Drácula de Bram Stoker
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En 1992, Francis Ford Coppola se colgó a sus espaldas un peso pesado de la Literatura. Hablamos de una novela clásica que ha dado la vuelta al mundo y es casi tan conocida como la mismísima Biblia. Hoy os hablo de… ‘Drácula de Bram Stoker’.

“El hombre más afortunado que pisa esta tierra, es aquel que encuentra el amor verdadero. He cruzado océanos de tiempo para encontrarte” (Drácula)

Crítica de Drácula de Bram Stoker

En un principio, podría parecer que estábamos ante un trabajo arduo y complicado de llevar a cabo, pero teniendo a un director de prestigio, que ya se había enfrentado a una superproducción como El padrino (1972), podríamos pensar que la adaptación de la obra de Bram Stoker llegaría a ser, sin duda, un gran trabajo. Y así lo fue. La idea principal de Francis Ford Coppola era la de mantenerse bastante fiel al relato original, salvo por ciertos detalles. Esto último algo obvio cuando se trata de una adaptación.

Teniendo en cuenta lo comentado, aquí podemos ver, por fin, ese tono sexual escondido en las cintas anteriores del personaje. Por ejemplo, en el ‘Drácula’ (Tod Browning, 1931) inmortalizado por Bela Lugosi, donde hay cambios en cuanto a ciertos protagonistas y además es una película que ha dejado de tener intensidad si la visionamos actualmente, o la comparamos con la obra de Coppola. Tampoco conseguimos ver esa fuerza en los films protagonizados por el mítico Christopher Lee. Este último, a pesar de darle un mayor porte de elegancia y misterio a la figura del vampiro, seguía quedando bastante lejos del ímpetu demostrado por un enorme Gary Oldman en un insuperable doble papel. Dos versiones del mismo vampiro: una la que encontramos con la visita de Harker (tétrica y descompuesta) y la otra que trae al Drácula que todos conocemos potenciando su lado joven, romántico y eterno.

En esta versión de ‘Drácula’ encontramos momentos claves de la novela que antes fueron obviados, o poco explotados. Esos momentos aquí son de vital importancia. Es el caso de las esposas del Conde (una de ellas Monica Bellucci), la sexualidad y sensualidad de los personajes femeninos, pero también de los masculinos… y ese halo de romanticismo y erotismo que entraña la novela original. Anteriormente nadie había sabido capaz de plasmar todo esto hasta entonces. Quizás fue por miedo, vergüenza, por no saber hacerlo o, simplemente, porque la época no era la adecuada.

Personalmente, lo descrito anteriormente, me resulta de vital importancia. Sin esos aspectos, Drácula no tiene sentido. El Conde no es sólo un no-muerto que busca la sangre de los vivos para mantener su vitalidad, sino que también busca el amor que perdió. Busca el placer y esa es su manera de seducir a los mortales y atraerlos hacia su trampa. Esta es la verdadera figura del Conde Drácula.

No pasaremos por alto, además de la labor de dirección, ambientación y adaptación de guión, el fantástico trabajo de un reparto bastante notable. Los protagonistas natos son Gary Oldman, una Winona Ryder un tanto sobreactuada, y un colosal Anthony Hopkins, quien literalmente se apodera de la pantalla desde su primera aparición. Los tres ya contaban con una trayectoria más o menos sólida antes de ser elegidos para interpretar a los personajes de la novela, sobre todo Hopkins.

Gary Oldman (Drácula) quizás era el menos consagrado de los tres, pero con una reputación al alza, especialmente en papeles fuera de control. Su aparición en la cinta que hoy nos ocupa fue su salto a la primera plana. Por su parte, Winona Ryder (Mina) venía de haber ganado cierta fama gracias a ‘Eduardo Manos Tijeras’ (Tim Burton, 1990). Aunque hoy ande bastante olvidada cinematográficamente hablando, en los noventa, era una de las actrices del momento. De ella no podemos decir que no lo hiciese bien, pero es muy probable que la gran mayoría la tachase de sobreactuada o exagerada. Quizás olvidó que ya no trabajaba para Tim Burton y mantuvo esa faceta teatral para el papel de Mina Murray.

Por otro lado tenemos a Keanu Reeves (Harker), cuyo mayor crédito, antes de este film, había sido su papel del imparable policía Johnny Utah en Le llaman Bodhi (Kathryn Bigelow, 1991). Por el elenco también nos encontraremos con Cary Elwes (Lord Arthur), el protagonista de La princesa prometida (Rob Reiner, 1987). Haciéndole compañía como la fogosa Lucy está Sadie Frost, una actriz que pasa por la película sin pena ni gloria. Sadie luce su físico más que sus habilidades interpretativas. Para finalizar tenemos al Doctor Seward interpretado por Richard E. Grant. Posteriormente a esta cinta encarnaría al padre de ‘El pequeño vampiro’, en la bastante curiosa cinta alemana dirigida por Uli Edel en el año 2000.

De todo el casting el que más despunta es Gary Oldman. El actor sabe captar la esencia del personaje, transmitiendo el dolor que le consume y las ansias que tiene de volver a ser amado. Amén de mostrar que será capaz de cualquier cosa para conseguir el amor sin renunciar a su instinto vampírico. Si tuviera que elegir a una de las dos caras del Conde, entonces, me quedaría con la que recibe al joven Harker. Ese es su lado más oscuro. La parte que está sumida en una profunda depresión y sufrimiento. Pero que, a pesar de todo, mantiene su carácter demostrando incluso su ferocidad.

En cuanto a la fotografía, efectos especiales, maquillaje y demás, he de decir que es un un film casi perfecto. Algo que la Academia supo ver y premiar con nada más y nada menos que tres premios para las diferentes categorías: Diseño Vestuario para la japonesa Eiko Ishioka, Efectos Especiales y Maquillaje. Además fue nominada a un cuarto que no pudo lograr: Dirección de Arte y Decoración. Los colmillos ya no parecen hechos de plástico o dentaduras artificiales. Y la sangre llega a ser bastante real, sobre todo en ciertas escenas como cuando el caballero Drácula llega a su castillo y, al encontrar a su mujer muerta, decide clavarle su espada a la cruz del Dios que le ha abandonado. En ese instante la cruz comienza a sangrar y se torna en un momento tremendamente estremecedor.

La música también se convierte en un elemento vital de la película, recurriendo al polaco Wojciech Kilar. Posteriormente sería el encargado de las bandas sonoras de dos de las obras más interesantes de Roman Polanski en su etapa de madurez: ‘La novena puerta’ (1999) y ‘El pianista’ (2002).

En resumidas cuentas.
Finalizo esta crítica de Drácula de Bram Stoker, una gran película de amor que se esconde tras esa cara terrorífica de un vampiro más que mítico de la Literatura clásica. Coppola supo plasmar, casi a la perfección, la esencia de la novela escrita por Bram Stoker. Pasión, suspense, tensión, drama y sexualidad. Estos son los ingredientes esenciales que hacen de esta cinta una obra más que notable. Un film digno de recordar y de tener a buen recaudo en nuestra colección cinematográfica.

Tráiler de Drácula de Bram Stoker

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