El vuelo del Fénix

A la fallida explotación petrolífera de Amacore Test Well 19, en Mongolia, llega el Capitán Towns con su copiloto AJ para cerrar las instalaciones, recoger a los empleados y trasladarlos en su avión de vuelta a casa. Sin embargo, durante el vuelo de regreso, una tremenda tormenta de arena les obliga a realizar un aterrizaje de emergencia en pleno desierto del Gobi. Incomunicados, y aislados de la civilización, deberán hacer todo lo posible para intentar sobrevivir. (Cineycine).
¿Es sábado o domingo por la tarde y no tienes nada que hacer? ¿Te apetece pasar una buena tarde viendo una película de aventuras con la intención de disfrutar de un rato entretenido?… Entonces, si sólo buscas eso, no dudes en tomar ‘El vuelo del Fénix’.
“Mi avión volará” (Elliot)
Crítica de El vuelo del Fénix
John Moore es un director que tuvo cierto predicamento a principios del siglo XXI. Sobre todo después de su buen debut con ‘Tras la línea enemiga’ (2001). A esta le seguiría el film que tratamos en esta reseña: ‘El vuelo del Fénix’ (2004). Posteriormente, su estrella se iría apagando hasta acabar firmando en la actualidad productos directos a video. Volviendo con ‘El vuelo del Fénix’, lo primero que hay que destacar es que estamos ante un remake del film homónimo dirigido en 1965 por Robert Aldrich y protagonizado por James Stewart y Richard Attenborough como cabezas de cartel.
Tal y como casi siempre pasa, el remake no supera al original… pero, en esta ocasión, estamos ante una película bastante bien filmada. Además, para los que amamos la aventura, nos sirve para pasar una jornada de gran entretenimiento. Recomiendo especialmente su visionado en verano, ya que la calurosa ambientación en el desierto nos invita a compartir el calor con los protagonistas… Lógicamente también hay cambios entre la cinta original y la “copia”. Entre ellos podemos destacar que la tripulación del 2004 es más diversa que la de 1965 al incluir a una mujer, dos negros y un musulmán. También la duración es más corta (113 por 144 minutos). Y otro cambio sería la ambientación temporal. Por lo demás, lo básico se mantiene y en ambas películas lo importante es ver cómo el grupo intenta construir un avión a partir de los restos de la nave estrellada.
En el párrafo anterior comenté que estamos ante una película bastante bien filmada. Por consiguiente, justo es reconocer la labor tras las cámaras de John Moore y la apuesta por filmar en entornos naturales. Para empezar, todas las secuencias de vuelo son realmente hermosas con el pesado avión sobrevolando el desierto. Lo mismo sucede con las escenas finales del Fénix del título. Y hablando del avión, en pantalla tenemos un pesado C119 que el equipo de producción encontró en Wyoming usado para extinguir incendios. Ese es el avión que Moore filma en los primeros minutos. Por otro lado, su apuesta por la naturaleza llevó a todo el equipo a filmar en Namibia en incansables jornadas de día y noche. El propio Moore se entregó por completo definiendo así a su trabajo en esta producción: “No puedes rodar una película como esta sino tienes verdadera vocación”.
Ni qué decir tiene que esta producción, por las características ya apuntadas, dio trabajo a multitud de especialistas de diferentes profesiones: carpinteros, pintores, modelistas, diseñadores, armadores,… Y todo con el objetivo de que los protagonistas interactuaran con elementos reales ofreciendo así al público el máximo realismo posible. Y esto se consigue de pleno cuando vemos a Dennis Quaid, y al resto del elenco, trabajar en el diseño y construcción del Fénix a partir de los restos del C119. Por consiguiente, nadie puede afirmar que el trabajo de Moore y del equipo de diseño de producción fuera una chapuza sino todo lo contrario. Por otro lado, tema distinto es que Moore copie y pegue o haga homenajes a determinadas escenas del film original replicándolas en su propuesta. Esto último es algo inevitable en cualquier remake.
En cuanto al guión, destaca el nombre del reconocido Scott Frank, quien trabajó adaptando el libreto original de Lukas Heller. En resumidas cuentas estamos ante un guión que nos habla de la lucha del hombre contra la adversidad. Si en ‘Viven’ (Frank Marshall, 1993) se trataba de sobrevivir a un entorno helado, aquí se trata de sobrevivir a un entorno abrasador. En pantalla se desarrollarán temas como la superación del individuo ante las dificultades extremas, la fe, el compañerismo, el trabajo en equipo, el liderazgo, la unidad,… pero también habrá espacio para la rivalidad y la desconfianza. Y todo esto con la aventura por bandera incluyendo la aparición de un enemigo externo al que sumar al agobiante calor y la escasez de víveres. El mismísimo Dennis Quaid definió así la propuesta: “La película trata de la voluntad del ser humano para sobrevivir”. Pues ¡ya está dicho!
En relación con lo anterior tenemos un buen surtido de frases destacadas que van pronunciando los diferentes protagonistas. Naturalmente los más trabajados son los personajes principales. No obstante, creo que más o menos toda la tripulación queda perfilada sabiendo lo que esperar de ellos. Es cierto que habrían sido necesarios más minutos para ahondar más en los mismos, o no haber eliminado ciertas escenas, pero el trabajo realizado me parece correcto y más que menos se conecta con la tripulación y su situación. Y esto último provocado también por un elenco que hace un buen trabajo.
El principal protagonista de esta nueva versión es Dennis Quaid encarnando al Capitán Towns. Quaid hereda el legado del mítico James Stewart salvando la papeleta en base al notable carisma que siempre ha tenido. Su capitán es un hombre realista y descreído que tendrá que adaptar su forma de ser para convertirse en un líder al que los demás puedan seguir. Hablando de liderazgo veremos cómo Towns entrará en disputa de “jefaturas” con el misterioso Elliott interpretado por Giovanni Ribisi. En su caso, Ribisi hereda el papel original de Hardy Krüger dando lugar a un tipo irritante, desconcertante y soberbio. Un sujeto definido por sí mismo en esta frase: “Yo soy el único imprescindible”. Ojo también a cuando hace que todos le pidan perdón.
Dejando al margen a Quaid y Ribisi, también tiene una cierta importancia Tyrese Gibson como AJ, el copiloto de Towns cuya personalidad, divertida pero también seria, se ajusta perfectamente al actor que toma el relevo de Richard Attenborough. Además justo es detenerse en Miranda Otto como Kelly, la única mujer del relato y jefa de la explotación de Amacore. La actriz aporta un visible carácter que la hace ser respetada y tiene sus mejores momentos con Dennis Quaid. Su relación empieza brusca y tirante hasta evolucionar hacia la amistad sin necesidad de buscar romance alguno.
El resto del cast lo completa Hugh Laurie fiel a su seco carácter como Ian, un directivo que se cree importante para Amacore. Jacob Vargas es Sammi, el típico cocinero mexicano creyente en Dios. Por su parte, Kevork Malikyan interpreta a Rady, un musulmán que ya dejó atrás la fe. También está Tony Curran como Rodney, un veterano currante de las explotaciones petrolíferas. Por último tenemos a Sticky Fingaz y Scott Michael Campbell. El primero como un cachitas con parche en el ojo y el segundo como Liddle, un hombre bondadoso que tiene las frases más sentidas. Especialmente destacada es la reflexión que cambia el modo de parecer de Towns.
“Quien aprende a volar debe haber tenido un sueño alguna vez” (Liddle)
En conclusión.
Acabo esta crítica de El vuelo del Fénix, un remake que no busca competir con el original y ni mucho menos superarlo. Su objetivo es dar al público una tarde/noche de entretenimiento. Y esto lo consigue a la perfección ofreciendo la supervivencia y aventuras de un grupo de fracasados en un entorno hostil tan infinito como el desierto.
Tráiler de El vuelo del Fénix
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