Avatar: El sentido del agua
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En 2009, James Cameron revolucionó la industria cinematográfica con una película que ofrecía un espectáculo en 3D nunca antes visto. Fue un éxito de taquilla que recuperó la mágica experiencia que supone acudir a una sala de cine. Trece años después, regresa con una secuela que ya casi nadie esperaba. Hablamos de ‘Avatar: El sentido del agua’.

“Un marine puede ser derrotado. Puedes matarnos, pero nos reagruparemos en el infierno” (Coronel Quaritch)

Crítica de Avatar: El sentido del agua

James Cameron es un director que no necesita presentación alguna. En su haber cuenta con películas tan inolvidables comoAliens, el regreso (1986) o Terminator 2 (1991). Pero fue en 2009 cuando trajo a nuestras salas una película que prometía una experiencia visual única y jamás antes vista. Una experiencia que sacaba a la luz la tecnología Digital 3D. Hasta entonces, la misma sólo se había utilizado en unas pocas películas con renderizados CGI.Avatar’ supuso un antes y un después en el uso del formato porque por primera vez se rodaba imagen real. La producción fue un éxito y en 2012 se anunció la segunda y la tercera película de la saga. Inicialmente iban a estrenarse en los seis años posteriores, pero fueron sufriendo diferentes retrasos debido al desarrollo de la tecnología necesaria para las escenas subacuáticas.

Mientras tanto, Cameron rodó en 2012 una serie de documentales en colaboración con la NASA y National Geographic en la Fosa de las Marianas. Y en 2016 produjo un documental que tenía por objetivo encontrar la Atlántida. El tiempo pasaba y de las secuelas de ‘Avatar’ no se oía hablar ni se tenían noticias. Tan sólo algún que otro rumor hasta que, finalmente, se confirmó que la primera de ellas se estrenaría en diciembre de 2022. La pregunta que todos nos hacíamos era obvia: ¿Había pasado demasiado tiempo como para continuar con el proyecto? Pero lo cierto es que para un genio del entretenimiento y el espectáculo visual como Cameron, el tiempo nunca es demasiado…

La secuela que nos ocupa tiene lugar años después de la trama que se nos presentó en la primera entrega. Jake y Neytiri, a quienes nuevamente dan vida Sam Worthington y Zoe Saldaña, han formado una familia. Ahora tienen dos hijos y dos hijas, una de ellas adoptada. Este es un elemento un tanto forzado porque esta niña ha nacido del avatar que usara en la primera película Sigourney Weaver y que, aparentemente, falleció, siendo la citada actriz quien da vida a este nuevo personaje. Cuando los humanos llegan para recuperar el planeta, su objetivo prioritario será eliminar a Jake. Para ello usan muy acertadamente a un pelotón de avatares Na’vi en los cuales se ha insertado la personalidad y recuerdos de los soldados fallecidos más capaces. Entre estos últimos el odiado coronel Quaritch… que una vez más es interpretado por Stephen Lang.

Es en ese punto cuando la familia Sully huye. Todos terminan refugiándose en el clan Metkayina, unos Na’vi que viven en un entorno semiacuático. Esto sirve a Cameron para explorar el sentido de la familia y las dificultades de los padres a la hora de educar y disciplinar a los hijos. Pero también es el escenario escogido para desplegar un nuevo arsenal de parafernalia. Esta parafernalia visual es, sin duda, lo más potente visto en cine hasta la fecha.

El clan que acoge a la familia está liderado por Ronal y Tonowari, interpretados respectivamente por Kate Winslet y Cliff Curtis. Se trata de un clan que muestra unas claras diferencias a nivel morfológico, necesarias para poder sobrevivir en ese entorno semiacuático. Es, sin duda, un anticipo de cómo Cameron pretende profundizar en el lore de Pandora. Algo que, supuestamente, seguirá haciendo en las próximas entregas. Y, obviamente, la fauna subacuática también enriquece ese mundo colorista e impresionante que se abre ante nuestros ojos.

Ahondando en la trama, creo que esta es más interesante que la de la anterior película. Aunque no cuenta nada especialmente revolucionario, como el 95% de las películas del género, lo cierto es que lo cuenta bien… El motivo de escoger la familia como eje central obedece a la idea de buscar un elemento universal con el que cualquier espectador se pueda identificar. ¡Y qué mejor que la familia y los lazos que la mantienen unida! Podrá gustar o no, pero Cameron trabaja bien este concepto y eso permite que podamos empatizar con los personajes e interesarnos por lo que les sucede. Pero, obviamente, la trama no es el punto central de esta película… sino el ya referido apartado visual. El mismo se anuncia y se confirma como hiperrealista pretendiendo mostrar un mundo de fantasía lo más perfecto posible.

Y es que el apartado visual es una verdadera maravilla, sobre el agua y, especialmente, bajo ella. Cameron contó con los diseñadores de producción Dylan Cole y Ben Procter para recrear el rico entorno de Pandora y todos los elementos que vemos en pantalla. Grandes profesionales que ya han dejado su sello en películas comoTron Legacy (Joseph Kosinski, 2010) yAlita: Angel de combate (Robert Rodríguez, 2019). Junto al gran conocimiento que posee Cameron de los océanos, el equipo trabajó para diseñar todo un ecosistema donde se plasma la profunda relación entre la tribu de los Metkayina y criaturas submarinas como los tulkun.

Para rodar las comentadas escenas submarinas, la productora de Cameron, Lightstorm, construyó un tanque de 37 metros de largo y 18 metros de ancho. Allí se grabó, entre otras cosas, a los actores nadando y buceando. El objetivo era que sus movimientos fueran lo más naturales posible. Ese es parte del truco para conseguir algo tan espectacular como lo que nos ofrece esta película. Su presupuesto de casi 300 millones ha tirado la casa por la ventana para obtener un resultado visualmente impecable. Respecto a la música, corre a cargo de Simon Franglen, cuya colaboración durante años con James Horner se deja sentir en este trabajo.

Conclusión.
Termino esta crítica de Avatar: El sentido del agua, es curioso porque cuando se estrenó la primera película hubo muchas críticas y mofas a propósito de la trama, como seguro las habrá con esta… a pesar de que deberían abstenerse de verla todos aquellos que ya se aburrieron hace trece años. El objetivo aquí no es otro que entretener, volarte la cabeza con su apartado visual hiperrealista y, en algunos momentos, conmover con retazos de la historia que invitan a ello. Todo es un disfrute para aquellos que en 2009, sentados en la sala de cine con sus gafas 3D, alucinaron y se recrearon a gusto con lo que se desplegaba en pantalla. El resto de espectadores que no pierdan el tiempo… y que tampoco nos lo hagan perder.

Tráiler de Avatar: El sentido del agua

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