Mad Max: Más allá de la cúpula del trueno
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Tras el éxito de las dos anteriores películas de «Mad Max» en Hollywood decidieron, finalmente, co-producir una tercera entrega. En esta ocasión se contó con algunos actores norteamericanos y con la difícil misión de igualar o superar lo filmado anteriormente. ¿Lo conseguirían? Salgamos de dudas leyendo esta reseña de ‘Mad Max: Más allá de la cúpula del trueno’.

«El tiempo pasa y sigue pasando, y aprender lo que fuimos y lo que perdimos no ha sido fácil. Pero es nuestro camino y debemos recorrerlo. Y nadie sabe dónde nos llevará. Aún así, cada noche lo contamos, para recordar quienes éramos y de donde vinimos… pero sobre todo recordamos al hombre que nos encontró, el que nos salvó. Y encendemos las luces de la ciudad, no sólo para él, sino para todos los que aún están ahí fuera. Porque sabemos que cuando llegue la noche y vean la luz en la distancia, volverán a casa» (Savannah Nix)

Crítica de Mad Max: Más allá de la cúpula del trueno

Esta tercera entrega cerró la saga de Mad Max con un George Miller que había perdido parte de la motivación. La perdió al fallecer su amigo y productor, Byron Kennedy, en un accidente. Por ello, Miller tan sólo se limitó a dirigir las escenas de acción. El resto del trabajo lo delegó en George Ogilvie, un director sin experiencia que tras esta cinta no hizo gran cosa. A diferencia de Mad Max: Salvajes de autopista’ y Mad Max 2: El guerrero de la carretera’, en esta entrega no se da un papel protagonista a los vehículos o las persecuciones. Ahora la acción se sitúa entre los muros de Negociudad, alcanzando su cénit en la fantástica lucha de Max contra el Maestro-Golpeador. Es sólo en la recta final cuando el espíritu de la saga luce en todo su esplendor en la huida de Negociudad.

Se puede decir con claridad que hay una abismal diferencia respecto a la primera película. La saga se había ido convirtiendo en algo más comercial. Además, y como el público objetivo era mayoritariamente adolescente, el propio Miller reconoció que las dosis de violencia se habían rebajado respecto a las anteriores entregas. Tampoco ayuda el hecho de que Max acabe siendo el salvador de una tribu de niños en busca de la felicidad. De hecho, si algo nos habían enseñado las dos anteriores películas es que Max es un tipo solitario, duro como el cemento, rebelde y que no hace nada por nadie si no es a cambio de algo. Se suavizó al personaje por motivos puramente comerciales. En cualquier caso, me parece interesante y acertado que Max asuma un papel de héroe, algo que ya se insinuaba en la primera película.

Desde un principio de ‘Mad Max 3’ se nos deja claro que el mundo salvaje y cruel dominado por la necesidad de gasolina que vimos en la segunda parte ha cambiado drásticamente. Max ya no lleva un rugiente bólido V8 y no vaga por el desierto buscando carburante. Ahora conduce una caravana tirada por camellos y se ha convertido en una especie de nómada hippy. Y bueno, Negociudad es un antro que, lejos de codiciar gasolina, basa su supervivencia en la energía que proporciona el metano procedente de los excrementos de cerdo.

«No soy el Capitán Walker. Soy el tipo que lleva al señor Muerte en el bolsillo» (Max)

Mel Gibson ya era conocido internacionalmente cuando protagonizó esta película. Y debo decir que así como antes me parecía demasiado joven para el papel, en esta tercera entrega está perfecto pese al aire mesiánico que le conceden. Un mesianismo que queda patente en el éxodo que protagoniza tras ser condenado al destierro. Una travesía por el desierto que recuerda muchísimo a la de Moisés. Por otro lado, en este caso el papel de archienemigo recayó sobre la cantante Tina Turner. Pese a su poca experiencia en el medio cinematográfico resulta muy creíble. Su interpretación de Tía Ama me recuerda, en algunos matices, a la que hizo en el musical Tommy’ como Acid Queen. También nos encontraríamos a esta gran mujer en una pequeña aparición en El último gran héroe (John McTiernan, 1993). No obstante, su incursión en el cine acabó aquí.

La estética de los personajes guarda cierta similitud con lo visto en anteriores entregas. Sin embargo, me atrevería a decir que es un refrito de ambas con elementos trash. Los guardias de Tía Ama conservan ese aire Mohawk con crestas que vimos en la segunda parte, luciendo algunos complementos de sexualidad un tanto ambigua. Y, por otra parte, la mayoría de ciudadanos de Negociudad parecen tan harapientos como se espera en un mundo post-nuclear. Pero el homoerotismo que podíamos encontrar en las dos anteriores películas queda reducido drásticamente. Supongo que esto último se debió a la moral hollywoodiense. Además, en esta ocasión, hay un abuso considerable de las protecciones de hockey a modo de armadura que podría haberse evitado.

Por otro lado, el concepto de western futurista que había caracterizado las entregas anteriores desaparece en gran medida en esta película. Sí, podemos decir que hay una referencia a las caravanas que vagaban por el lejano oeste y el poblado sometido al terrateniente de turno, pero poco más. La saga da un salto posicionándose dentro del género post-nuclear y con ciertos toques épicos. No sé si serán cosas mías, pero se me vienen a la cabeza esas películas de piratas ambientadas en la isla Tortuga, donde lo peor de los mares se reunía para emborracharse y armarla…

«¿Pensáis que no conozco la ley? ¿ No fui yo quién la redactó? Bien, pues yo digo que este hombre ha incumplido la ley. Y la ley dice: ¡Rompe un trato, afronta tu suerte!” (Tía Ama)

En este mundo post-nuclear queda claro que la justicia como tal no existe. Los conflictos entre dos personas se solucionan radicalmente dentro de un coliseo bizarro y algo tosco llamado Cúpula del Trueno. Allí, rodeados de un público expectante y sediento de sangre, los dos luchadores se enfrentan a muerte con armas de todo tipo. Paradójico, porque lo que aparentemente se presenta como algo positivo (una sociedad sin armas ni enfrentamientos) en realidad es un circo romano donde la gente vive o muere como si de un espectáculo se tratara. De hecho, el personaje de Dr. Dealgood ejerce como maestro de ceremonias como si lo que vemos fuera un show televisivo en prime-time.

Precisamente La Cúpula del Trueno es el escenario de uno de los momentos más memorables de la película. Y es que además de Max y Tía Ama hay dos personajes carismáticos que merecen una especial atención. Me refiero a Maestro y Golpeador. El primero es un enano experto en mecánica que controla la producción de metano debido a sus conocimientos técnicos. Gracias a ellos chantajea constantemente a Tía Ama con embargarla y quitarle la energía. Está interpretado por Angelo Rossitto. Por su parte, Golpeador corrió a cargo de Paul Larsson. Su personaje es una mole de músculos que, a la postre, resulta ser un retrasado mental con una total intolerancia a los silbatos. La idea de unir a semejantes engendros en uno solo es surrealista pero es un acierto total porque esa unión de inteligencia y fuerza bruta da como resultado un personaje bizarro y grotesco.

La inclusión de La Cúpula del Trueno, y de las pocilgas del submundo, es una forma original y efectiva de trasladar la acción a un lugar cerrado tras dos películas «exteriores». Negociudad es una evolución lógica dentro de ese mundo post-nuclear, plagada de gente que ha perdido gran parte de su humanidad, y la persecución final marca un sublime retorno a los orígenes que es de agradecer.

«¡Embargo, embargo!» (Maestro Golpeador)

No puedo dejar de hablar tampoco de la tribu de los niños. Realmente es uno de los puntos más interesantes de la película. Cuando Max es rescatado por esta peculiar tribu descubre que han creado toda una mitología alrededor de un tal Capitán Walker, el supuesto salvador que ha de llegar. La manera en la que hablan y sus recuerdos sesgados de un pasado que ya no existe forman una imagen fascinante. Se convierten, además, en el vehículo de redención de un Max que lleva años solo y vagando sin encontrar un sentido a su existencia.

También hay que decir que hay elementos argumentales que fallan. Me refiero, por ejemplo, a la inclusión de Jedidiah interpretado por Bruce Spence. Respecto a este personaje no acabamos de saber si es el capitán del Gyro que vimos en ‘Mad Max 2’ o un personaje nuevo. En cualquier caso no aporta nada. Ahora bien, lo cierto es que este film tiene un mérito no reconocido por casi nadie… porque recordemos que en la primera película se nos presentaba un mundo violento y despiadado. Por su parte, en la segunda el futuro que se mostraba era todavía más pesimista. Aquí, en cambio, se plasma con éxito un futuro esperanzador que insinúa una luz en la oscuridad.

Finalmente, del apartado musical se encarga Maurice Jarre, padre de Jean Michel Jarre y ganador de 3 Oscars por su labor como compositor para bandas sonoras de películas. Aunque correcto, su estilo no acaba de cuajar en la cinta. Creo que hubiera encajado mejor el compositor de las dos entregas anteriores, Brian May.

«¡Escuchad todos! Esta es la verdad de todo. Luchar lleva a matar y matar lleva guerrear. Y eso estuvo a punto de acabar con todos. ¡Miradnos ahora! Lo hemos destruido todo y todo el mundo habla de lluvia ácida! Pero hemos aprendido, por los que se fueron… ¡Negociudad ha aprendido! ¡Ahora, cuando los hombres tienen que luchar empieza aquí! ¡Y acaba aquí! Dos hombres entran, uno sale…” (Dr. Dealgood)

Conclusión.
Termino esta crítica de Mad Max: Más allá de la cúpula del trueno, resulta difícil despachar esta película con ligereza. No obstante, es una opinión generalizada que no contenta a los fans de la saga como era de esperar y que está un escalón por debajo de la anterior. Pero bueno, yo pertenezco a ese grupo de gente que ha visto en esta película un giro en la vida de Max hacia la redención… Como he comentado antes, una luz en la oscuridad centrada en la figura de esos niños risueños, perdidos y esperanzados que Max debe salvar. En fin, es una película que me encanta, aunque se echa en falta un final triunfalista al más puro estilo Mad Max y no el que te encuentras y que a mi, personalmente, me deja un sabor agridulce.

Tráiler de Mad Max: Más allá de la cúpula del trueno

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