Elvis & Nixon
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En 1970 tuvo lugar en la “Casa Blanca” una de las más curiosas recepciones de la historia de Estados Unidos. Probablemente las dos personas más famosas del planeta por aquel entonces se encontraron en el “Despacho Oval” sin que apenas haya quedado documentado lo que allí se habló. ‘Elvis & Nixon’ nos cuenta lo que sucedió realmente… o quizás no…

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Crítica de Elvis & Nixon.
Al leer la sinopsis de esta película por primera vez, no pude evitar pensar que quizás estaba delante de una de esas películas norteamericanas que aprovechan algún suceso político irrelevante para rellenar noventa minutos de metraje. Obviamente no me refiero a títulos como ‘Buenas noches y buena suerte’ (George Clooney, 2005), que cuentan con una trama compleja y llena de matices, sino a ese tipo de historias que, a priori, no parece que vayan a tener chicha suficiente para mantener nuestro interés. Es una sensación que me seguía acompañando cuando me senté en la butaca pero se disipó al arrancar la película y ver a Kevin Spacey en una de sus geniales imitaciones. Es en ese momento cuando, sin saber por qué, supe que iba a pasar un buen rato, incluso con una premisa argumental tan anodina como la que nos ocupa.

La trama nos sitúa a finales de 1970, Richard Nixon es el presidente de Estados Unidos y en su salón de Graceland encontramos a un cabreado Elvis Presley viendo las noticias nacionales. El país se va al garete presa del comunismo, los hippies y la drogadicción, y Elvis necesita hacer algo al respecto, así que no se le ocurre otra cosa que coger un avión y plantarse en Washington para solicitar una licencia de agente federal. A partir de ahí, y en clave de comedia, se nos cuenta lo que pudo haber pasado durante todo este episodio. Aunque el trabajo de los secundarios es correcto, con un Alex Pettyfer y un Johnny Knoxville que amueblan un poco el reparto, todo gira alrededor de Elvis y Nixon.

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Y la verdad es que el balance es un tanto agridulce. Por un lado tenemos a Michael Shannon, al que hace poco vimos en El hombre de acero dando vida a Zod. A ver… Es obvio que Elvis era y es inimitable, hay algunos que han conseguido acercarse bastante pero el problema es que no estamos ante uno de esos casos. No es que Shannon lo haga mal, al contrario, pero Elvis era mucho más que una indumentaria estrafalaria y aunque en algunos momentos atisbamos algo de él, en general nos encontramos ante una caracterización que no consigue convencer. No lo sé, quizás lo que buscaba Shannon no era imitar a Elvis sino retratar a un personaje derrotado que encara el ocaso de su carrera buscando dar sentido a su vida… que cada uno saque sus propias conclusiones.

A pesar de estos inconvenientes el trabajo de Shannon es muy sólido, y como antes comentaba es muy posible que al ponerse en la piel de Elvis pensara en un artista que ha vivido una existencia repleta de lujos pero ausente de humanidad. En algunas escenas, como cuando se mira al espejo y recuerda a su hermano gemelo muerto al nacer, es donde podemos alcanzar a comprender la triste soledad de un hombre que, a pesar de ser famoso en todo el mundo, llegó a perder contacto con su yo más interior. Es en esos momentos efímeros cuando Elvis Aaron Presley hace acto de presencia.

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Con Nixon también surgen algunas dudas, Kevin Spacey atesora una merecida fama como imitador y aquí hace gala de ello, aunque es obvio que para juzgar su trabajo hay que ver la película en versión original, sólo así se aprecian los gestos posturales y la peculiar forma de vocalizar que tenía Nixon. Pero no es una caracterización redonda, Nixon era un personaje con un tremendo carisma y una personalidad magnética, pero aquí sólo encontramos esos matices cuando llega el momento del encuentro con Elvis, como si Spacey se hubiera limitado a hacer una imitación superficial donde sólo vemos a un político gruñón.

El guión está construido de un modo bastante lineal, no hay giros inesperados ni elementos que compliquen la trama, simplemente nos cuentan la peculiar excursión de Elvis y su reunión con Nixon. Se echa en falta un mejor trabajo de los personajes secundarios, parecen simples muebles que no aportan nada, por eso al final tenemos esos irritantes cartelitos explicándonos lo que ha sido de ellos, como si nos importara lo más mínimo una vez acabada la película. Pero la mayor pega es que la reunión de Elvis con Nixon se despacha con demasiada celeridad, y es una lástima porque cuando realmente encontramos la brillantez de una sitcom es en esa charla tan surrealista entre el presidente y “el Rey”.

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Conclusión.
Llegado el final de esta crítica de Elvis & Nixon creo que podemos decir sin temor a equivocarnos que esta es una comedia divertida que, a pesar de sus altibajos y de algunos problemas de caracterización, consigue entretenernos, en buena parte debido a un metraje ajustado que no fuerza la maquinaria. Especialmente notable el trabajo de Michael Shannon, que nos ofrece su visión particular de Elvis, quizás no todo lo real que quisiéramos pero con unos matices interesantes. Para cualquiera que desee pasar un rato entretenido con algunas situaciones realmente hilarantes, esta película es una opción nada desdeñable.

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