John Wick 4
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“¿Ha venido creyendo que puede abandonar esta vida, señor Wick? Se equivoca. Si gana, la Alta Mesa cumplirá su palabra. Tendrá su libertad. Pero no lo aceptará. No existe John, el devoto esposo. Solo existe John Wick, el asesino”. Es hora de que hablen las reglas y consecuencias en ‘John Wick 4’.

“Así es la vida” (Winston)

Crítica de John Wick 4

Todo viaje tiene un final. Desde que en 2014 John Wick llegó a nuestra vida, hasta casi diez años después, la evolución del mito y de las películas de la saga ha sido notable. Desde una pequeña producción de culto hasta un fenómeno fan mundial. Lo cierto es que con Parabellum (2019) pensamos que el listón de la acción, la imposibilidad física y el demoledor ritmo non-stop eran difícilmente superable, pero ¡nos equivocamos! ‘John Wick 4’ viene para redefinir el cine de acción y fusionarlo de forma definitiva con el shooter. El film mezcla de forma ya totalmente irreversible el cine con el mundo del videojuego.

Dice un buen amigo mío que ‘John Wick 4’ no es cine. Al menos, tal y como conocemos y concebimos el cine. Y no lo es ni siquiera englobado dentro del género de acción. Esta cuarta entrega es otra cosa. Aquí estamos ante un videojuego en tercera persona donde Keanu Reeves juega ante nuestros ojos, tal cual streamer. Reeves aparece vestido como JW y porta munición infinita para enfrentarse a enemigos globales y jefes de fases. Y todo esto además con la barra de vida siempre repleta. Y así es. No hay más. Lo tomas o lo dejas… El film original era un thriller de venganzas. La segunda netamente era una cinta de acción. Ya la tercera parte se convertía en una persecución perpetua. Y así, siempre a más, hemos llegado a este apabullante, descomunal, excesivo e imposible tour de force que es ‘JW4’.

‘John Wick 4’ es excesiva en sus set-pieces. Las escenas de acción nos asaltan enlazadas una tras otra sin ningún tipo respiro, sin posibilidad de escape y sin dejarnos coger aire. La acción apenas es cortada por tres secuencias de diálogo. Todas ellas interesantes sí, pero de escaso grano entre tanta multitud de paja… Cuando en un film de acción sientes que sobra acción ¡eso nunca es buena señal! Y aquí lo sientes. Sobra acción, sobra metraje y falta desarrollo. Al punto de que tantas matanzas, tantos cadáveres y tan barata se vende la carne… que toda esta masacre transforma el espíritu del liquidador por venganza (o profesión) al de asesino en serie.

La imposibilidad hace acto de aparición. El meme sobrevuela el asunto y puede acabar con más de uno, fan o seguidor puntual del género, removiéndose en la silla e incómodo. Porque, aunque sabe que lo que ve en pantalla es toda una ilusión, los que mueven los hilos no hacen nada por vestirla un poco. Al contrario, la muestran desnuda ante nosotros.

Incluso, y en un claro error de montaje, uno llega a sentir que John Wick se acerca a sus antiguos amigos, y escasos aliados, de forma egoísta. Wick sabe que, en el fondo, casi todo lo que toca muere y le da igual… o eso parece. Como vemos, nuevamente el guión falla y no se paran a prestarle atención. Se presentan amigos nuevos, pero sin un trasfondo donde sentir esa camaradería. El único fondo es una mera excusa visual para más set-pieces. Quizá esto último en una especie de alocada carrera por hacer la película con mayor bodycount de la historia.

No quiero dar la impresión de hater con todo lo ya comentado. Por supuesto, ‘John Wick 4’ es un film notable y laboriosamente dirigido a nivel de acción y espectáculo, pero nada más. Por el camino no encuentra su tono, no logra redondear el timing que debería tener. Al final termina resultando un total empacho visual. Ver la película es como cuando uno va un buffet libre donde todo tiene buena pinta y acaba saturado…

Destacando algunas de las set-pieces, la primera sería aquella que nos muestra en picado una batalla de fuego descomunal en un edificio abandonado. Además resaltaría el abrazo al neo-noir en Osaka con una fusión entre las coreografías tipo “ballet” puramente Jackie Chan con el cine de samuráis y el propio cine made in Stahelski. Ojo a cuando rompe con lo anterior para añadir sus tiroteos infinitos y un inenarrable uso de los nunchakus. También sensacional es su clímax. Un cierre en el que, brevemente, deja a los actores que se sequen algo el sudor, para volcarse en el Spaghetti Western con un bello homenaje al cine de Sergio Leone… En lo peor queda el acercamiento a lo imposible con la persecución en coche y moto que acaba en una rotonda mortal de París (ciudad totalmente abandonada policialmente) y con el definitivo meme de las 220 escaleras.

La música contiene unas cuantas piezas bastante interesantes a cargo del siempre atareado y estruendoso Tyler Bates. Y la fotografía es obra de Dan Laustsen. Sus imágenes en su mayoría son de noche, pero con un nivel de nitidez y salvajismo digno de alabar. Su trabajo salta a la vista y, a buen seguro, no fue fácil… porque encontrar la belleza entre tanto rojo sangre no es tarea sencilla. Más aún cuando decimos que prácticamente el 90% del film transcurre de noche, salvo unos breves planos finales y la escaramuza en el desierto.

Sí hay un protagonista absoluto, y al cual hay que mostrar respeto (no solo por este film, sino por su entrega durante toda la saga), ese es Keanu Reeves. Aquí su John Wick habla casi menos que en el resto de películas y aumenta en mucho sus agarres, llaves y barridos antes que los puñetazos y las ya olvidadas patadas. Por supuesto no le hace ascos a la potencia de fuego y a las armas blancas. Presten atención la secuencia de la discoteca. Eso sí, lo que más hace es llevarse una buena serie de golpes, atropellos, caídas y palizas que apenas le hacen mella. Se ve que los trajes de kevlar también los hacen bien acolchados.

Del resto del casting sobresalen, sin entregar ninguno una interpretación digna de Hamlet, un soberbiamente engrandecido Bill Skarsgard, atreviéndose incluso a hacer una imitación de Pennywise a cara lavada. También están dos animadores de fiestas como Donnie Yen y Scott Adkins. El primero en un papel que no se sustenta sobre ninguna verosimilitud, pero que está para pasarlo bien. Y el segundo mezcla de forma grotesca y genial a Les Grossman y Sammo Hung para su Killa, el rey de los bajos fondos de Berlín. Adkins se luce bastante por encima de lo esperado sentado en una mesa barajando cartas y asignando balas a sus compañeros de “partida”. Pasan el corte, al más puro y duro estilo “piloto automático”, Ian McShane como Winston y Laurence Fishburne en un cameo expendable total.

Por su parte, Hiroyuki Sanada ya es totalmente consciente de que sí lo llaman para un film en USA es para empuñar una katana y recitar unas cuentas líneas profundas estilo “El arte de la guerra”. Al contrario, buenas fostiadas nos regalan Marko Zaror (Chidi) y Rina Sawayama (Akira). Al respecto de Shamier Anderson (Rastreador) decir que “hereda” el rol de Halle Berry en “Parabellum”, pero cambiándole el sexo. Y ya para el final nos quedan Clancy Brown y el recientemente desaparecido Lance Reddick. Brown parece vestir los ropajes de Jeff Bridges en Malos tiempos en el Royale (Drew Goddard, 2018) y Reddick, lógicamente, se despide de la franquicia…

“¿Unas últimas palabras?” (John Wick)

En resumidas cuentas.
Termino esta crítica de John Wick 4, la entrega más esquizofrénica de la serie. La mayor montaña rusa de la imposibilidad y del actioner jamás realizada. Un viaje sin retorno como espectadores de lujo a la partida final de Keanu Reeves. Recuerda, sí sacas el ticket para la atracción, no vale bajarse en marcha…

AVISO: Hay una escena adicional al final de todos los créditos.

Tráiler de John Wick 4

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