst Buchholz, que despliega todo su arsenal interpretativo para estar a la altura de la producción, aunque tampoco se pueden pedir peras al olmo. Como anécdota contaremos que Brad Dexter no se coló aquí por méritos propios, sino que había salvado la vida a Frank Sinatra un tiempo atrás en las aguas de Hawai. Y claro, Sinatra era buen amigo de Sturges, no creo que haga falta decir más… Obviamente un buen western necesitaba a un buen villano, y ahí entra en juego un excelente Eli Wallach como Calvera, el líder de los bandidos.

A pesar de las pegas que podamos encontrar a la película es innegable la influencia que tuvo en el proceso evolutivo del western, y no me cabe duda que Sergio Leone supo aprovechar el tirón generado por esta película. De hecho, el personaje de Calvera poco se diferencia del despiadado asesino que retrataría Gian Maria Volonté en La muerte tenía un precio(Sergio Leone, 1965). Como también podemos observar cualidades heredadas de los personajes capitaneados por Yul Brynner. En realidad son una banda de pistoleros con cierta vis cómica que reúnen casi todos los arquetipos del género.

Años después se realizaría la secuela, El retorno de los siete magníficos’, donde sólo Brynner repetía personaje. Esta continuación tuvo una fría acogida entre el público, al igual que ese otro producto que, inspirándose en Star Wars, trató de aunar el western y la ciencia ficción bajo el título ‘Los siete magníficos del espacio’. Curiosamente en esa otra aventura sí participó Robert Vaughn.

Conclusión.
Recopilando todo lo que hemos comentado en esta crítica de Los siete magníficos podemos concluir que este film es un claro ejemplo de western funcional. Un film que cumple sus objetivos de entretener y cautivar. Este tipo de films nos permiten asomarnos a un tiempo donde las películas desprendían una magia especial y esa es suficiente recompensa. Seguramente la mayoría de nuestros lectores ya han podido disfrutar de este western de acción en alguna ocasión. No obstante, si queda algún rezagado le animo a darle una oportunidad y cabalgar con estos héroes al son de la melodía de Bernstein.

Tráiler de Los siete magníficos

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