Big Bad Wolves
Dror es un joven profesor de instituto que es sospechoso de haber cometido una serie de brutales asesinatos. A pesar de no existir pruebas en su contra, será presa del acoso policial por parte de un rudo detective que insiste en hacerle confesar. Por si fuera poco, el padre de una de las víctimas también entrará en escena dispuesto a cobrarse justicia a cualquier precio. (Cineycine).
Un policía con métodos expeditivos, un padre buscando venganza y un sospechoso nos ofrecen un thriller de humor negro y claros tintes tarantinianos. ‘Big Bad Wolves’, avalada por el mismísimo Quentin Tarantino, dista mucho de ser una gran película pero ofrece un digno entretenimiento para los amantes del género.
«Los psicópatas tienen miedo de otros psicópatas».-Gidi.
Crítica de Big Bad Wolves.
Reconozco que es una manía personal, pero suelo desconfiar de todas aquellas películas que vienen acompañadas de comentarios como «De los productores de…» o que simplemente son avaladas por directores de prestigio. Este último es el caso de ‘Big Bad Wolves’, una producción israelí que llega a nuestras salas con el sello de «mejor película del año», al menos si hacemos caso a la opinión de Quentin Tarantino. Y claro, una vez vista y a pesar de sus virtudes, es muy evidente que la etiqueta le va demasiado grande, no sólo si la comparamos con el resto de películas que nos ha dado el 2013 sino incluso echando un vistazo a la filmografía del director norteamericano. Lo cual nos hace pensar que la opinión de Tarantino está más basada en el orgullo por ver a otra heredera de su cine que en otro aspecto.
Pero como digo, la película tiene sus puntos a favor, empezando por una siniestra banda sonora que es toda una declaración de intenciones. La premisa argumental es tremendamente sencilla: varias niñas han sido brutalmente torturadas y la firma del asesino consiste en llevarse sus cabezas. A partir de ahí todo se centrará en la relación que se establece entre un joven profesor que es sospechoso de los crímenes y los dos individuos que le persiguen, cada uno de ellos con sus propias motivaciones. Por un lado, el padre de la última víctima, que busca encontrar la cabeza de su hija para redimirse de su culpa y al mismo tiempo satisfacer sus ansias de venganza; por el otro, un rudo policía suspendido de empleo que decide seguir la investigación por su cuenta para conseguir que el sospechoso confiese. Y todo ello narrado con un fino pero claramente tarantiniano humor negro.
El reparto es más que correcto, con actores totalmente desconocidos para el público occidental pero que resultan bastante convincentes. Especialmente divertido es el trabajo de Tzahi Grad dando vida al padre vengativo, que junto al resto de su familia resulta ser enfermizo a la par que pintoresco. Obviamente la película pretende en todo momento jugar con el espectador y mantenerlo en vilo, haciéndole dudar si el sospechoso es o no culpable. Y el problema es que en ese aspecto está todo cogido por los pelos, porque ni nos queda claro por qué sospechan de Dror con tanta rotundidad ni da la sensación de que la policía israelí haya oído hablar de algo tan común como es el trabajo forense. Todo es muy casual, espontáneo y claramente inspirado en esa famosa escena de la tortura de ‘Reservoir dogs’.
También me parece bastante obvia la intención del director de buscar la crítica social, algo especialmente encomiable tratándose de Israel. Pero claro, todo queda reducido a un par o tres de gags que juegan con ciertos clichés propios de esas tierras, como el arquetipo del palestino inculto o la referencia al sempiterno miedo de los judíos hacia los árabes. Precisamente, si el sospechoso hubiera sido un árabe y la trama hubiera ido por otros derroteros… pues seguramente hubieran alcanzado el objetivo. Pero al final lo que queda es un thriller de venganzas y crímenes sórdidos que persigue principalmente arrancar sonrisas y ponernos incómodos con escenas truculentas.
Conclusión.
Cierro esta crítica de Big Bad Wolves exponiendo que me parece una película divertida y que a pesar de su juego tramposo es bastante honrada en lo que a intenciones se refiere. El trabajo interpretativo es sólido, la música excelente y quizás de lo que más se resiente es de ciertos momentos en que el ritmo decae peligrosamente. Pero en general, y teniendo en cuenta que hay muy pocas películas de inspiración tarantiniana fuera de occidente, creo que es un título a tener en cuenta que no dejará insatisfechos a los que vayan a verla. Siempre y cuando, claro está, tengan en cuenta que no es ni pretende ser una película del peso específico de ‘Pulp Fiction’.
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