El expreso de medianoche
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“Era una película sobre un chico que estaba en un lugar extraño. Era Turquía como podía haber sido cualquier otro lugar”. Alan Parker nos invita a adentrarnos en una de sus obras más deprimentes y desgarradoras. Ha llegado el momento de volver a separar las piedras y descender a las catacumbas. Y recordad que lo mejor es salir por pies de Turquía lo antes posible cogiendo ‘El expreso de medianoche’.

“Esto no son los Estados Unidos. Esto es Turquía, ¿sabes? Aquí estás perdido aunque seas inocente. Aquí nadie es inocente” (Jimmy)

Crítica de El expreso de medianoche

Antes de fallecer, Alan Parker nos dejó tres grandes obras maestras. Me refiero a ‘Arde Mississippi’ (1988),El corazón del Ángel (1987) y ‘El expreso de medianoche’ (1978). Se podría debatir largo y tendido sobre cuál de ellas es mejor… y, quizás, nunca nos pondríamos de acuerdo. Ese es el nivel de estas tres películas. Pero hoy toca recordar la primera de ellas, cronológicamente hablando. Me refiero a ‘El expreso de medianoche’, un film estrenado en cines norteamericanos un 27 de octubre de 1978, según datos de BOM. Y, nada más estrenarse, causó una gran polémica en Turquía. Por decirlo de alguna manera, la imagen ofrecida en el film sobre este estratégico país era poco menos que un insulto. Por ello, se prohibió su exhibición en suelo turco durante varios años.

Lo primero que hay que advertir es que estamos ante una película realmente dura y basada en hechos reales. En concreto, en el film se relatan las penurias sufridas por Billy Hayes, un joven norteamericano que fue detenido en 1970 en el aeropuerto de Estambul con 2 kilos de hachís escondidos bajo su ropa. Tras una serie de calamidades, en 1975, Hayes consiguió regresar a Estados Unidos y escribió un libro exponiendo su calvario en Turquía. No fue hasta 2007 que regresaría al país otomano para pedir perdón por haber exagerado bastante los hechos, previa invitación y salvoconducto de las autoridades turcas. Precisamente, el libro escrito por Hayes fue el que dio pie al guión del film. Un libreto premiado con el Oscar de 1979 y firmado por Oliver Stone en su primer script verdaderamente importante.

Pese al Oscar conseguido, el libreto de Stone es tremendamente maniqueo y partidista. No se obvia el delito cometido por Billy Hayes, pero todo el entramado judicial y policial turco es puesto a los pies de los caballos mediante frases tremebundas. Policías, jueces, fiscales y hasta los propios abogados son descritos como seres grotescos, corruptos, crueles hasta la saciedad y mentirosos. No hay más que ver la propia representación física de todos ellos buscando la fealdad y la caricatura máxima. Inclusive, el propio idioma turco es empleado dentro de esta fealdad como una agresión más a un joven desamparado, aislado y violado en todos sus derechos fundamentales. Para la historia queda su alegato en su segunda comparecencia ante el Tribunal soltando una frase demoledora: “Para ser un país de cerdos es muy curioso que no los coman”. No hace falta decir nada más.

Para la dirección de Alan Parker tan sólo puede haber elogios. Conviene recalcar que apenas contó con un presupuesto de 2 millones de $ y que, lógicamente, no pudo rodar en Turquía, sino en Malta. Tan solo se ordenó a Hugh Hudson rodar algunos planos en Estambul durante un día. Sin embargo, estas dos trabas no son impedimento alguno para que la película presente una gran calidad y siempre tengamos la sensación de estar en territorio turco. Otro acierto de la producción es la gran atmósfera conseguida en la prisión y en el sanatorio mental. La primera la edificaron realmente tomando como base un almacenamiento inglés de la II Guerra Mundial. El mismísimo Billy Hayes quedó impresionado por su realismo sobrecogedor. Con respecto al sanatorio mental (Sección 13) el realismo traspasó todas las barreras al seleccionar como extras a auténticos dementes.

Además de lo anterior, Parker trufa la película de incontables escenas para la posteridad. No recuerdo ahora mismo un film que presente tal cantidad de secuencias memorables. Entre ellas estarían las siguientes: la detención de Billy en el aeropuerto escuchando los latidos de su corazón, su visceral alegato en el segundo juicio, el brutalísimo ajuste de cuentas con Rifki, la escena de amor/masturbación entre Billy y Susan, o las vueltas a la rueda en el sanatorio. Y estas por citar sólo las más famosas en la cultura popular. Por ejemplo, la secuencia del aeropuerto llegó a ser replicada en ‘Los Simpson’ y la “escena de amor” ha sido objeto de homenajes y parodias casi a partes iguales. Todo esto es TRASCENDER.

Siguiendo con el trabajo de Alan Parker hay que sumarle otro punto positivo como es el final del film. El cineasta recurre a una imagen congelada, que puso de modaRocky (John G. Avildsen, 1976), para cerrar la cinta diciendo muchas cosas sin decir ninguna… A este final se llegó gracias a que Parker decidió eliminar las últimas ocho páginas del guión de Stone centradas en la huida de Hayes. Según el británico: “no venían al caso y desentonarían con el resto del film”. Además, el propio director también impuso la no traducción mediante subtítulos de lo que decían los personajes turcos. Parker quería conseguir que el público se sintiera tan aislado como el propio Hayes. Sin duda, lo consiguió. Como curiosidad, el idioma que hablan los turcos es una mezcla de maltés, chipriota, armenio y parte de turco.

La banda sonora completa magníficamente todo el conjunto. La misma fue obra del italiano Giorgio Moroder, que se llevó el Oscar por su fantástico trabajo con los sintetizadores. Un trabajo de los que me gusta decir que identifican claramente a la obra en cuestión. En mi caso no dudé en hacerme con el CD de sus partituras porque es irrepetible.

En cuanto al reparto, tanto principales como secundarios y figurantes están sobresalientemente seleccionados. Resulta difícil encontrar un casting tan perfecto. En primer lugar tenemos a Brad Davis encarnando a Billy Hayes en el que fue el rol de su vida y su debut en cines. A partir de aquí todo fue cuesta bajo para él. Tan metido en las carnes de Hayes se sintió que llegó a enloquecer (literalmente) y a perder el control en la famosa escena de la venganza contra Rifki. Inmerecidamente se quedó fuera de las nominaciones a los Oscars debido a sus escándalos fuera de escena.

Quien no se quedó fuera de los premios fue John Hurt, que consiguió su primera nominación al Oscar como mejor actor de reparto por su papel de Max. El actor británico encarna a un hombrecillo que traba amistad con Billy. La performance de Hurt es intencionadamente patética y frágil ganándose la protección del público y del resto de compañeros. Fiel al método, Hurt ideó por completó el look y tono de Max y no se duchó durante todo el rodaje. También está Randy Quaid interpretando a Jimmy, el mejor amigo de Max y Billy. Quaid nos entrega a un tipo larguirucho que se pasea nerviosamente con un palo en la cintura a la vez que llena su cabeza con fantasías de fugas imposibles. El último compañero de prisión lo interpreta Norbert Weisser como Erich, un sueco con buena planta encarcelado por posesión de drogas.

El papel de los villanos correspondió a Paul L. Smith y Paolo Bonacelli. Ambos encarnan a dos malosos de primerísimo nivel y yo diría que insuperables… al menos en lo que es esta propuesta. Smith da vida a Hamidou, el jefe de los guardias. Destaca, sobre todo, por su físico tipo Bud Spencer del que se vale para dar inhumanas palizas a los reclusos. Atención a cómo usa la expresión corporal para infundir temor y sacudirse el sudor. Por su parte, Bonacelli interpreta a Rifki, un sujeto odioso que es el chivato oficial de Hamidou y sus hombres. Ojo a su lema que deja claras sus intenciones: “Hay que pisar antes de que te pisen y pisar el último”.

Entre los secundarios sobresale Mike Kellin dándolo todo como el padre de Billy. Cada una de sus apariciones son oro puro. Realmente parece que estuviera viviendo en primera persona el drama del progenitor pesaroso. Otro que también llena la pantalla es Franco Diogene como Yesil, un fantasmón orondo y seboso que ejerce como abogado de Billy prometiéndole “el oro y el moro”. Por último, muy pocos minutos tienen Irene Miracle (Susan) y Bo Hopkins (Tex). La primera apenas aparece en dos escenas… pero la segunda es la trascendental “escena de amor” con Billy. Y el segundo sale al principio presentándose como un duro agente del consulado americano que aconseja a Billy colaborar con la policía turca. Su personaje goza de importancia porque es quien, en última instancia, abre todo el calvario para el imprudente joven.

“Trate bien a mi hijo… o le partiré la cabeza, turco hijo de puta” (Mister Hayes)

En conclusión.
Concluyo esta crítica de El expreso de medianoche, una película irrepetible que supuso el cenit para muchos de los que intervinieron en ella. Sus 2 Oscars (banda sonora y guión) y sus 4 nominaciones principales (película, director, actor secundario y montaje) hablan bien a las claras de que estamos ante una masterpiece. Sentarse a verla es toda una experiencia para los amantes del cine, sobre todo para los fans de los dramas carcelarios que encontrarán aquí una obra de referencia.

Tráiler de El expreso de medianoche

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