IO
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Vivimos tiempos muy oscuros que, tarde o temprano, llevarán a que la Tierra, tal y como la conocemos, sea tan sólo un recuerdo. El primer aviso importante nos lo ha dado el Coronavirus. ¿Seremos capaces de aprender la lección para no terminar emigrando a ‘IO’?

“Estábamos condenados a destruir el planeta. Hay quien dice que fue por la contaminación. Yo lo achaco a la condición humana” (Sam)

Crítica de IO

Desde que me apunté a Netflix quise ver esta película porque los planteamientos post-apocalípticos siempre me han gustado. No obstante, no encontraba el momento oportuno para sentarme a verla. No fue hasta la tremebunda pandemia del Coronavirus que decidí visionarla, dado también su relación con este terrible momento. Y lo cierto es que en ‘IO’ podemos encontrar muchas similitudes con los efectos provocados por tan temible virus. Atención a la frase de Micah: “Por mucho que nos avisaran… no esperaba un futuro inconcebible”.

La trama (escrita por tres guionistas “primerizos”) y el film nos meten rápidamente en situación. Con una imagen del planeta Tierra como fondo, Sam (la protagonista) nos expone en un monólogo toda la situación. Una situación que nos ofrece un panorama desolador: se produjo un cambio radical e inesperado en la composición de la atmósfera y la gente empezó a morir. Miles de humanos lograron abandonar el moribundo planeta en cientos de naves en un éxodo hacia IO, la volcánica luna de Saturno. Allí decidieron embarcarse en la exploración espacial en busca de nuevos mundos habitables. Sin embargo, otros humanos quedaron atrás… y es ahí donde entra nuestra protagonista y la película comienza.

‘IO’ nos ofrece un mundo devastado. Acompañando a Sam veremos cómo la putrefacta atmósfera de las ciudades las ha vuelto inhabitables y su aire irrespirable. De hecho, Sam las visita llevando siempre puesto un equipo especial de ventilación con suministro de oxígeno, al igual que mucha gente sale hoy a la calle con mascarillas a causa del Covid-19. Tan sólo quedan unas pocas zonas habitables en ciertos lugares naturales y tomando muchas precauciones. Precisamente, en uno de ellos es donde Sam tiene localizada su base de operaciones en un observatorio.

A lo largo de buena parte del metraje asistiremos a los experimentos de Sam intentando “curar” nuestra atmósfera. Para ello sigue las indicaciones de su padre, el doctor Henry Walden, grabadas en videos y viejas cintas de casete. Sin embargo, no esperéis en estos experimentos ni en la película grandes efectos visuales ni alardes tecnológicos. Nada de eso hay en ‘IO’. Aquí estamos ante una propuesta claramente intimista y minimalista. Una propuesta que se apoya en la realidad y que peca de intentar ser muy trascendente a todos los niveles. En este sentido, una apuesta más decidida hacia el entretenimiento habría hecho el film más del gusto de un público mayoritario.

Por otro lado, la película da un giro pasada su primera media hora. Ese giro tiene lugar justo cuando hace su aparición Micah, el personaje interpretado por Anthony Mackie. A partir de ese instante la rutina de Sam cambia radicalmente. Es entonces cuando la película intenta crear cierto misterio respecto a las intenciones verdaderas de Micah y a lo que esconde o no la propia Sam. Al igual que el film, los misterios de los personajes tampoco son tremebundos ni impactantes. Simplemente son situaciones de la vida las que han llevado a Sam y Micah a ese punto de encuentro. A partir de ahí deberán quedar “desnudos” y tomar la decisión más trascendental de sus vidas.

Por otro lado, no debemos dejar pasar las referencias mitológicas y las reflexiones interiores de Sam. No obstante, el mayor logro del film es su “tímido” efecto de denuncia y la reafirmación de que “hay otros mundos pero están en este”. La famosa frase de Paul Éluard queda reflejada en el incansable trabajo de Sam y Henry Walden. Eso sí, todo esto, y lo anteriormente comentando, nos es descrito con un ritmo muy pausado. En clara armonía con el ritmo, y con el carácter intimista de la cinta, está también la banda sonora compuesta por Henry Jackman y Alex Belcher, este último debutando con la batuta. La melancolía es el sentimiento principal que Jackman y Belcher nos transmiten con su música.

“No estamos hechos para la soledad”. Sola en la Tierra.

En el casting tan sólo encontramos a dos intérpretes con relevancia. Me refiero a Margaret Qualley y Anthony Mackie. Ambas interpretaciones son como la película: pausadas, relajadas y dejándose llevar por el tono y atmósfera del film. Tan sólo Mackie tiene algún puntual estallido de furia y Margaret algún momento de evocadora tristeza. Para nada son malas interpretaciones, son lo que un film como este demanda. Ni más ni menos.

Margaret interpreta a Sam Walden, una joven científica que nació ya con el mundo en su época de devastación y se niega a abandonar la Tierra y las investigaciones de su padre. A su lado viajaremos a la negrura de la ciudad, la veremos investigar con las abejas, comunicarse con su novio en IO,… Por su parte, Anthony se mete en el misterioso rol de Micah, un hombre que llega en globo al observatorio de Margaret. No comentaré nada más acerca del personaje para que sea el lector el que descubra su pasado y motivaciones.

Finalmente tan sólo hay que citar a Danny Huston como Henry Walden, el padre de Sam. Lo cierto es que este veterano actor sale muy poco quedando limitado a imágenes de video y flashbacks. ¡Ah! y el citado novio de Sam (Elon) no sale… simplemente escucharemos su voz (se la pone Tom Payne) en determinados audios.

“La vida está en las estrellas, Sam” (Elon)

En conclusión.
Finalizo esta crítica de IO, una película realista y que tiene mucha cercanía con lo que está pasando y puede llegar a pasar. Su principal pecado es esa trascendencia que lo impregna todo y que la aleja de un público más comercial. Ahora bien, lo cierto es que el film es ideal para los que disfrutamos viendo a personas normales en situación de soledad e intentando superar situaciones extraordinarias.

Tráiler de IO

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