Besos de vampiro
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Este fue el film encargado de patentar un estilo de interpretación en la carrera de Nicolas Cage. El sobrino de Francis Ford Coppola se lanzó a tumba abierta para dar vida a un ejecutivo con desapego crónico. Un tipo que da rienda suelta a todas sus fantasías cuando es mordido una noche de juerga por una femme-fatale. Hay besos con sal, hay besos que enamoran, besos que matan y luego están los… ‘Besos de vampiro’.

“¿Uhm, qué estará haciendo Alva?” (Peter Loew)

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Crítica de Besos de vampiro

Negrísima comedia con tintes de terror y merecida calificación para mayores de 18 años. Esta cinta además supuso el debut tras las cámaras de Robert Bierman. Prácticamente desde el momento de su estreno se convirtió en pieza de culto. Esto fue posible gracias, sobre todo, a la desfasadísima performance del, por entonces, todavía semi-desconocido Nicolas Cage.

‘Besos de vampiro’ es una película filmada a mayor gloria de su estrella protagonista, el ya citado Nicolas Cage. Todo aquí está puesto para su recital de caras, sus arranques de furia y su particular estilo de interpretación. Una interpretación en el modo más exagerado que le era posible. En cierta forma, su actuación es del mismo palo que el papel que luego le daría el Oscar en 1996. Salvo que aquí se decantó por el lado auto-paródico y puramente cómico, y en ‘Leaving las Vegas’ (Mike Figgis, 1995) buscó el drama desgarrador.

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‘Besos de vampiro’ comienza con una ambientación en Nueva York propia de un film de terror. Sin embargo, poco a poco, mientras nos van presentando al personaje de Peter Loew (Cage), vamos dándonos cuenta de que el envoltorio de horror es una excusa para la comedia. Comedia que se irá apoderando inexorablemente del metraje. Todo conforme Loew vaya perdiendo más y más los papeles… Algo que va sucediendo, curiosamente, mientras no encuentra un papel clave. Me refiero a un contrato de un prestigioso cliente. Un encargo que Loew pone en manos de la bien intencionada Alva (Maria Conchita Alonso). Ojo porque con ella acabará cargando las tintas en un crescendo de mobbing que alcanza cotas realmente enfermizas (ver cuando Loew acude con una bolsa de sopa a casa de Alva porque ésta no fue a trabajar alegando un resfriado).

Seguro que si no han visto esta película les sonará por ser aquella donde Nic Cage se come una cucaracha viva en primer plano. Algo que hizo hasta en tres ocasiones. Aunque luego se superó a sí mismo cuando, ya “enfermo de vampirismo”, en el parque se pone a perseguir palomas hasta que da con una. Loew se lleva a la pobre paloma a su casa en plan Nosferatu y en traje de ejecutivo. El objetivo es desplumarla y darse un buen atracón.

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Todo el film se sostiene obviamente sobre las espaldas de Nicolas Cage. Así las cosas, sí uno no es fan, o no soporta al actor cuando se pone en plan exagerado,  mejor ni acercarse a esta cinta. Y es que el film contiene momentos de sobreactuación que dejan en pañales al Jim Carrey más desatado. También conviene decir que sí sé es fan de las comedias negras, entonces, este film les robará el corazón. Aquí podemos ver a uno de los intentos de chupa-sangre más penosos y cutres de la historia. Presten atención a la guarida que se va fabricando Loew en su piso, o al momento en que acude a una tienda de bromas a comprarse unos colmillos a juego con su “nuevo yo”…

En el reparto conviene resaltar también a Jennifer Beals como una femme fatale de bar. Por otro lado está Kasi Lemmons como un joven ligue de Loew y la ya citada Maria Conchita Alonso como Alva, el centro de todas las iras del personaje principal (inenarrable colección de caras de horror las de la pobre Alva, en un papel que la Alonso saca delante de forma sobrada). Además, en un rol de peso podemos ver a Elizabeth Ashley como la Doctora Glaser. Ella es la psiquiatra a la que Loew acude cada martes. Imperdible la comparación entre la primera y última consulta con un Loew ya perdido entre la noción de lo que es real y lo que no.

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En resumidas cuentas.
Finalizo esta crítica de Besos de vampiro, un film hecho para explotar todo el potencial de Nicolas Cage. Aquí comenzó a cimentarse la leyenda de que Nic es un género en sí mismo. A la vez patentó la fórmula del sub-producto de comedia negra de chupa-sangres con films que luego quisieron seguirle y acabaron fracasando. El mejor ejemplo sería ‘Un vampiro suelto en Brooklyn’ (1995) de Wes Craven con Eddie Murphy.

Tráiler de Besos de vampiro

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