La novena puerta
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Si viajas en silencio, siguiendo un largo y tortuoso camino. Desafías las saetas del infortunio y no temes ni la cuerda, ni el fuego. Si juegas al mayor de todos los juegos podrás ganar si no escatimas gastos. Búrlate de las vicisitudes del destino y conseguirás, al fin, la llave que abrirá… ‘La novena puerta’.

“¿Ha oído hablar del “Delomelanicon”? Una especie de jeroglífico infernal. Dicen que, correctamente interpretado, permitiría convocar al mismismo príncipe de las tinieblas” (Boris Balkan)

Crítica de La novena puerta

El año 1999 fue un número tan atrayente cinematográficamente para las intrigas religiosas que acabó por dar salida hasta tres films que explotaban la lucha del bien contra el mal de formas distintas. Pero todas ellas con el mismísimo Lucifer como protagonista. Me refiero a El fin de los días (Peter Hyams, 1999), ‘Stigmata’ (Rupert Wainwright, 1999) y el largometraje que hoy nos ocupa: ‘La novena puerta’. Sin embargo, esta última llegaría ya a cines al año siguiente: el 10 de marzo de 2000 en Estados Unidos.

Estamos ante la adaptación de ‘El club Dumas’, la obra de Arturo Pérez-Reverte que el director Roman Polanski adaptó con su beneplácito. Reverte, eso sí, delegó en Enrique Urbizu los cambios a realizar en la misma. El autor español no quería trabajar en su propio material. Polanksi, por su parte, contó con un guionista afín como John Brownjohn. Estos tres nombres fueron los que firmaron el libreto final de la película. Más allá de simplificar o desechar subtramas, las principales diferencias entre novela y guión fueron el cambio del título. Un título más adecuado a la intriga sobre la que se quería indagar. Además se eliminó toda la trama que relacionaba la obra con Dumas. Así pues, mantener el título no tenía sentido. También hay cambios menores como el nombre del protagonista (Dean por Lucas). Y la simplificación de algunos personajes secundarios por económica de metraje.

El grueso mayor del rodaje tuvo lugar en Portugal y Francia durante junio y octubre de 1998. También pasaron fugazmente por España. Específicamente se filmó en Toledo durante tres días con Johnny Depp visitando varios lugares reconocibles de la ciudad. El presupuesto para esta coproducción entre Francia, España y Estados Unidos fue de unos 40 millones de dólares. Y eso que, en aquel momento, Johnny Depp aceptó cobrar por debajo de su caché, cifrado en 15 millones, tras varios fracasos de taquilla y proyectos que no llegaron a buen puerto. Depp “sacrificó” parte de sus emolumentos en beneficio y ganas de trabajar junto a un director de peso como Roman Polanski.

Lo cierto es que todo lo que envolvió a la producción de esta película se hizo en parte alejado de las majors de Hollywood. Aunque esto parecía que era más por la falta de gancho comercial de las dos últimas obras de Polanski, antes que por la cinta que hoy nos ocupa. Me refiero a ‘Lunas de hiel’ (1992) y ‘La muerte y la doncella’ (1995). ‘La novena puerta’ supuso una retorcida y nada disimulada vuelta a los inicios para el cineasta. Polanski retomaba en parte temáticas ya explotadas en su éxito sesenteroLa semilla del diablo (1968).

Lo cierto es que, mejor o peor, ‘La novena puerta’ rezuma el estilo de Polanski. Uno puede perfectamente emparentarla con claras obras mayores como Chinatown (1974) o Frenético (1988). Ya sea por personajes reconocibles, lugares comunes o temáticas cercanas. Se nota que el director supo llevar la esencia del libro de Pérez-Reverte a su estilo. Por consiguiente, nos entrega un entretenido y esotérico thriller de investigación. Un film que, además, abraza por completo el subgénero detectivesco. Y lo hace tomando como referencia el clásico caso que se le asigna a un investigador que ve el dinero antes que las pruebas. Y, lógicamente, termina comprobando que el “embolado” le queda grande.

Pero más allá de la etiqueta de thriller de misterio, asistimos a un demoledor retrato de cómo el coleccionismo, en este caso de ciencias ocultas, va mermando al ser humano… ya sea en su fortuna, su entorno o en su propia existencia. Ejemplo claro de ello es como se quita de escena el marido de Liana Telfer desatando el arranque del misterio. O las recreaciones de los derruidos mundos de la Baronesa Kessler y el estado del antiguo descendiente de familia de buena cuna Fargas… En ese sentido, además del encuadre de Polanski, toca alabar también la ejemplar elección de entornos naturales y fotografía de Darius Khondji. Acompañado todo esto siempre de una tremendamente ambiental banda sonora a cargo de Wojciech Kilar.

Aunque es obvio que lo que más atraerá al espectador común es el “reencuentro” entre Polanski y Lucifer. Para ver si este se produce, el lector tendrá que visionar la película. La cual, avisamos, está llena de pequeñas pistas que rellenan la misma novela en la que se basa. Y, al mismo tiempo, incluso hacen que su lectura ayude a llenar su final.

Johnny Depp es el principal protagonista en la piel de Dean Corso. En esta oportunidad, Depp ejemplariza a la perfección esa aura de perdedor con encanto, de descreído mercenario del papel encuadernado. Su primera escena, timando a unos incautos y subiendo la tasación de lo que desecha para el próximo compañero de profesión, lo define. En esencia, Depp encarna a un “pirata”. Estamos pues ante una especie de adelanto mucho más comedido de su más gloriosa creación apenas un lustro más tarde: Jack Sparrow.

Por su parte, Frank Langella encarna con elegante pose y bastante comedido dentro de lo que pudo ser al ávido divulgador de lo oscuro Boris Balkan. Digamos que no esconde mucho sus intenciones desde el minuto uno. Quien no abandona su pose de viuda negra licenciada es la siempre felina Lena Olin (Liana Telfer). En el apartado femenino imposible obviar también la presencia de Emmanuelle Seigner (La chica) en un rol claramente asignado por Polanksi para su lucimiento.

Del resto del casting citar al típico amigo del protagonista al que da vida un tan fugaz como necesario James Russo como Bernie, un librero. Y los perfectamente asignados roles de dos consumidos ricachones venidos a menos a cargo del icono del fantaterror Jack Taylor (Fargas) y Barbara Jefford (Baronesa Kessler). Especialmente pérfida esta segunda. Una anciana de pelo cargado postrada en una ruidosa silla eléctrica a la que le falta un brazo.

“Incluso el infierno tiene sus héroes” (P&P Ceniza)

En resumidas cuentas.
Acabo esta crítica de La novena puerta, una entretenida curiosidad que en algunos momentos logra alcanzar picos de notable… pero, en líneas generales, avanza irregular hacia un misterio que luego opta por no resolver del todo. A destacar el bien llevado retrato de un mercenario con pocos escrúpulos a cargo de un entonado Johnny Depp, sus escenarios reales y su ambiental banda sonora.

Tráiler de La novena puerta

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