Panorama para matar

Tras una misión en Siberia, Bond encuentra el cuerpo de 003 con un colgante y un microchip que avisa de las actividades de Zorin Industrial. Por ello, Bond decide seguir la pista al hombre de negocios anticomunista y con ascendencia francesa llamado Max Zorin, un apasionado de los equinos con claras ansias de dominio mundial. Cuanto más investiga Bond… más se acerca a un complot con microchips que amenaza con volar por los aires la falla de San Andrés y enterrar bajo el agua a Silicon Valley. (Cineycine).
“Son parte muy importante de mi carrera. Estuve doce años interpretando a Bond e hice siete películas en ese tiempo. Yo era conocido antes de Bond, pero después de él todo fue a más. Las películas de 007 estarán por siempre y yo estoy muy orgulloso de ello”. Roger Moore entrega su licencia para matar y cuelga su Walter PPK afrontando todo un ‘Panorama para matar’.
“Lo importante en una misión es el espíritu de sacrificio” (007)
Crítica de Panorama para matar
Resulta de justicia que, una vez damos por finalizado el recorrido de Sir Roger Moore como James Bond, traigamos a colación su opinión sobre ‘Panorama para matar’, el film que supuso su despedida de la franquicia. Sus declaraciones están recogidas del comentario de audio cuando fue a revisionarla con motivo del lanzamiento del DVD: “De todas las películas de Bond que he hecho, esta es la que menos me gustó. Disfruté enormemente rodando en San Francisco, visitando amigos y comiendo en buenos restaurantes. Pero supongo que ya estaba muy cansado para seguir siendo 007… por eso es la que menos me gusta. Y creo que matan a mucha gente al mismo tiempo. Y a mí me gusta más cuando los matábamos de uno en uno”. Recordemos que Moore había debutado como 007 en ‘Vive y deja morir’ (Guy Hamilton, 1973).
Hay que apuntar que ese cansancio del que habla Moore, no solo estaba asociado a su interpretación, sino también viendo el film. Y, además, a la aparentemente gastada, por aquellos años, “fórmula Bond”. No en vano, tuvieron que parar durante algún tiempo para intentar encontrar otro camino dentro del cine de los años ochenta. Pero ni con cambio de actor protagonista lograron insuflar vida a la saga. La misma no volvería reverdecer laureles hasta mediados de los años noventa ya con Pierce Brosnan. El actor británico ejemplificó un Bond que era una mezcolanza de los de Connery & Moore… pero sin renunciar a su personalidad propia.
El estreno de esta decimocuarta entrega de 007 tuvo lugar en EEUU el 24 de mayo de 1985. El título para España procede del casi exacto ‘A View to a Kill’. Y detrás de las cámaras se situó John Glen, siempre capaz de lo mejor y lo peor en el universo Bond. Aquí no parece poder darle ritmo a un film demasiado largo para lo que quiere contar (más de dos horas de metraje). Además las localizaciones en San Francisco no son precisamente hipnotizantes. De hecho, parece que hubieran sido elegidas con vistas a que Roger Moore no se aburriera fuera del set… antes que para que la película luciera en pantalla. En este sentido, la fotografía del evento fue a las manos de Alan Hume. Recordemos que repetía en dicha labor desde la anterior y mucho más festiva ‘Octopussy’ (John Glen, 1983).
Retomando la labor de John Glen tras las cámaras, me veo obligado a afirmar que estamos ante su trabajo menos pulido para la saga. Aunque contiene elementos rescatables que son, en gran parte, revisiones a trabajo ya hecho. Por ejemplo, la set-piece de la Torre Eiffel con el inenarrable asesino de la caña de pescar. O la secuencia de apertura con el doble de Roger Moore (un esquiador experto en acrobacias) ganándose a pulso el sueldo.
El guión del evento cuenta con la firma de unos habituales de la franquicia como Richard Maibaum y Michael G. Wilson. Ambos adaptaron una novela del ineludible Ian Fleming. Eso sí, la trama, una vez desmenuzada del grueso que tapa sus intenciones ocultas (que suelen ser las del villano de la función), es realmente de esas que solo puedes tachar como imposible. Y ya ni hablamos de cómo se le va dando masticado todo a Bond para salvar la misión. Por no hablar de sus encuentros claves con personajes que le dan por servida la búsqueda de pistas. Por su parte, la banda sonora volvió a recaer en John Barry. Al legendario compositor se le sumó la aportación del grupo británico Duran Duran, una mítica banda ochentera que aportó la canción principal del film.
En cuanto a la acción resaltar que va marcando cada casilla de la fórmula Bond. Esto es: Tierra, mar y aire. Así pues, no vemos nada que pueda resultar estimulante por sí mismo. Ojo al clímax final, ya que casi se puede decir que, tal y como dijo Moore líneas más arriba, muere más gente de seguido que en todos los Bond anteriores juntos… De resto, la cinta avanza con un mix de todo lo que podía ser vistoso en la primera parte de los ochenta sin encontrar una personalidad propia. Esto último algo que sí sucedió en otros films superiores de la era Moore. Incluso se podría decir que falla en lo más grave al carecer de una potente patina visual.
Del reparto destaca el esbozo del villano, Max Zorin, al que da vida Christopher Walken. El actor aparece con su patentada forma de moverse y su marcada dicción. Y sobresale aunque sea más por el ímpetu que entrega, con un imposible pelo oxigenado, que por lo bien escrito del personaje. A su lado se mueve una tigresa de furia desatada encarnada por Grace Jones. La cantante siempre fue una actriz con una estimulante y potente fuerza en pantalla. Walken y Jones son los que más hacen por elevar la producción… puesto que a Roger Moore se le nota demasiado el aburrimiento. Se anima algo cuando le toca crear una dinámica cómica con su amigo en la vida real, Patrick Macnee (Tibett). Macnee adopta el rol de chofer, y explotado sirviente, cuando Moore toma “prestada” la identidad de un petulante criador de caballos.
De los habituales, poco que rascar. Desmond Llewelyn (Q) y sus aparatejos. Louis Maxwell pasa “una tarde en las carreras” como Moneypenny. Y un cumplidor Robert Brown heredando el rol de M. Por otro lado, y sobre la pasarela de chicas Bond, apuntar la presencia de hasta tres actrices de reconocida belleza: Maud Adams (sin acreditar) repitiendo en un film Bond, Tanya Roberts (Stacey Sutton) y Fiona Fullerton (Pola Ivanova). Cada una tiene su momento de lucimiento, siendo Roberts la que más minutos dispone. Eso sí, no pasa del rol de mujer en apuros como la heredera de un imperio caído en desgracia que Zorin ansia comprar para sus planes. Por último, y como curiosidad, pueden ver a Dolph Lundgren debutando en cines sin una sola línea de diálogo. El luego famoso Ivan Drago aparece en una secuencia en unas gradas sobre el minuto 52 de película.
“Menudo panorama… ¡para matar!” (Zorin)
En resumidas cuentas.
Acabo esta crítica de Panorama para matar, una cinta que, con el paso de los años, ha quedado como un film más conocido por su canción original a cargo de Duran Duran, y la estimulante presencia de Grace Jones y Christopher Walken, que por ser una aventura de Bond que cumpliera con los estándares. Sin duda, un final forzado para Roger Moore que supo dotar de buena percha, ironía y humor a 007. Aunque no siempre el balance fuera positivo. Solo para fans y para ver una vez y ya.
Tráiler de Panorama para matar
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