Death Race: La carrera de la muerte
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Paul W.S. Anderson nos regala en esta cinta una nueva visión del film de culto de 1975, ‘La carrera de la muerte del año 2000’. Es importante resaltar que no estamos ante un remake puro y duro, sino ante una película que, tomando “elementos comunes” o “guiños” del citado film, construye otra historia repleta de acción con Jason Statham al volante. Ha llegado el momento de ganar cinco carreras en… ‘Death Race: La carrera de la muerte’.

“Nadie ganará jamás cinco carreras. Nadie saldrá de aquí jamás” (Jensen Arnes)

Crítica de Death Race: La carrera de la muerte

Paul W.S. Anderson es un director que me gusta. Me gustan sus films y me gusta su estilo directo que me hace recordar las películas de acción de los 80 con las que tanto disfruté y sigo disfrutando. En esta ocasión, Anderson se basa en la cinta de culto de 1975 titulada La carrera de la muerte del año 2000’ (Paul Bartel). Hablamos de una película interpretada por el ya fallecido David Carradine y por esa leyenda viviente que es Sylvester Stallone. Y digo que «se basa en esa película» porque no podemos considerar al ‘Death Race’ de Anderson como un remake porque sencillamente no lo es.

Anderson nos ofrece una revisión del citado film. Y lo hace en plan de “vamos a contar otra historia con elementos comunes o guiños al film anterior”. Y de eso es de lo que se trata. Los “elementos comunes” o “guiños” serían la presencia del mítico Frankenstein, al que en su momento dio vida David Carradine (y que en esta cinta se limitó a ponerle la voz al primer Franky), y también la presencia de Joe Machine Gun en este film. Un Joe que, en su momento, fue interpretado por Sylvester Stallone y ahora su testigo lo toma Tyrese Gibson. Siguiendo con la idea expuesta, el propio director concibe su película como una precuela situada 15 o 20 años antes de los sucesos de ‘La carrera de la muerte del año 2000’. Para Anderson es como contar los orígenes de esa carrera, no siendo ni un remake ni una secuela.

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Respecto a la acción, y los trucajes digitales, destacar que Paul W.S. Anderson huyó en lo posible de los efectos generados por ordenador. La idea a la hora de hacer esta película era rodarla al viejo estilo. En consecuencia, todo es lo más realista posible y por eso la mayoría de accidentes y choques que hay en el film se rodaron realmente. Incluso el escenario de la prisión y el circuito de carreras de Terminal Island se recrearon en una fábrica de trenes abandonada de Alstom (Montreal, Canadá).

Lo que no me acaba de convencer es el diseño de los coches. Todos los vehículos de esta carrera de la muerte son verdaderos tanques de cuatro ruedas. En este sentido, estos nuevos vehículos (al menos 30 coches) fueron modificados para darles unos aspectos siniestros y oscuros. Al final quedaron muy parecidos, y de forma intencionada, a algunos de los vistos en la trilogía deMad Max’. Para mi gusto, pierden mucha diversión cuando los comparamos con aquellos bizarros diseños de los coches de ‘La carrera de la muerte del año 2000’. Aquellos «autos-locos» tenían estilo y personalidad propias.

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En relación a lo anterior, Anderson nos regala una película cargada de acción excelentemente filmada, y carreras espectaculares a muerte siguiendo un patrón videojueguil que las hace más disfrutables. Siguen un patrón videojueguil porque las armas, defensas y protecciones que llevan los vehículos sólo se activan pasando con las ruedas del coche sobre una especie de alcantarillas señalizadas con determinados iconos (espadas para los ataques, escudos para las defensas y calaveras para las protecciones). El saber elegir, en cada momento, que tapa de alcantarilla debes “pisar” te puede salvar la vida. Insistir en lo fabulosamente bien rodadas que están las competiciones y/o carreras.

El mencionado sistema de elección de armamento, defensas, protecciones… está claramente inspirado en el mundo de los videojuegos. Sin ir más lejos, al ver el film me acordé de los míticos juegos de la saga WipeOut’ con los que tan buenos ratos pasé en el pasado de la PlayStation. Resulta un total acierto el hecho de incluir este sistema en las carreras ya que las vuelve muchísimo más llamativas, divertidas y emocionantes para el público.

Por otro lado, es posible apreciar una cierta influencia de Perseguido’ (Paul Michael Glaser, 1987), aquél mítico film interpretado por Arnold Schwarzenegger. Recordemos que allí los presos se veían obligados a participar en las «carreras/maratones» de un exitoso programa de televisión a cambio de conseguir su libertad. No sé si esta “influencia” u “homenaje” será intencionado o no, pero lo cierto es que Paul W.S. Anderson siempre se ha declarado un fan del cine de aquellas épocas. Por consiguiente, llena sus películas de continuos homenajes a films míticos para los amantes de la acción, la sci-fi y el terror de los 80 y 90.

“Usted quiere un monstruo… pues ya tiene uno”. Yo, Frankenstein.

En el film contamos con la presencia de Jason Statham, el heredero de las verdaderas estrellas de acción de los 80. Jason es un tipo que no se avergüenza del cine que hace. Un antihéroe cinematográfico que siempre nos regala unas actuaciones bastante físicas con las que poder recordar los buenos tiempos de aquellas magníficas décadas. En ‘Death Race’ la presencia de Statham contribuye muchísimo a elevar la nota. El pateador inglés se encarga de Frankenstein, un personaje de esos que se ajustan perfectamente a su personalidad cinéfila: un tipo duro que al volante es frío como el hielo y que también sabe repartir buenas trompadas. Por cierto, su traje de carreras está inspirado en el que llevaba Steve McQueen en ‘Las 24 horas de Le Mans’. Tan sólo cambia el color.

Tampoco podemos olvidar el espectacular debut en esta cinta de Natalie Martinez, en la que fue su primera película. También hay que destacar como Ian McShane saborea su rol de Coach. Y, por supuesto, la presencia de una elegante y dura Joan Allen como Hennessey, la alcaide Terminal Island. Hennessey es una mujer con tal autoridad que los presos no se atreven ni a mirarla cuando pasa por el patio de la prisión. Y entre sus subordinados podemos distinguir a Jason Clarke.

Por último nos queda Tyrese Gibson intentando dar vida a un durísimo Joe Machine Gunn y fracasando en el intento. En ningún momento transmite la dureza, carisma y supuesta fiereza de su personaje. Y mejor no compararlo con el estrambótico Machine Gunn de Stallone porque entonces las cosas para Gibson se pondrían muy feas. Para terminar es una pena que Stallone no tuviera ni siquiera un cameo a modo de recordatorio/homenaje.

“Usted tiene las condiciones para mantener viva la leyenda” (Hennessey)

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En conclusión.
Acabo esta crítica de Death Race: La carrera de la muerte, una espectacular cinta de acción en la que contamos con la presencia en pantalla de un Jason Statham a tope. Amén de un original y videojueguil sistema de competición con todo tipo de monstruos de cuatro ruedas compitiendo por ganar cinco carreras. Además agradece el hecho de que estemos ante una nueva visión de una historia y no ante otro remake puro y duro. Una de las mejores cintas de acción de Statham, no me cabe la menor duda.

Tráiler de Death Race: La carrera de la muerte

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