La jungla 2: Alerta roja
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Navidad de 1990. Aeropuerto de Dulles (Washington). Unos terroristas han tomado el control de las pistas de aterrizaje y amenazan con dar falsas instrucciones a los aviones que han de aterrizar allí, para que acaben estrellándose irremediablemente contra el suelo, sino cumplen con sus peticiones, la principal, la de liberar al General Esperanza. Pero los terroristas han elegido un mal día para su extorsión. John McClane se encuentra en el Aeropuerto y su mujer va en uno de los aviones en peligro. La historia de su vida vuelve por Navidad. Siempre en el lugar equivocado en el momento oportuno. Plieguen la mesa, pónganse cómodos y abróchense los cinturones: ‘La jungla 2: Alerta roja’ está a punto de despegar.

¿¡Cómo puede pasarme lo mismo por segunda vez!? (McClane)

Crítica de La jungla 2: Alerta roja

La historia de cómo un semi-desconocido Renny Harlin llegó a ponerse tras las cámaras de ‘La jungla 2’ tiene su aquel. Buena parte fue debido al buen ojo del productor, Joel Silver, y a que Harlin estaba bajo contrato con la Fox. El rodaje se extendió por diferentes lugares de Michigan, Denver y Los Ángeles. Primero en otoño de 1989 y luego durante los tres primeros meses de 1990. La temperatura media en las localizaciones fue de entre -10 y -15 grados, siendo este uno de los rodajes más duros del cine de acción reciente. A pesar del frío, aquel invierno fue famoso porque no nevó durante toda la estación. Así pues, para recrear las incesantes tormentas de nieve se tuvieron que usar todo tipo de ventiladores gigantes y nieve artificial. Incluso tuvieron que desplazar al set camiones llenos de bloques gigantescos de hielo.

Para la creación de una maqueta de Aeropuerto real de Dulles se usó una nave industrial propiedad de la Fox. En ella se construyó una réplica de cuarenta por sesenta metros de largo con su pista de aterrizaje, hangares y torre de control a tamaño real. Las escenas con pasajeros dentro del avión (y en las cabinas de los pilotos) en realidad se rodaron en platós propiedad de Universal Pictures con pantalla verde. Paralelamente, la segunda unidad rodaba réplicas de aviones a escala para montar la ilusión de retro-proyección en post-producción. El momento del aterrizaje y posterior explosión del vuelo británico es una mezcla de un aterrizaje de un avión comercial real, maquetas y los restos de otro avión. Las escenas con extras dentro del Aeropuerto pertenecen al Aeropuerto de Los Ángeles y fueron las primeras en rodarse.

Por otro lado, La Isla de Valverde es una isla ficticia creada por la Fox para diferentes films producidos por la compañía. La misma se cita en films como: Commando(Mark L. Lester, 1985), Depredador (John McTiernan, 1987) y la cinta que hoy nos ocupa. Del mismo modo, el General Esperanza, y su futuro ajusticiamiento por el gobierno de Estados Unidos, está basado en el caso real del General Manuel Noriega. Finalmente, el argumento de ‘La jungla 2’ está vagamente basado en una novela titulada 58 Minutos’ escrita por Walter Wager. Esos 58 minutos del título son los que transcurren desde el primer instante que Stuart se pone en contacto con la torre de control y hasta el aterrizaje de Esperanza.

Hay que admitir que, a pesar de todo lo que supuso para el género de acción la primera película, hacer una secuela era muy arriesgado, sobre todo en los 90, una época donde las secuelas no eran tan habituales en las grandes producciones como lo son hoy día. Pero el gran calado del personaje de John McClane en las audiencias de todo el mundo, y la indudable calidad artística del largometraje de McTiernan, se prestaba a ello.

Bruce Willis no tuvo ningún inconveniente en repetir como el poli de Nueva York que acaba desplazándose a Los Ángeles por amor. Willis era sabedor que aquel papel le dio fama mundial y lo sacó para siempre de la televisión. El que sí que no estuvo por la labor de repetir fue John McTiernan, que ya comenzaba a perder la cabeza por aquellos años y se empecinó en desencasillarse del género que lo alzó al Olimpo de cineastas de categoría A. En su lugar se puso detrás las cámaras de la desmitificadora y también magistralEl último gran héroe(1993).

Otro que repitió sus labores en la secuela fue Steven E. De Souza, que volvió a ser uno de los co-guionistas, esta vez acompañado por Doug Richardson. De Souza aportó, como siempre, sus filias personales (el poder de la TV para manipular) y ese toque auto-paródico en los diálogos. Es indudable que tanto el guión como el film en su conjunto de esta segunda entrega están por debajo del original. Ahora bien, eso no quita para que la esencia “Die Hard” y el entretenimiento estén asegurados.

Ya desde el inicio Renny Harlin busca claramente distanciarse todo lo que sea posible de la herencia McTiernan. El realizador hace que el héroe y el villano se vean las caras al comienzo de la cinta, aún sin saber que ambos pronto estarán irremediablemente enfrentados a muerte. Un detalle que deja bien a las claras que Harlin quería imponer su estilo personal a la secuela. Harlin no quería ser simplemente el tipo que gritaba “acción” y “corten”. Atención a la inenarrable primera aparición del Coronel Stuart (Sadler) haciendo poses marciales totalmente desnudo. Escena que fue idea de un motivado Harlin.

No obstante lo anterior, esta secuela debía respetar la iconografía reciente, y es por ello que vemos escenas y secuencias que recuerdan al original. Secuencias en donde el héroe debe de pasar, como él dice: “por lo mismo por segunda vez”. Así es como McClane acaba encontrándose los problemas sin comerlo ni beberlo. Una vez más deberá pasar por estrechos conductos de aire, subir en ascensores, verse metido en tiroteos lleno de cristales y soltando chascarrillos marca de la casa… que son culminados con su indispensable: “Yippee Ki Yay”.

Hay que admitir que Harlin es un cineasta un peldaño por debajo de McTiernan. Sin embargo, en los 90, firmó una buena serie de auténticos hitos del género. Su punto culminante fue la tremebunda Máximo riesgo(1993), un film que se debe recuperar desde ya. Lástima que luego se empecinara en dar el protagonismo de sus proyectos a su esposa por aquellos tiempos, Geena Davis, saliendo la apuesta bien a medias. Memoria letal (1996) se llevó todo lo bueno de su asociación por conveniencia que fue finiquitada con ‘La isla de las cabezas cortadas’ (1995). Esta última acabó cercenando de lleno la carrera de ambos: la primera como action-woman moderna y el segundo como director de grandes producciones.

En cuanto al elenco de intérpretes los hay que repiten del film de 1987, además del insustituible Willis. Así, Bonnie Bedelia vuelve como Holly Gennaro-McClane por última vez. Posteriormente, y por unas cosas u otras, no volvería a reaparecer en la saga. Reginald Veljohnson (Powell), y sus pastelitos, también hacen su aparición de turno, también por última vez. Aunque en la tercera entrega le podemos ver en los extras presentando uno de los contenidos especiales del DVD. Y otro que aquí cumplió su ciclo de apariciones fue William Atherton, el cansino periodista al que Holly partió dos dientes de un puñetazo.

Los más memorables de los nuevos son, sin duda, los villanos. Aunque también tienen su hueco en la saga personajes como el de Dennis Franz, el capitán Carmine Lorenzo de la policía del aeropuerto que vive en una burbuja y se auto-describe como el pez más gordo de la pecera. También destacó Fred Dalton Thompson como Trudeau, el jefe de controladores del Aeropuerto eternamente cabreado.

Como digo, el reparto de malosos aquí está plagado de caras conocidas con apariciones algunas de ellas fugaces. Así es como vemos a Robert Patrick como uno de los esbirros del pasillo del anexo, o a John Leguizamo, cuyo papel fue recortado en la sala de montaje. Pero el que se lleva la palma obviamente es William Sadler, un actor que siempre cumple. Aquí está ante su papel más recordado, el del durísimo Coronel Stuart, un mercenario que hará todo lo que sea posible por defender la causa que él considera justa. Otro que está ante una de sus pocas apariciones en films de gran presupuesto es el italiano Franco Nero (General Esperanza), inolvidable protagonista del spaghetti western: ‘Django’ (Sergio Corbucci, 1966). También se deja ver el actor John Amos (Comandante Grant), uno de esos intérpretes afroamericanos con cara de tipo duro haciendo honor a su rostro.

Por último, en cada entrega de la saga “Die Hard” hay siempre lugar para escenas de acción espectaculares, y algunas imposibles. Set-pieces que demuestran que John McClane está hecho de una pasta especial. En esta secuela tenemos unas cuantas que merecen ser recordadas y tener su hueco en la saga. La primera es el enfrentamiento entre los supuestos cacosrobamaletas y McClane. Luego pasamos al tremendo tiroteo en el pasillo del anexo en el que McClane aparece desde las alturas para salvar la papeleta. Y sumando puntos hay momentos realmente memorables como el premeditado asalto a la iglesia por parte del equipo de Grant con McClane apareciendo y dejándonos un momento estalactización cerebral filmado en primer plano (hoy día sería imposible ver algo así). ¡Y qué decir del hilarante momento de la eyección aérea! ¡Simplemente genial! y que, a buen seguro, hará soltar las carcajadas del personal.

«¡Es usted la persona equivocada, en el lugar equivocado y a la hora equivocada!» (Comandante Grant)

En resumidas cuentas. 
Finalizo esta crítica de La jungla 2: Alerta roja, una gran continuación del original. Harlin toma el relevo de McTiernan y lo hace con mano firme y mostrando lo mejor de su repertorio. Un Willis pletórico y un villano durísimo a su altura hacen de esta secuela una cinta ineludible para el buen amante del cine de acción.

Tráiler de La Jungla 2: Alerta roja

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