28 años después

El joven Spike pronto va alcanzar la adolescencia teniendo que pasar un rito de iniciación consistente en matar a su primer infectado en tierra firme. Para conseguirlo inicia un viaje junto a su padre. Pero ambos se ven acorralados por un grupo de infectados… hasta que vislumbran un fuego en la distancia de un posible superviviente: el doctor Kelson. Además este médico podría también representar la ayuda que necesita la enferma madre de Spike. (Cineycine).
Casi tres décadas después, Danny Boyle nos entrega la tercera entrega de la saga que inició en 2002. Pero, en un alarde de originalidad y atrevimiento, Boyle no ha querido rodar la típica secuela tardía. Además ha vuelto a contar con Alex Garland escribiendo el guión. Ambos nos llevan a un Reino Unido post-apocalíptico y casi medieval. Ya mismo recorremos “la tierra de nadie” en un particular viaje al “corazón de las tinieblas” del mundo que nos espera en ‘28 años después’.
“¿Sabes lo que significa ‘memento mori’? Recuerda la muerte” (Kelson)
Crítica de 28 años después
Hace casi veinte años se estrenó ‘28 semanas después’ (Juan Carlos Fresnadillo, 2007), la secuela de ‘28 días después’ (Danny Boyle, 2002). Y la idea de rodar una tercera entrega rondaba las cabezas de sus creadores: Danny Boyle y Alex Garland. Incluso había un título: ‘28 meses después’. Pero, finalmente, diferentes intereses y motivaciones personales les llevaron a posponer la idea. Después de que cada uno se enfrascara en sus propios proyectos, Boyle y Garland retomaron la empresa. Los dos tenían ganas de rodar una nueva continuación… pero no quería hacer una secuela a medio cocinar o un film irregular. Ambos tenían que hacer una película y/o nuevo capítulo que realmente mereciera la pena.
Habiendo siendo la Fox adquirida por Disney, los derechos de la franquicia pasaron a Sony. Así pues, Boyle tuvo que convencer a los nuevos propietarios para que le dejaran hacer el tercer film. Por su parte, Garland se puso a escribir y, para sorpresa de todos, terminó desarrollando ¡una nueva trilogía! De hecho, las dos primeras partes ya están rodadas y acabadas. Me refiero a la presente ‘28 años después’ y ‘The Bone Temple’. Esta última dirigida por Nia DaCosta. Eso sí, la tercera parte todavía no está filmada y queda a expensas de cómo funcionen en taquilla estas dos primeras películas.
Conviene avisar al espectador que ‘28 años después’ no es una secuela al uso. Aquí no hay nostalgia barata, no hay menciones a los films precedentes ni tampoco a personajes o situaciones. Si acaso, una brevísima cita sobre lo que podría haber acontecido después de ‘28 semanas’, pero poco más. ‘28 años después’ es un film que ciertamente arriesga. Y lo hace no solo en su concepción, también en el lore preestablecido en las dos películas previas. Incluso presenta una mezcla de géneros bastante burra. La propuesta va desde el “coming of age”, pasando por el “survival” puro y duro, y hasta contiene gotas de “folk horror”. Como vemos, un coctel totalmente inesperado. Podéis creerme cuando digo que todo esto no decepciona. Aunque, de cara a ciertos sectores, puede resultar demasiado “experimental” y alejada de lo esperado en la saga.
Queda claro que Boyle y Garland se han tirado a la piscina. Y, si bien es cierto que algunas de sus ideas pueden ser muy locas, también presenta su particular guiño al cine zombi de Romero. En esta ocasión más evidente a nivel de gore y body horror. En cualquier caso, el realizador británico ha querido ofrecer al espectador una cinta que rompe bastante con el convencionalismo. Él mismo dice que lo empujó a esto la “secuela” de otra franquicia… concretamente ‘Mad Max: Furia en la carretera’ (George Miller, 2015). Por consiguiente, si finalmente hacía ‘28 años después’, tenía que arriesgarse a ofrecer algo nuevo. Y lo cierto es que el film también tiene cierta dosis de road movie. De hecho, sus personajes están viajando durante un buen trecho del metraje.
Los mayores atributos de la película residen en su capacidad dramática e intensidad visual. Hasta el punto de que el escaso humor (procedente de un personaje concreto e incluso de su “bizarro” final) es un arma de último recurso guardada como oro en paño. El resultado final puede provocar rechazo en un sector del público que, probablemente, estuviese esperando algo similar a lo que el cine post-apocalíptico suele ofrecer. Ahora bien, es digno aplaudir a Boyle y Garland por entregar una propuesta que se atrever a ir más allá de los planteamientos mínimos del cine de infectados/zombis.
Esta producción ha sido la más cara de la trilogía. Su coste se ha elevado hasta los 75 millones de dólares y ese resultado se ve en pantalla. El deseo de Boyle de rodar en escenarios completamente reales del Reino Unido le ha salido excelente. El director consigue así un tipo de terror a plena luz del día. Esas secuencias de los infectados corriendo a toda velocidad son sencillamente impresionantes. Atención porque algunos de los planos se han rodado con iPhone 16, pero no la película entera. Se ha utilizado un enfoque de rodaje plano a plano con resultados visualmente estimulantes e incluso impactantes. Para la fotografía ha vuelto a contar con Anthony Dod Mantle, con quien ya trabajar en la primera entrega.
Por otro lado, y por primera vez, la música no la ha compuesto John Murphy. Ni siquiera el mítico Main Theme. Sin duda, es una decisión tremendamente experimental. Boyle ha optado por la joven banda Young Fathers para componer un score repletísimo de canciones pop. Además el poema de Rudyard Kipling, “Boots”, es casi el Main Theme cobrando una importancia ciertamente inquietante. Estamos ante un poema dedicado a los militares británicos que sufrieron estrés postraumático después de la segunda guerra bóer. Boyle lo usa junto con imágenes de soldados y el resultado final es tremendo.
En el elenco se recurre a un reparto de actores totalmente estimable. Para empezar tenemos a Alfie Williams que interpreta a Spike, un joven que se inicia dentro de su comunidad con el propósito de alcanzar la mayoría de edad. Alfie tiene un papel protagonista ciertamente convincente. El actor encarna a un chico que tiene que madurar en un mundo duro y terrorífico. A su padre lo interpreta un barbado Aaron Taylor-Johnson. En su caso estamos ante un actor físico al que el tiempo ha tratado bien y que creo que ya antes era bastante mejor que las críticas que le hacían. Aquí, y como padre de Spike, quiere que su hijo esté totalmente integrado en la sociedad en la que viven.
La madre es interpretada por Jodie Comer en un papel que en manos de algún otro guionista podría haber sido peor escrito. La actriz británica se desenvuelve de forma maravillosa en un rol que tiene un peso emocional grande de cara al final. Sin entrar en detalles, Jodie saca mucho jugo de su personaje a lo largo de la aventura. También está Ralph Fiennes, quien tiene un pequeño papel como el Dr. Ian Kelson, un superviviente tratado de lunático que vive en tierra firme en un extraño santuario construido de huesos. Su performance es tremendamente humanista y llena de tristeza (atención a ciertas miradas). Por último, y sobre Jack O’Connell, solo diré que se postula de cara a la segunda parte con otro rol de cabrón implacable.
En conclusión.
Acabo esta crítica de 28 años después, no estamos ante la típica secuela tardía que sólo busca el guiño y el homenaje facilones. En esta ocasión se nos ofrece un film totalmente “experimental”, arriesgado e incluso puede que bizarro. Es de justicia decir que Danny Boyle ha querido dotar a esta “tercera parte” de un tono específico y de una mezcla de géneros bastante curiosa. Por su parte, la escritura de Alex Garland se nota inspirada. De cara a lo que terminen por ofrecer estas nuevas entregas, el futuro puede ser muy potente o un auténtico descalabro.
Tráiler de 28 años después
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