Espías sin identidad
A espaldas de sus padres, el joven Jeff Grant presenta su solicitud para alistarse en el ejército del aire de los EEUU. Es entonces cuando el agente del FBI Roy Palmenter descubre, gracias al ordenador, una serie de incongruencias con el pasado de los progenitores de Jeff. Al parecer, sus padres podrían estar relacionados con la última aparición de un conocido, y temido, agente ruso que acabó con la vida de su compañero hace veinte años. Esto llevará a Roy a investigar a Jeff y a su círculo más cercano con sorprendentes revelaciones. (Cineycine).
“Jeffrey Nicolas Grant, tus padres son espías rusos. Tus padres son agentes de la KGB. Durmientes los llaman. Incógnito absoluto. Se adaptan al país que se les asignan. Tienen su hogar, su empleo y su familia. Duermen durante años, pero cuando se despiertan son letales”. Sidney Poitier y River Phoenix buscan la verdad en ‘Espías sin identidad’.
“No computa” (Ordenador)
Crítica de Espías sin identidad
Desde 1985 a 1988, River Phoenix pasó de ser un don nadie a, posiblemente, la mayor estrella juvenil de su generación en Hollywood. Antes de terminar la década, Phoenix se consagraría como un intérprete con gran potencial. Así lo veríamos tremendamente válido para personajes atormentados y/o complicados como en ‘Un lugar en ninguna parte’ (Sidney Lumet, 1988), o también como actor con poder para protagonizar sus propios eventos importantes. Respecto a esto último, basta recordarlo dando vida al joven Indiana Jones en el prólogo de ‘La última cruzada’ (Steven Spielberg, 1989). Pero, a imagen y semejanza de su máximo exponente pasado, James Dean, Phoenix no vivió el tiempo suficiente como para llegar a la cima y afianzarse en ella…
El 31 de octubre de 1993, la luz de Phoenix se apagó de la forma más triste posible. Su carrera dejaría algunas muestras interesantes, pero nada que lo hiciera trascender más allá del icono juvenil que vendieron sobre su figura. Atrás quedaba como insuperable su tremebunda aparición en pantalla en ‘Cuenta conmigo’ (Rob Reiner, 1985).
Todo este preámbulo viene a colación sobre la fama de los films que, en su corta carrera, firmó River Phoenix. Y como esta misma fascinación llenó de interés cintas que, en otras condiciones, serían fácilmente olvidables. Tal es el caso de la propuesta que hoy nos ocupa: ‘Little Nikita’ (en su título original) y ‘Espías sin identidad’ en su “traducción” al castellano.
Richard Benjamin, actor antes de realizador, fue el elegido para sentarse en la silla de director en ‘Espías sin identidad’. Su trabajo tras las cámaras no puede ser más rutinario… y esto no es sorpresa para nadie. Benjamin nunca exhibió personalidad alguna en sus obras, pero sí que aquí está muy lejos del nivel de ‘Ciudad muy caliente’ (1984) y de la altamente mitificada ‘Esta casa es una ruina’ (1986).
Si alguien en ‘Espías sin identidad’ hace algo por animar la función ¡ese alguien es Sidney Poitier! El carismático actor había regresado a las grandes salas tras un largo parón de más de una década. Poitier heredaba en su “comeback” roles de policía/agente del FBI obsesionado. Papeles que estaría explotando durante otra década más… hasta su despedida de la primera línea con ‘The Jackal’ (Michael Caton-Jones, 1997). La dinámica que se crea entre el veterano Poitier y el postadolescente Phoenix era lo que hacía posible que el presupuesto del film se alzará hasta los 15 millones de dólares.
El estreno tendría lugar el 18 de marzo 1988, siendo un gran fracaso en Estados Unidos. Más tarde se supo que los movimientos en los despachos de Columbia Pictures (principal productora del evento) hicieron mella en su montaje y distribución, siendo un film mimado por el jefe de producción saliente y, claramente, marcado para morir por el nuevo mandamás.
Si uno ve cintas de temática parecida como ‘El cuarto protocolo’ (John Mackenzie, 1987) o ‘Sin salida’ (Roger Donaldson, 1987), entonces, la película que hoy nos ocupa tiene las de perder. A ‘Espías sin identidad’ le falta mucha alma, intriga, actores motivados y mimetizados con sus personajes y, sobre todo, garra. Si acaso, mencionar las buenas intenciones que muestra para una reconciliación final USA-URSS. Esto se nota cuando muestra a dos espectros de diferentes bandos que, al final, defienden lo mismo… salvo que con otra bandera. Como esbozo de estas intenciones queda ese final con cada uno a un lado del muro fronterizo. También resulta curioso el trasfondo acerca de cómo una nueva esperanza “rusa” puede florecer en América y que luzca la apariencia de un joven idealizado como Jeff/Phoenix. Aunque todo ese aspecto del guión está muy tapado.
Sobre el género predominante podemos destacar el drama en clave de crisis de identidad. Y, hasta cierto punto, la redención. Todo esto lo apreciamos viendo cómo los espías durmientes reaccionan cuando su prácticamente olvidado superior les llama de nuevo a filas. En cualquier caso, no esperen acción. En pantalla apenas veremos un hilo de cadáveres que va dejando el escurridizo personaje de Scuba (Richard Lynch) y tres tiros en su anticlímax.
Del elenco, Sidney Poitier encarna a Roy, un rol que en manos de otro actor menos hábil hubiese caído en un ridículo mayor. A pesar de que Poitier hace intentos importantes de intensidad, el montaje y la forma de ser visualizados acaba dejando a medias o tirando literalmente por tierra su trabajo. Ojo a cuando acude desesperado a pedir explicaciones a los padres de Jeff y acaba agarrado, como un gato a las cortinas, al Jeep 4×4 de estos. En general, Poitier no entrega un mal trabajo, pero digamos que su entorno no lo deja brillar.
En cuanto a River Phoenix decir que da vida a Jeff. Se nota un empeño por parte de productores, director y el equipo de vestuario, maquillaje y peluquería por hacerlo lucir como una estrella. Phoenix, exigido por el peso que llevaba, intenta en muchos momentos entregar instantes de “actor de peso”, pero le vuelve a pasar lo mismo que a Poitier: su intensidad luce falsa a todas luces. No le ayuda tampoco en nada el montaje. La edición presenta tramas que luego deja en el tintero. Incluso nunca explica del todo bien cómo Roy acaba por investigar a Jeff y sus padres de forma tan obsesiva, si no es porque un ordenador le dijo que algo no computaba.
El casting de peso lo cierran Richard Jenkins y Caroline Kava como los padres/espías “durmientes”, unos muy comunes inmigrantes rusos propietarios de un invernadero en California. También se deja ver Loretta Devine como Verna, una encargada del registro que se acaba encamando con Roy. Y ya del otro lado del espectro tenemos a Vojo Goric como un pescador “sospechoso”. Por su parte, Richard Lynch (Scuba) promete mucho con su pérfido rostro quemado para quedar retratado en sus minutos finales. Por último, citar al casi siempre endurecido Richard Bradford como un “lobo gris soviético”. Su personaje saborea algunos sándwiches y tiene una buena escena telefónica, pero carga con ser sorprendido en la ducha ridículamente.
“¿Hablas ruso, Nikita? Puedes llamarme “tovarich”, que en ruso significa camarada” (Konstantin Karpov)
En resumidas cuentas.
Finalizo esta crítica de Espías sin identidad, un film que queda muy por debajo del resto de thrillers de guerra fría y agentes infiltrados en territorio enemigo. Se deja ver por la curiosidad de juntar en pantalla a un mito resucitado en aquel momento como era Sidney Poitier con uno de los actores en ciernes más potentes de los 80, el malogrado River Phoenix. En global es una producción pasable, pero ese detalle extra le da un plus como curiosidad para cinéfilos.
Tráiler de Espías sin identidad
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