Salvaje (1953)
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“Esta es una historia sorprendente. En la mayoría de ciudades americanas nunca hubiera ocurrido. Pero sucedió en esta. Es una advertencia para todos. No dejemos que se repita…”. Marlon Brando es un ‘Salvaje’.

“Ahora viene el plato fuerte. Señoras y caballeros, esta encantadora señorita que está aquí sostendrá este maravilloso tesoro que no vale nada… En tanto que su héroe muere desangrado” (Chino)

Crítica de Salvaje (1953)

El hacedor Stanley Kramer fue el máximo responsable de que la cinta que hoy nos ocupa se hiciera realidad. Kramer, un avispado productor de la vieja escuela, se basó en un artículo real sobre un incidente en Hollister (California), a finales de los años cuarenta, para presentar un esbozo de guión a cargo de Frank Rooney. Este acabó por tener un impacto mayor cuando, antes de los créditos iniciales, se avisaba al espectador de que la historia que iba a ver sucedió en realidad. Texto replicado en la introducción de esta reseña. El versado escribano John Paxton, forjado en la escuela de la RKO, fue quien redactó el libreto final. Y lo hizo partiendo de los datos recopilados por Rooney.

La producción dio comienzo oficialmente cuando la estrella protagonista, Marlon Brando, aceptó la oferta de Kramer para ser el primer espada del film. Marlon dio el “sí” por su amistad con Kramer, quien le había dado la primera oportunidad en cines con ‘Hombres’ (Fred Zimmerman, 1950). Brando acababa de salir de ‘Julio Cesar’ (Joseph L. Mankiewicz, 1953) y buscaba una producción ligera de estudio. Sobre todo porque, seguidamente, tendría que irse al frio invierno de Nueva Jersey. Allí debería protagonizar ‘La ley del silencio’ (Elia Kazan, 1954).

El húngaro Laslo Benedek fue el elegido por Kramer, con la bendición de Brando, para situarse tras las cámaras. Benedek era, ante todo, un experto director de actores. Aunque, décadas después, el propio Brando declararía que nunca cruzó palabra con él durante la filmación. Una filmación que tuvo lugar entre mediados de febrero y marzo del año 1953. Para estrenarse oficialmente, en EEUU, en régimen de double-feature (sesión doble) junto a ‘Los sobornados’ (Fritz Lang, 1953). El poder de rebelión al que instaba ‘Salvaje’ fue tan grande, y levantó tantas ampollas durante su estreno, que la cinta fue prohibida durante años en países como Reino Unido o España. Por nuestra parte, no la veríamos en la gran pantalla hasta 1968.

Hechas las presentaciones, toca entrar de lleno a lo que ‘Salvaje’ (The Wild One) nos ofrece. Ante todo, conviene recalcar que estamos delante de un film que luego ha sido revisitado, homenajeado, plagiado y parodiado hasta la extenuación. Por ello, para la gran mayoría de los espectadores que se acerquen a ella, todo lo que vean les sonará de otros films. Y esto acabará por convertir a ‘Salvaje’ en una experiencia tediosa, falsa o redundante. Es necesario, por lo tanto, hacer un ejercicio de situación temporal con el film y limpiar los ojos. Y todo para poder situarse a comienzo de los cincuenta y descubrir cómo esta pequeña obra de serie B, con amplias imperfecciones y algunas buenas ideas, fue la clara semilla del cine de moteros y rebeldes que inundaría la década de los sesenta, siendo totalmente redefinida con ‘Easy Rider’ (Dennis Hopper, 1969).

Realmente se nota que Laslo Benedek estaba mucho más cómodo en los diálogos que en la acción. Aunque logra crear una serie de imágenes icónicas por el camino: el look de Johnny, el trofeo robado atado a la moto, la llegada al pueblo,… No es casualidad que un film como este casi pueda verse sin diálogo. Con unas imágenes y actuaciones que dicen mucho sin necesidad de hablar.

Es ‘Salvaje’ un film que comienza ya preparándonos para lo que vamos a ver. Dándonos una de cal y otra de arena… Tras una ciertamente siniestra introducción, con la cámara situada a ras de asfalto y la voz de Brando (Johnny) apuntalando la veracidad de la historia que vamos a presenciar, las motos irrumpen como auténticos jinetes del apocalipsis delante nuestra en una escena sin cortes. Todo pintaba bien. Hasta que los siguientes minutos son una serie de cutres retroproyecciones de fondo, con Johnny en primer plano, hasta llegar a una carrera de moto-cross. He aquí el primer bajón.

El resto del metraje va en dos marchas. La primera, lo que tardarán los muy educados ciudadanos de Holllister en rebelarse contra los jóvenes forajidos. Y la segunda, el tremendamente tensionado encuentro entre Johnny y Chino (Lee Marvin), el líder de la banda rival. Chino encabeza a Los escarabajos que van en Harleys, mientras que los Rebeldes de Johnny lucen Triumphs. Apuntar que Lee Marvin encaró la mayoría de la filmación borracho, como su personaje, de ahí lo acelerado que se muestra.

La película tiene una ajustadísima duración de 79 minutos. Conocedora, por un lado, de que debía de mostrar un caos que calara en el espectador… y, por otro lado, consciente de que la trama en sí no daba para más. Alargar el metraje claramente haría que la cinta perdiera fuerza. El género que más toca es el drama de incomprendidos y desarraigados. Hay un canto a la libertad y un grito de desesperanza. Ojo al personaje de Kathie o al viaje de descubrimiento de sí mismo que Johnny obtiene en Hollister. Pero, básicamente, estamos ante un drama humano aderezado con ruidosas motos, música de la década, una pequeña ración de diversión y la llegada de las inevitables consecuencias.

Pasando al reparto, Marlon Brando (Johnny) redefine el concepto de rebelde con su actuación. Se nota que la base para su papel era, por un lado, Stanley Kowalsky y, por el otro, el inconformista que el mismo Brando fue en vida. Hay rasgos propios de su personalidad en Johnny, pero también mucho del actor del método que Brando representaba. Sin duda, icónica es la mejor definición para su interpretación. Por su parte, Mary Murhpy, la musa absoluta del cine negro por aquellos años, encarna a Kathie, una joven apocada y destinada a servir en la cafetería de su tío. Además está permanente en lucha contra su padre, una doble autoridad en su vida y en el pueblo. Donde es además el sheriff. Buena labor la suya, sobre todo, teniendo en cuenta la dualidad de su personaje a la que debe hace frente.

El citado sheriff es Robert Keith (Harry), un excelente actor de carácter que afrontaba siempre con tremendo aplomo este tipo de papeles. Keith imparte justicia en Hollister. Pero, por desgracia para él, nadie está contento con su forma de llevar las cosas. Acabamos el elenco con Lee Marvin (Chino), un personaje basado en un líder de motoristas real. Curiosamente, Marvin, no sabía montar en moto. Eso sí, antes de empezar la filmación logró agenciarse una y aprender a manejarla. Finalmente, él mismo llevaría a cabo la mayoría de sus planos sobre las dos ruedas. Lo mejor de su aparición es la relación de amor-odio con Johnny. Ojo al inevitable careo entre ambos. El grueso mayor del elenco faltante son auténticos motoristas y especialistas con algunas líneas de diálogo.

“Yo no hago tratos con policías” (Johnny)

En resumidas cuentas.
Acabo esta crítica de Salvaje (1953), un claro ejemplo de película que resulta más mitificada de lo que realmente merece. Fue un pequeño boom, sobre todo para las juventudes aspirantes a almas libres de finales de los cincuenta y sesenta. Pero, sí se valora por su calidad artística, más allá del mito, queda muy lejos de las mejores obras de la filmografía de su protagonista.

Tráiler de Salvaje (1953)

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