Vivarium

Un joven matrimonio, Gemma y Tom, deciden visitar una inmobiliaria en busca de una tranquila zona residencial donde poder establecer su primer hogar. Así es como se verán de visita en Yonder, una idílica urbanización. Sin embargo, y una vez allí, Gemma y Tom no podrán salir del lugar quedando incomprensible e imposiblemente atrapados. (Cineycine).
El sueño de muchas parejas y matrimonios es comprarse una casa para vivir juntos y formar una familia. Pero, ¿Qué sucede cuando, incomprensiblemente, te ves atrapado en esas cuatro paredes de manera permanente? La respuesta la tenemos en ‘Vivarium’.
“Hay muchas casas que parecen ideales… pero esta realmente lo es” (Martin)
Crítica de Vivarium
Estamos ante la segunda película como director de Lorcan Finnegan, un realizador irlandés que no quiere ir a lo fácil ni tampoco a lo comercial. Lo suyo, hasta ahora, es atraparte con irritantes misterios que parecen tener más de una interpretación. Y, por ejemplo, este el caso de ‘Vivarium’. Estamos ante una de esas películas que se desarrollan en entornos cerrados. Cintas que dan lugar a varias interpretaciones por parte del público. Y, sin duda, muchas de ellas podrán ser válidas o, al menos, objeto de interesantes debates entre los espectadores amantes de este tipo de cine.
En su labor como director, Finnegan concentra prácticamente toda la acción en la aséptica, artificial y verde urbanización bautizada como Yonder. Una “idílica” zona residencial plagada de infinitas casas que replican una y otra vez el mismo modelo. Y dentro de lo que es Yonder, el director nos sitúa en la casa número 9. Allí serán donde pasaremos la mayor parte del tiempo acompañando a Gemma y Tom. Hablamos de una casita de dos plantas “ideal” para establecer allí una pequeña unidad familiar. Por consiguiente, no esperéis en ‘Vivarium’ un diseño de producción espectacular ni tampoco fabulosos efectos visuales. De hecho, exteriores como el cielo o las nubes buscan claramente un efecto decorado cantoso… pero esto no es un fallo, está hecho adrede y se comprende perfectamente viendo la película y más llegado el final.
Por supuesto, Finnegan también se apoya muchísimo en la labor actoral de Imogen Poots y Jesse Eisenberg. Esto, sumado a lo anterior, bien podría hacer que la película se representara en las tablas de los teatros de manera casi idéntica al celuloide. Personalmente no le veo a esto mayor problema porque aprecio bastante este tipo de films de “escenario único”.
Anteriormente he comentado que estamos ante una película desarrollada en un entorno cerrado y con un irritante misterio. Pues bien, de eso es de lo que trata el guión escrito por el propio Lorcan Finnegan con la colaboración de su amigo Garret Shanley. Ambos nos entregan una historia en la que lo principal es tratar de averiguar quién ha “secuestrado” a Gemma y Tom en la solitaria urbanización. Para desentrañar este inquietante y terrorífico misterio se van dando algunas pistas a lo largo del metraje… sin olvidar el significado del propio título del film. Pero no es hasta llegado el final cuando todo será desvelado. No obstante, y también como expuse antes, ese final queda a gusto de la libre interpretación del espectador. Así pues, cada uno podrá desarrollar su propia teoría y debatir con otros compañeros. Sin duda, este es un buen aporte de Finnegan y Shanley.
También es posible que vista la película alguno discrepe en cuanto su duración “excesiva” de 97 minutos. No voy a polemizar con esto porque lo cierto es que la trama de ‘Vivarium’ también habría sido posible despacharla, con más o menos acierto, en un capítulo de la famosa ‘The Twilight Zone’. Y ya para terminar con el libreto, que quizás sea lo mejor de la propuesta, también es posible extraer de él ciertas metáforas y críticas a lo que, hasta hace bien poco, representaba el ideal del conocido como “sueño americano”. Esta crítica junto a otros conceptos e ideas (como la del cuco) se podrían ir extrayendo para redactar cada uno su propia “tesis” sobre lo que nos quiere contar (o no) ‘Vivarium’.
La pareja protagonista está formada por Imogen Poots (Gemma) y Jesse Eisenberg (Tom). Valorando ambas interpretaciones sale vencedora ella. Y sale vencedora porque su papel es más agradecido dándole un marco más amplio de registros emocionales y dramáticos. La veremos preocuparse, cuidar del niño, desesperarse con su marido, sufrir,… Por su parte, Eisenberg tiene los sentimientos más limitados. Destacan, sobre todo, sus enfados con el niño que llega a la casa por sorpresa y su obsesivo comportamiento por cavar. De hecho, Eisenberg pasa buena parte del metraje cavando un agujero interminable con la esperanza de encontrar respuestas o una salida.
Dejando al margen a la pareja protagonista, también hay que resaltar la importante labor de Jonathan Aris y del niño Senan Jennings. El primero interpreta a Martin, el agente inmobiliario que traslada a Gemma y Tom a Yonder. Su representación es absolutamente repelente y cursi realizada así con toda la intención para hacer que no lo traguemos. Y más de lo mismo para el pequeño Jennings con el añadido de que además resulta irritante, sobre todo cuando imita los ladridos de un perro o cuando se pone a chillar a pleno pulmón. No entraré en detalles sobre su personaje para evitar destripes.
“Yo no soy tu madre” (Gemma)
En conclusión.
Finalizo esta crítica de Vivarium, una película cuya principal virtud es atraparte en un único escenario intentando averiguar quién y por qué ha “secuestrado” al matrimonio protagonista. Este misterio, unida a la siempre buena labor de Imogen Poots, ya es motivo suficiente para echarle un vistazo al film, especialmente si te gustan las propuestas intrigantes y “diferentes”.
Tráiler de Vivarium
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