Rebeca
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Alfred Hitchcock iniciaba su andadura en el cine norteamericano con ‘Rebeca’, una maravillosa adaptación de un antiguo relato. Y lo hacía de la mano de David O. Selznick, que apenas un año antes acababa de producir ‘Lo que el viento se llevó’. Estamos ante una película que, como la misteriosa mujer que da título a la cinta, es absolutamente inolvidable.

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Crítica de Rebeca

Alfred Hitchcock ya se había interesado por la novela de Daphne du Maurier mientras estaba rodando Alarma en el expreso’ (1938). Sin embargo, el elevado coste le impidió hacerse con sus derechos. Fue una hermosa casualidad que a su llegada a Estados Unidos se encontrara con la sorpresa de que David O. Selznick los había adquirido. Aunque inicialmente tenía pensado producir una película ambientada en el Titanic, Selznick decidió cambiar de opinión y apostar por ‘Rebeca’. En consecuencia, esto fue todo un golpe de suerte para el director británico.

Para escribir el guión se contó con el autor teatral Robert E. Sherwood. No obstante, la secretaria personal de Hitchcock, Joan Harrison, colaboró tanto dando indicaciones que, finalmente, acabó participando en la confección del mismo. Hay que decir que Selznick exigió que la adaptación de la novela fuera sumamente fiel. El productor pensaba que el público no toleraría demasiadas licencias.

En pantalla tenemos una historia muy novelesca que se aleja un poco de la personalidad artística de Hitchcock. En ‘Rebeca’ más que el suspense predomina el drama psicológico propio de la obra original. Esto en palabras del propio director fue estimulante para su carrera porque le obligó a inventar elementos de suspense en determinados momentos y, al mismo tiempo, le ayudó a incluir aspectos psicológicos en futuras películas. Un ejemplo perfecto sería la forma en la que Hitchcock trabaja el personaje de la señora Danvers, el ama de llaves de la mansión. Fijémonos que rara vez la vemos caminar, cuando Joan Fontaine está en escena simplemente oye un ruido y la señora Danvers aparece de repente, inmóvil. No es más que un hábil recurso para deshumanizar a la ama de llaves e incrementar la inquietud del espectador.

También es interesante comentar que la propia mansión de los Winter es un personaje más. No es que se trate de una casa encantada, ni mucho menos. Pero la forma en que se nos presenta, la iluminación empleada, esa hermosa melodía de Franz Waxman… Todo va dirigido a convertirla en una casa de cuentos. Esto se potencia mediante analogías a obras como ‘Cenicienta’ o ‘Barba Azul’, por ejemplo esa habitación donde está prohibido entrar, o el hecho de que su personaje se muestre como un prisionero en su propia casa.

Como curiosidad destacar que la mansión, al igual que sucede enLos pájaros’ (1963) oPsicosis (1960), se encuentra en un paraje solitario. Un lugar alejado de todo para alimentar esa sensación de miedo que Hitchcock desea transmitir. Selznick buscó localizaciones para poder rodar los exteriores de la casa, pero ya en aquellos años Hitchcock era un director de interiores y, finalmente, consiguió convencerle para realizar una maqueta en miniatura de la mansión.

Para esta película era imprescindible contar con una actriz que pudiera retratar al personaje de la señora De Winter. Una esposa que vive a la sombra de una mujer ya fallecida y cuyo recuerdo ha dejado una impronta imborrable en la casa y quienes la habitan. Selznick organizó un casting para encontrar a la actriz ideal. Sin embargo, Hitchcock ya sabía, desde el primer momento, que la más idónea era Joan Fontaine. Finalmente consiguió que el papel fuera para ella. ¡Y no podemos más que alegrarnos por lo acertado de la elección! Para este papel concreto era sumamente útil el porte y el frágil rostro de Fontaine.

Para mantener vivo el recuerdo de Rebeca está la señora Danvers, la terrorífica ama de llaves interpretada magistralmente por Judith Anderson. Una mujer a la que es fácil coger aversión y que es alentada constantemente por un cínico y soberbio George Sanders en el papel de primo de Rebeca. Y obviamente quién mejor para encarnar al atormentado marido que Lawrence Olivier en uno más de sus soberbios trabajos. No obstante, el principal protagonista omnipresente en cada una de las escenas es la propia Rebeca, una sublime genialidad que convierte lo que no vemos en lo más evidente. Porque la clave de la película reside en aumentar progresivamente la sensación de agobio y opresión simplemente hablando de la muerta y del terrible secreto que se esconde tras las paredes de la casa…

Quizás no estemos ante una obra de desarrollo puramente Hitchcockiano, pero es innegable que el director británico siempre navegó entre las finas aguas que separan el miedo de la angustia. No deja de ser irónico que la primera película que rodaba en Hollywood, la que quizás más se aparta del estilo artístico del director, acabara ganando el Oscar a la mejor película para mayor gloria de David O. Selznick.

Conclusión.
He de reconocer que la primera vez que vi ‘Rebeca’ me aburrí soberanamente, aunque es normal porque apenas era un niño. Afortunadamente, volví a darle una oportunidad unos años después y entonces sí que supe apreciar el prodigio narrativo y visual que ofrece esta película. Me maravilló la forma de narrar la historia, la tensión que va acumulándose a medida que avanza la trama y cómo un personaje que no vemos en ningún momento se convierte en absoluto protagonista. En realidad esta película es un melodrama romántico pero también un cuento para no dormir. No creo que haga falta decir más en esta crítica de Rebeca, simplemente decir que el paso de los años la ha tratado sorprendentemente bien.

Tráiler de Rebeca

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