Jugada salvaje
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Las Vegas es la ciudad del pecado. Lo que pasa en ella, se queda en ella y el que entra nunca sale… por lo menos no siendo el mismo. Hagan juego, la casa siempre gana. Elvis, Sinatra, el desierto, neones, moteles, prostitutas, hoteles, juego, vida, muerte,… Durante décadas, obras de culto del cine han elevado a esta ciudad como uno de los grandes símbolos americanos. Ahora le toca el turno a Jason Statham para preparar en la “ciudad del juego” su propia… ‘Jugada salvaje’.

“Nunca apuestes en contra de un tipo que tiene una mano letal”

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Crítica de Jugada salvaje

‘Jugada salvaje’ tuvo la mala fortuna de caer en el “Directo a Video” en nuestro país. Se estrenó en alquiler en mayo de 2015 y salió a la venta el 10 de junio del citado año. El film es un remake reescrito más al gusto de William Goldman que la adaptación de 1986 titulada en español ‘Acorralado en las Vegas’, protagonizada y controlada por Burt Reynolds. Precisamente, a Reynolds le dedican un guiño, con mucho “amor”, en su secuencia de apertura (convenientemente modificada del original). En la misma vemos como un personaje con bigote y peluquín es ridiculizado por Nick Wild (Statham). Además, se da la casualidad (o no) que Statham compartió plató y escenas con Reynolds en la inefable ‘En el nombre del rey’ (Uwe Boll, 2007).

El primer cineasta que tuvieron en mente para llevar a cabo esta “revisitación” fue Brian De Palma. Sin embargo, Goldman quería preservar su visión y la entrada de De Palma suponía plegarse a él. Por ello, logró que Simon West (con quien trabajó anteriormente en ‘La hija del general’) ganara la partida. Eso sí, apoyado por el beneplácito de Jason Statham (que ya le conocía por haber estado a sus órdenes en The MechanicyLos Mercenarios 2). Statham, mediante su socio, Steve Chasman, compró los derechos de la novela ‘Heat’ para llevar a cabo este remake. Dicho todo esto, pasemos al asunto… vayamos directos a la crítica de Jugada salvaje.

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Cine de perdedores de los de toda la vida, eso es ‘Jugada salvaje’. Un film en la línea de clásicos como ‘El buscavidas’ (Robert Rossen, 1961), ‘Ladrón’ (Michael Mann, 1981) o ‘Sed de poder’ (Stuart Rosenberg, 1984). Su protagonista es un personaje típico de antihéroe trasnochado muy setentero y tan del estilo del propio Burt Reynolds o James Caan. Un antihéroe también clásico de principios de los 80, justo hasta que RamboyCommando cambiaron el tipo de héroe durante un lustro… y justo hasta que llegó John McClane. Esto es, un tipo solitario que va a lo suyo pero que tiene una serie de puntos débiles. Puntos que los demás usan para manipularlo y hacerle tomar de nuevo el camino de las armas. En este caso, armas blancas y sus propios puños.

‘Jugada salvaje’ sigue además el camino que Statham ya marcó conParker (Taylor Hackford, 2013) y prosiguió con The Mechanic’  (Simon West, 2011) yEl protector (Gary Fleder, 2013). Me refiero a films con nombres importantes en el guión y/o dirección, ya sean de ayer o de hoy. Cintas con libretos más trabajados que sus anteriores trabajos y con un aroma y estilo seventies. Estilo muy del gusto del intérprete británico, fan declarado de Charles Bronson y Sam Peckinpah.

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¿El problema de este film? Pues que el público no termina de ver a Statham en estos roles. Desde su notable intento de setenterización con ‘El robo del siglo’ (Roger Donaldson, 2008) todo fueron fracasos en este tipo de papeles minimizando en cada producción el nivel de gastos. Por eso ‘Jugada salvaje’ nos llegó, como expuse al principio de la reseña, a España directa a DVD y sin hacer ningún ruido. Tampoco vimos ningún tráiler promocional doblado y casi nadie se enteró de su existencia. Viéndola es evidente que, por calidad, no mereció ese trato, pero es que en USA la cosa pintó aún peor… Conviene preguntarse: ¿merecía ‘Jugada salvaje’ un trato semejante? ¿Es tan mal actor Jason Statham como para que no se le dé la oportunidad de interpretar más y patear menos?

Aquí tenemos un vibrante thriller de perdedores en Las Vegas con mafia, mujeres, juego, moteles, bares abiertos 24 horas, luces de neón a cada paso y tres secuencias de combates que nada tienen que envidiar a las vistas enThe Equalizer(Antoine Fuqua, 2014). Además, Statham lleva a cabo un notable trabajo interpretativo, de los mejores de su carrera. El inglés se exhibe rebosante de carisma y masculinidad. Muy acertado en la parte dramática y brutalmente seco en la acción. En unos cuantos instantes su forma de luchar y moverse recuerda a la del Van Damme más desatado. Difícilmente se le puede pedir más a este film de lo que da. Aquí tenemos hora y media de evasión y entretenimiento con un protagonista que llena la pantalla en cada plano. Esto, hoy día, ya son palabras mayores… aunque por lo visto, no para todo el mundo.

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Nick Wild es, sin duda, una de las más trabajadas creaciones de Jason Statham. El actor recrea a un perdedor que ansia un sueño recurrente, pero que sigue siendo un perdedor con una meta que en el fondo sabe que nunca alcanzará… Atención a la tremebunda escena en donde Wild se sincera/derrumba en el bar, fichas en mano, ante Cyrus (Michael Angarano) para luego volver a las mesas de juego como buen perdedor que no sabe cuándo ha ganado… Los ecos del inolvidable Paul Newman de ‘El buscavidas’ y ‘El color del dinero’ son más que evidentes. No por casualidad, Goldman escribió para Newman ‘Harper: Investigador privado’ y ‘Dos hombres y un destino’, dos odas al perdedor con mayúsculas.

Al mismo tiempo, ‘Jugada salvaje’ presenta una serie de personajes secundarios de un peso que uno le presupone a una ciudad como Las Vegas y que redondean la trama. El hijo mimado de un jefe de la mafia, DeMarco (Milo Ventimiglia), que desde su habitación de hotel en las alturas cree que puede hacer lo que le plazca sin que esto traiga consecuencias. Una mujer de vida alegre con pasado en común con el solitario protagonista, Holly (Dominik Garcia-Lorido). Nunca sabremos si utiliza a Nick para su beneficio propio y sin importar las consecuencias o, si de verdad, acude a él por un amor aún latente. Y, finalmente, el inevitable solucionador de problemas local (también conocido como el tipo que pone la mafia para que todo esté controlado), Baby (Stanley Tucci), cuya admiración por el protagonista no debe cegar su buen juicio.

Todos esos personajes, como digo, redondean la historia principal y van encontrándose por el camino que el propio Nick se va labrando a base de buenas y, casi siempre, malas decisiones. También lo hacen en “cameos expendables” gente como Sofía Vergara, Jason Alexander y una bastante cambiada Anne Heche. Al final, el pozo del film, nos remite a Redención (Steven Knight, 2013), y es que a un tipo como Nick es mejor no despertarlo de su letargo.

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En cuanto a la dirección, Simon West incluye lo mejor y lo peor de su estilo. Destaca esa pesadez tan suya que se va apoderando del conjunto cuando no hay estruendo. Esto es algo que West no termina de solucionar, y que, por ejemplo, ya se vio en La hija del general(1999). Ocurre que aquí cuenta con un animador como Statham que se pone la película sobre la chepa (Nick Wild dixit), salvando la tara principal de West. Un West que incluso se tira a la mitomanía pura y dura con esa selección musical tan Scorsese con las melodías más improbables sonando en momentos violentos (ese villancico en mitad de una coreografía monumental de mamporros). Al final, su dirección no está al nivel del guión, actores o secuencias de combates. Estas últimas ideadas y filmadas por Corey Yuen.

Otro apartado que conviene mencionar para bien es el de la fotografía de Shelley Johnson, responsable del mismo campo en ‘La partícula de Dios’ (Tony Krantz, 2010). Su fotografía es lo que uno espera de un film ambientado en Las Vegas: neón, reflejos y aroma a vicio. Y la música, como ya se mencionó, funciona por ese aire al Rat Pack de los años dorados tan intrínsecamente ligado a “la ciudad del juego”.

“Quiero tener que golpear a alguien por mis propios motivos y no por los de otro” (Nick Wild)

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En resumidas cuentas.
Otra incomprendida pieza de género. Otro film de los de antes. Otra cinta tan esencia de los 70, tan del gusto de Statham, tan igual a su protagonista. Igual que el coche que conduce (Ford Torino GT) y hasta igual que los sueños que persigue. Lástima que muestras de género como estas no encuentren el lugar que merecen y que acaben abocadas a extinguirse. En una era digital, lo analógico es un anacronismo andante, es ayer… y el público lo que quiere ver son a héroes del mañana.

Tráiler de Jugada salvaje

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