La semilla de Chucky
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Don Mancini toma el relevo de Ronnie Yu y lleva a “Chucky” a la auto-parodia. El resultado es, sin lugar a dudas, la más floja de todas las entregas del «muñeco asesino». El mítico Good Guy regresa con Tiffany y con un tercero en discordia: su hijo. Al igual que sus padres, también es un muñeco y se llama Glen. Es hora de tocar el Infierno con los dedos. Es tiempo de… ‘La semilla de Chucky’.

“Como muñeco soy súper-famoso. Uno de los asesinos más conocidos de la historia. ¡Soy Chucky el muñeco asesino!”

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Crítica de La semilla de Chucky

Don Mancini, padre de la criatura y firmante de Muñeco Diabólico 3 (1991), volvió a ponerse tras las riendas de un nuevo capítulo de la saga. Lo hizo aquí con ideas renovadas y un con el punto de partida de la comedia negra. Este camino ya había sido recorrido anteriormente por el cineasta asiático Ronnie Yu en La novia de Chucky (1998).

Mancini va más allá y lleva a cabo un trabajo desmitificador, auto-paródico, caricaturesco y exento de gracia. Todo eso rematado con la presencia de una de las creaciones más feas y rancias que uno pueda imaginar: el tal Glen o Glenda. Un nuevo personaje con guiño evidente a Ed Wood. Además, el mismo personaje acaba siendo un cúmulo de referencias tanto al citado Wood, como al cine de Alfred Hicthcock, sobre todo a Psicosis(1960).

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En el elenco tenemos a Jennifer Tilly que regresa a su personaje, Tiffany. Además, se interpreta a sí misma como una degradación de lo que el público piensa de ella. Otro que tiene un personaje de más o menos relevancia es el rapero Redman. Un tipo que, en su día, manifestó que morir en una película de Chucky era todo un honor. El inefable John Waters es otro que se apuntó al film por su veneración al mito del estrangulador de Lakeshore.

En cuanto al eterno protagonista de la función, y eje central de la saga, decir que Chucky (Brad Dourif) está bastante desperdiciado en este film. El muñeco queda ahogado entre el protagonismo que Mancini le da a Glen/Glenda, y a las sub-tramas de Tilly como actriz frustrada. Esto lleva al “pequeñajo” a tener apenas momentos para sacar el cuchillo a pasear. Y cuando lo hace, la cinta sigue decepcionado, haciendo gala de una violencia muy light. Me refiero a que todo parece de dibujos animados, dejando de lado el tono descarnado de las dos primeras entregas de la franquicia.

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Dado lo irrelevante de este capítulo, en La maldición de Chucky (Don Mancini, 2013) apenas se hace mención a los hechos narrados aquí. Y sólo la sorpresa final, y unas breves líneas de diálogo de Chucky, remite a este capítulo.

En cuanto al trabajo para poner en movimiento a Chucky & Tiffany, se necesitaron siete personas por muñeco. A estas sumar otras cinco para Glen/Glenda. Hay momentos en que los dos primeros personajes parecen tener vida propia, ya que sus movimientos son bastante naturales. Sin embargo, en otros resultan forzados y mecánicos. En cuanto al manejo de Glen/Glenda se denota una total falta de interés en que este resulte creíble. Para ejemplos, ver esa fuga de Glen del vodevil, o ese absurdo tic del ojo (acompañado de un sonido aberrante).

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En resumidas cuentas.
Termino esta crítica de La semilla de Chucky. Una desganada quinta entrega del mito del estrangulador. La película carece de humor y las escenas de asesinato están retratadas como si te tratara de los dibujos de ‘Rasca & Pica’.

Tráiler de La semilla de Chucky

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