Días de trueno
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“Tú no deberías conducir coches ni en la pista, ni en la carretera, ni en un aparcamiento. Eres egoísta, estás loco y muy asustado. Estás muerto de miedo. Tienes la misma enfermedad que Rowdy… se llama rechazo y os matará a los dos. Queréis controlar algo incontrolable. Y te diré un pequeño secreto: El control es una ilusión. Nadie puede controlar nada. Ahora lo sabes y estás asustado…”. Tony Scott presenta a Tom Cruise en ‘Días de trueno’.

“Constrúyeme un coche y ganaré en Daytona” (Cole Trickle)

Crítica de Días de trueno

El reencuentro entre el director, los productores y la estrella de Top Gun (1986) se produjo en ‘Días de trueno’. Por un lado, Tony Scott venía del severo fracaso comercial de Revenge (1989). Esa película lo dejó bastante tocado y necesitado de un éxito de taquilla con el que poder afrontar proyectos que le motivaran con un mayor espaldarazo financiero. Por su parte, los productores, Don Simpson y Jerry Bruckheimer, pretendían repetir la fórmula del éxito anterior cambiando los cazas por coches modificados. Además contaban con el apoyo de la Nascar. Y también con el regreso de Tom Cruise, ya toda una estrella de gran calado. Y más que menos así se gestó ‘Días de trueno’, la versión en “coches furiosos” de ‘Top Gun’ al estilo de los años noventa.

Para esta nueva aventura, Simpson y Bruckheimer contaron con unos imponentes 60 millones de dólares de presupuesto. Además la Paramount se sumó como apoyo para mover el film en grandes salas. La filmación se realizó aprovechando las carreras en pistas reales entre diciembre de 1989 y mayo de 1990. Esto también sirvió para contar con la aparición de varios pilotos profesionales del circuito. Y la inspiración de numerosos hechos reales que lograron insertar en el metraje y que pudieron cuadrar dentro de la trama. Una trama redactada por el mítico script doctor de Hollywood Robert Towne, en colaboración con el mismísimo Tom Cruise.

Towne hilvana un guión clásico de films de carreras al estilo de ‘Grand Prix’ (John Frankenhimer, 1966) o ‘Las 24 horas de Le Mans’ (Lee H. Katzin, 1971). Y todo para situar a Cruise en medio del humo de escapes y el aceite derramado en la pista. Y junto a él dos actores que se van pasando el cetro de villano de la función. Estos dos son: el siempre cumplidor Michael Rooker (Rowdy). Y, por otra banda, el eterno encantado de conocerse Cary Elwes (Russ). El mayor problema no es que no entre a contarnos más de Rooker o Elwes, sino que toca muchos palos para luego dejar en el aire gran parte de ellos. Y, sobre todo, el precio a pagar para que uno entre y el otro salga.

El film podría englobarse claramente en un subgénero de cine para hombres. Es decir, una película que habla de temas que parece afectaran solo al género masculino. Las mujeres apenas aparecen o bien para ser floreros (la evidentemente consciente escena de la falsa policía) o para intentar aportar algo de cordura (el caso de la doctora Lewicki). De resto, el film transita por temas como el riesgo, el desarraigo, la adrenalina de las carreras, la vida del piloto, la búsqueda de patrocinadores, la presión por ganar sobre todas las cosas y sobre todo el mundo… De pasada, también se intenta penetrar en la vida de los que viven la carrera tanto o más que su propia existencia fuera del circuito. Aunque esto lo logre con brochazos y pasando ciertamente por encima, o siempre insertando secuencias que devuelvan al film la ligereza que quiere mostrar.

La dirección de Tony Scott no hace grandes piruetas. Y esto es así porque los “coches modificados” no daban para ello. El mítico artesano logra que la película apenas tenga tiempos muertos y que sintamos de pleno la adrenalina de las pruebas. Respecto a las carreras, además de la peligrosidad latente, resaltar las dificultades para los adelantamientos, la clave de los pases por boxes y la elección de una correcta estrategia. A destacar el tremebundo accidente de mitad de metraje con severas consecuencias para sus protagonistas. Y ¡cómo no! el clímax en Daytona 500. Eso sí, hay claros recortes de metraje reduciendo la duración para hacer la propuesta más comercial convirtiéndola en un placer culpable… Por otro lado, hay que valorar positivamente la sobria dirección de fotografía del habitual de Scott, Ward Russell. Y la fanfarria totalmente reconocible made in Hans Zimmer.

Protagonizando la película destacan Tom Cruise y Robert Duvall. El primero como el más arriesgado piloto que se ha conocido. Cruise hace de un joven que sale prácticamente de la nada y que solo sabe conducir. Buen rol el suyo haciéndose con un personaje que debe de aprender que ni siquiera las carreras se ganan solas… por mucho que sepas conducir. A su lado, y prácticamente durante todo el metraje, está el veterano Duvall, un actor superlativo da igual el papel o el género. Interpreta a Harry Hogge, un jefe de mecánicos que logra “dar vida” a los coches a medida de sus pilotos. Duvall logra que empaticemos rápidamente con un tipo ya de vuelta que acepta seguir bajo los cascos y junto al asfalto por creer en Cole.

Además es justo reconocer la importancia de Cary Elwes como Russ, otro piloto que también sale de la nada pasada la mitad del film. Elwes da vida con sobrada solvencia al reverso “sucio” de Cole. En su caso es un joven sin más ambición que ganar sin importar a quien pise en el camino. Y, aunque a priori no lo cite entre los que destacan por su protagonismo, Michael Rooker logra ser parte del triángulo central. Rooker es un piloto de la vieja escuela que no acepta que lo aparte del circuito nada ni nadie. Por motivos puramente de guión, quedará fuera de las carreras convenientemente para que Russ vaya a por todas.

Del resto del elenco citar al hoy desaparecido en combate Randy Quaid (Tim Daland) como un jefe de escudería al que amenazan con mandar a vender coches de segunda mano si no pone paz con sus pilotos. Fred Dalton Thompson es Big John, el gran mandamás del circo automovilístico. Su papel es de apenas dos escenas sentado y poniendo firme al citado Quaid. Y, para el final, nos queda Nicole Kidman. La actriz fue una petición expresa del mismísimo Tom Cruise cuando la vio aparecer de forma electrizante en ‘Calma total’ (Philip Noyce, 1989). Kidman encarna a una doctora que no soporta las carreras ni a los temerosos conductores. Al final acabará enamorándose de Cole y asistiendo al circuito para animarle.

“Es un peligro para él y para los demás. Si se me acerca lo enviaré el muro. Así de simple. No espero verle excepto en mi espejo retrovisor” (Russ Wheeler)

En resumidas cuentas.
Acabo esta crítica de Días de trueno, una mitificada película de carreras que apuesta por el divertimento y la flipación por encima de otras ambiciones. Un correoso Tom Cruise aprovecha un personaje que ya conocía para seguir labrándose una carrera estelar junto a un veterano de probada eficacia como Robert Duvall. Rapidísimas y peligrosas carreras al límite dan forma a todo un producto típico de los años noventa.

Tráiler Días de trueno

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