Imparable
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Un tren descontrolado y una carrera contrarreloj para evitar una catástrofe. Dos sencillos ingredientes que prometen mucho y que ya han sido utilizados en no pocas películas. En esta ocasión, el fallecido Tony Scott aprovechó un suceso real ocurrido en Ohio. Un suceso de hace más de diez años que aquí se convierte una trepidante y heróica aventura ferroviaria titulada ‘Imparable’. 

«No podrán pararlo. Es mucho tren y con demasiada carga” (Frank Barnes)

Crítica de Imparable

Seguramente poca gente recuerda un suceso ferroviario ocurrido en Ohio hace más de diez años. Las noticias nos bombardean a diario con sucesos dramáticos y es imposible acordarse de todo lo que vemos y oímos. Pero nada más comenzar la película ya nos advierten de que estamos ante una historia basada en hechos reales. Todo se remonta a una mañana de 2001 cuando un tren que transportaba casi cincuenta vagones acabó fuera de control por un error del conductor. Se necesitaron más de dos horas para conseguir detenerlo. Tony Scott partió de esta sencilla premisa e incorporó una serie de elementos. Elementos destacados que convierten un simple suceso en una terrorífica amenaza. Y la verdad es que el resultado es mejor de lo esperado… Si tenemos en cuenta las modas que asolan el mercado cinematográfico, así como los antecedentes.

Porque cuando pensamos en un tren descontrolado es inevitable que acudan a nuestra memoria un variopinto número de títulos. El más recurrente es, sin duda,El tren del infierno’. Si recordáis, esa fue una modesta pero excelente producción de 1985 protagonizada por Jon Voight y dirigida por Andrei Konchalovsky. También recordamos cintas de acción comoAlerta Máxima 2(Geoff Murphy, 1995) con Steven Seagal y un tren secuestrado. Incluso nos atrevemos a pensar en Sin control’ (Bob Misiorowski, 2002), ese mediocre film protagonizado por Van Damme donde el tren no es lo único descontrolado.

La película de Tony Scott se mueve en otros terrenos al margen de las anteriores. No se potencia la acción, no hay escenas de combates ni accidentes espectaculares. Simplemente es la lucha del hombre contra la máquina. Más aún, el heroísmo del individuo frente al egoísmo y deshumanización de las empresas. La tensión que provoca pensar que un tren sin control pueda matar a miles de personas hace el resto. Y la verdad es que, llegado cierto punto, comenzamos a mirarnos al tren como si de una bestia con voluntad se tratara.

Tony Scott se mantuvo fiel al estilo de sus últimas películas, algo que ya se insinúa en los créditos de entrada. Es decir: planos movidos, escenas en fast-motion, travellings a cascoporro y estridencia. Son recursos videocliperos que, personalmente, no me gustan demasiado, sobre todo si se abusa de ellos… ya que sólo sirven para maquillar carencias. Y es que cabe recordar que Tony Scott pudo regalarnos películas estimables como Marea roja’ (1995), pero también mediocridades como ‘Asalto al tren Pelham 123’ (2009). No obstante, el producto que nos ocupa resulta mejor de lo que cabría esperar.

Aclarar que, si bien no estamos ante una gran película, sí que podemos decir que la tensión que trata de transmitirnos llega sin problemas de recepción y nos mantiene lo suficientemente interesados. También es de agradecer que se nos muestren los entresijos de las empresas ferroviarias. Incluso se nos detalla el funcionamiento de los trenes de carga. Esto ayuda a comprender algunos puntos e incluso a sumergirnos mejor en la trama. En resumen, quedémonos con las palabras del propio Tony Scott: “Es una película que comienza a cincuenta kilómetros por hora y termina a doscientos por hora. Es velocidad y más velocidad”.

El guión corre a cargo de Mark Bomback. El trabajo más popular de Bomback como guionista, hasta ese momento, había sido en La jungla 4.0’ (Len Wiseman, 2007). En este caso «dibuja» una historia sustentada por dos pilares: ritmo creciente y tensión. Y un tercero en menor medida que no es otro que la riña de fondo entre Will y su esposa.

Bomback consigue crear una atmósfera tensa que va in crescendo, desde que los trenes se van preparando para salir hasta que la acción alcanza su máximo clímax. Tampoco están mal los interludios que nos recuerdan que los dos protagonistas tienen una vida aparte, aunque no sirva de mucho. En cambio, fracasa manteniendo la incertidumbre porque el espectador sabe, en todo momento, por donde van a ir los tiros. Por último, la idea de bombardearnos constantemente con pantallazos de noticiarios acaba siendo repetitivo. En realidad todo es debido a determinados elementos del propio guión, como el hecho de que las soluciones que propone la empresa para detener el tren sean ridículas o que los personajes apenas gocen de profundidad.

El reparto está encabezado por Denzel Washington que con esta cinta sumó cinco colaboraciones con Tony Scott. Siendo sinceros, me dejó un sabor un tanto agridulce. Por una parte me gusta ver al viejo Denzel poniéndose en la piel de un curtido maquinista de trenes, aunque da la sensación de que se trata del mismo registro interpretativo de siempre. Pero, por la otra, creo que estos papeles le vienen francamente pequeños. Un actor de su talla debería tomar ejemplo de actores como Leonardo DiCaprio a la hora de escoger papeles. Su personaje es demasiado plano. Además, lo único que se nos cuenta es que sus dos hijas trabajan de camareras en un bar de camioneros. Su compañero es Chris Pine, por aquel entonces salido de la nada y actualmente en la cresta de la ola. 

Entre Washington y Pine es evidente que se busca reflejar el cambio generacional entre el veterano maquinista y el joven inexperto. Sin embargo, volvemos a lo de antes. Esto es: la pobre profundidad de los personajes convierte este supuesto duelo generacional en algo puramente anecdótico.

Finalmente, en la sala de control, aguantando la presión y tratando de reconducir la situación, tenemos al personaje interpretado por Rosario Dawson. Para mi es una actriz bastante versátil, se desenvuelve bien en dramas como ‘Siete almas’ (Gabriele Muccino, 2008) pero también en películas de difícil clasificación comoDeath Proof (Quentin Tarantino, 2007). Su personaje representa la sensatez y el orden en una historia de caos. Una historia que se mueve entre la irracionalidad heroica de los protagonistas y el egoísmo de la empresa de transportes que busca una solución barata.

El resto de secundarios apenas tienen significación. Están los empleados cuyo único objetivo es ser rematadamente ineptos. Un inspector de seguridad que parece un comercial de la funeraria. Y un directivo lo más malvado posible… En cualquier caso, el otro gran protagonista indiscutible de la historia es el tren. Una máquina casi igualable a lo que sería el implacable camión deEl diablo sobre ruedas (Steven Spielberg, 1971) o el coche asesino de Christine’ (John Carpenter, 1983). Es decir, una bestia de metal que ruge y amenaza. Una «bestia» que, como he comentado al principio, llega a parecernos una criatura con voluntad y poder para matar.

Esta cinta no apuesta por la acción más espectacular. La trama se centra en el heroísmo de los protagonistas y en el propio intento de detener el tren. Uno de los espacios que más veremos es la cabina de la locomotora conducida por Frank y Will. Esto obligó a construir réplicas de determinadas partes en el plató. Todo para poder rodar las tomas que no podían filmarse a bordo del tren. Por lo tanto, los efectos visuales se limitan a explosiones puntuales y algún que otro vehículo arrollado. Esto es un elogio teniendo en cuenta lo frenético que es el ritmo. Quizás lo más importante sean las tomas aéreas que permiten seguir la persecución. Algo que obligó al equipo de producción buscar las localizaciones más idóneas.

Conclusión.
Termino esta crítica de Imparable, una mezcla de cine de catástrofes y acción nada pretenciosa. Su único objetivo es ser para el público tan trepidante como la carrera contrarreloj de sus protagonistas. Hay momentos de suspense, escenas heroicas e incluso secuencias que buscan tocar la fibra sensible que todos llevamos dentro. Me atrevo a decir que de las películas que Tony Scott dirigió en sus últimos años es de las más sólidas… siempre teniendo en cuenta en qué aguas navegamos. Es cierto que puede ser un tanto predecible, pero el sabor que te deja al terminar es cuanto menos agradable.

Tráiler de Imparable

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