Casablanca
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“Con el estallido de la segunda guerra mundial muchos ojos de la Europa ocupada miraban con esperanza o desesperación hacía la libertad de las Américas. Lisboa era el más importante punto de partida. Pero no todos podía acceder allí directamente. Y así se formó una tortuosa y accidentada ruta de refugiados. De París a Marsella. A través del Mediterráneo hasta Orán luego hasta el Marruecos francés. Los afortunados obtenían visados hasta Lisboa, la antesala del nuevo mundo. Pero los otros esperaban en… Casablanca”.

“Se llevan a Ugarte y aparece ella. Unos van y otros vienen. Sam, si es diciembre del 41 aquí en Casablanca ¿Qué hora es en Nueva York? Deben de dormir en Nueva York. Deben de dormir en toda América. De todos los cafés y locales del mundo… aparece en el mío. La tocaste para ella. Tócala para mí. Si ella la resistió, yo también. Tócala” (Rick)

Crítica de Casablanca

Si existe un film que se ajusta totalmente al ideal del romanticismo cinematográfico ese es ‘Casablanca’ del director Michael Curtiz. Una película cuya fama y leyenda se alzó por encima del mismo medio. Así se creó a su alrededor un aura de grandeza solo al alcance muy pocas. Y, seguramente, nunca superada por ninguna otra película anterior o posterior… Hablamos de un evento que se levantó como toda una declaración universal hecha en Estados Unidos para aquellos que había perdido más que la fe. Habían perdido a su país, sus ideales y sus sueños. ‘Casablanca’ no podía devolvérselos, pero sí rendirles homenaje y abrirles una pequeña ventana a la esperanza… Romance, intriga, peligro, aventuras, emoción y anhelos. Todo eso y más rezuman los 102 minutos de duración de un film hecho para perdurar.

‘Casablanca’ luce una icónica fotografía en blanco y negro firmada por Arthur Edeson. La música, elemento clave para alzar la historia (ya fuera con sus canciones no originales como las que sí) fue a parar a la batuta de Max Steiner. Y su estreno-premiere en salas tuvo lugar el 26 de noviembre de 1942 en Nueva York. Meses después comenzaría a llegar a todo el territorio nacional y más tarde al mundial. Apuntar que en España no la veríamos oficialmente hasta el 19 de diciembre de 1946.

Estamos ante una obra a la que nunca le han pesado los años. El uso del blanco y negro pocas veces ha dado tanto calado a un film como a este. Y sus visionados, donde se revela siempre como un film nuevo, ofrece detalles escondidos y frases dispuestas a ser acuñadas nuevamente… El lugar donde Curtiz ambienta la historia, además de ser un punto de encuentro emblemático, también es un boulevard de sueños rotos. Poco se podía hacer en aquella Casablanca mostrada en pantalla… más allá de esperar, beber, jugar y morir. Ni siquiera el amor estaba permitido, salvo que ya lo tuvieras antes de llegar a ella. Y tampoco el amor era garantía de nada en Casablanca.

El amor perdido es ese sentimiento que hizo de la película una obra maestra universal y fiel reflejo del romanticismo y de la esperanza en balde. Un sentimiento que, en mayor o menor medida, todos hemos sentido alguna vez… Al mismo tiempo se nos ofrece esa leve ilusión de una vida mejor. De un lugar mejor y de un mundo que se para por un momento, antes de derrumbarse, para ver la vida de tres personas chocar, alzarse, renacer y realizarse. Todo esto y mucho más es Casablanca.

Hal B. Wallis, bajo el amparo de Jack. L. Warner (jefazo mayúsculo de Warner Bros), fue quién compró, por apenas unas migajas, la idea de una obra de teatro que llevaba por título ‘Everybody Loves Rick’. La obra venía firmada por Murray Burnett y Joan Allison. La escritura estaba basada en hechos que ellos mismos presenciaron durante un viaje por Europa para visitar a familiares allí residentes. Toda vez que la idea cayó en las manos de la Warner Bros, estos pusieron la misma a rodar. El guión se escribió con un actor en mente para protagonizarlo y nadie más: Humphrey Bogart. Por mucho que la leyenda lanzará a varios a la carrera como George Raft (eterno rival de Bogart en pantalla) o el imposible Ronald Reagan, Bogart fue siempre la única opción como el sentimental y patriota Rick Blaine.

Humphrey Bogart ya se había fogueado en mil y una aventuras como secundario y/o carnaza de los puños del héroe de turno. Pero, después de tantas oportunidades, en una se había alzado como protagonista ganador. Fue enEl halcón maltés (John Huston, 1941). Gracias a su papel de Sam Spade lo tuvieron en cuenta para convertirse en Rick en ‘Casablanca’. Sin duda, Bogie desempeñaría aquí la más icónica (que no mejor) de sus creaciones.

Por su parte, Mary Astor debía ser su pareja en pantalla. Pero cuando la nacionalidad de la coprotagonista cambió en el papel, también lo hizo en el reparto. Así fue como Ingrid Bergman terminó interpretando a Ilsa Lund. Y eso que, de entrada, era notoriamente mucho más alta que Bogart. El actor tuvo que calzarse unos zancos en sus zapatos para rodar muchas de sus escenas conjuntas. Además de que Curtiz debió usar una buena serie de trucos de ángulo para otras. Bergman nunca lució a un nivel tan perfecto como aquí. Su interpretación ambivalente está claramente marcada por la falta de un final definitivo en el guión mientras lo rodaban. Este hecho estaba en conocimiento de la misma Bergman. La actriz, siguiendo las órdenes de Curtiz, interpretó su papel con un acentuado vaivén amoroso entre Rick y Lazslo. Lo cual ayudó enormemente a su labor.

El elenco se completó con Paul Henreid como el líder de la resistencia, Victor Lazslo. Henreid, conocido anteriormente por dar vida a varios nazis en pantalla, fue quien menos lanzada vio su carrera al participar en la cinta. Su elegante performance queda tapada por ser eso mismo. Por no deslucir, pero tampoco lucirse. Su Lazslo es un líder de perfil bajo, por lo menos en lo que vemos, no en lo que nos cuentan. Y lo que vemos es que luce un traje de verano, un peinado perfecto y un porte señorial, pero poco más. Con Henreid no como pasaría como con Bogart y Bergman, quienes se ganaron en ella la eternidad. Al igual que Dooley Wilson (Sam), un cantante que, por mucho que sorprenda, no tenía idea ninguna de tocar el piano…

Otros que vieron su carrera marcada por la película fueron los geniales Claude Rains (Capitán Renault) y Sidney Greenstreet (Ferrari). Auténticos roba-escenas con secuencias y sentencias para la eternidad. Tampoco debemos pasar por alto al inevitable y ejemplar villano alemán al que dio vida Conrad Veidt (Major Strasser). El que no necesitó de ‘Casablanca’ para ganar más fama, pero sí que brilló a gran nivel, a pesar de su corta aparición, fue el siempre notable Peter Lorre interpretando a Ugarte, un hombrecillo inquietante que tiene mucha prisa por hacerse un nombre.

Poco más queda por decir en esta review. Para todos los que la vieron, siempre la podrán redescubrir de nuevo. Para los que no la han visto, no duden más y ¡háganlo! Presiento que para estos será el principio de un gran idilio con ella. Y a todos los demás… siempre nos quedará Paris.

“El mundo se derrumba y nosotros nos enamoramos” (Ilsa)

En resumidas cuentas.
Termino esta crítica de Casablanca, un film maestro. Una obra inmortal e icónica. Esta película representa la grandeza absoluta del cine y la unión perfecta de géneros. Un largometraje que se filmó, estrenó y alzó en un momento clave para convertirse en leyenda del séptimo arte.

Tráiler de Casablanca

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