300
Vista con la distancia del tiempo, con la mirada libre de prejuicios sobre su director, intentando comprender las razones de los fans de por qué “300” es una gran película y dispuesto a revisarla con objetividad, uno se encuentra con algunas virtudes más que cuando la vio por primera vez, en aquella época donde casi daba miedo decir que no te había gustado ante las hordas de nengs que decían “¡¡¡buáaaaa, vaya flipamiento tío, se cuela, no tienes ni idea de cine!!!”
A favor de la cinta hay que decir que no comienza nada mal y que Zack Snyder no es un patán absoluto tras las cámaras. Si algo bueno tienen las películas que vi de él es que las escenas de acción pueden seguirse sin problemas y no tiene la tentación de montar 10.000 planos por segundo, que es la tentación supina de los manazas entrenados en las escuelas del videoclip a lo Michael Bay. También es de agradecer que haya sangre, aunque sea una sangre digitalizada en exceso y hasta pechos, femeninos y masculinos. Lo malo es que todo eso no compensa las graves deficiencias de la película.
A partir de la aparición de Leónidas (Gerard Butler y su barba) y de los restantes 299 culturistas depilados, la película acaba haciéndose francamente insípida, alargada innecesariamente para lo que cuenta (toda la subtrama con la esposa), repleta de frases de epicismo del “todo a 1 euro” grandilocuentemente vacías y pensadas para que la juventud salga del cine citándolas verbatim (A Roger Ebert le recordaban las frases que decían los luchadores de Pressing Catch a sus contrincantes antes de subir al ring…y lo ha “clavao”. Por cierto, eso mismo dije yo la primera vez que la vi, y sin mirar su reseña) y una sensación final de aburrimiento generalizado.
Claro que todo eso intenta enmascararse con…el estilo visual. Ay. Puedo reconocer que en materia de CGI la película innovó con mejoras en los efectos visuales, que permiten a Snyder hacer calcos exactos de las viñetas del cómic. No lo leí, pero aquí se juzga la película por sus propios méritos y no por si es fiel al cómic. También puedo reconocer, ya en plan más malévolo, que llevó el exceso de ralentís a niveles nunca vistos por el ojo humano (¡normal que nos enteremos de la acción!). Pero el calificativo de “visionario” que le puso el marketing, los fanboys y parte de la crítica (miope, me temo) se escapa a mi comprensión. “Visionario” es aquel que innova en la narrativa, en el montaje, en los FX o en el lenguaje cinematográfico. Griffith, Welles, Gance, Méliés, Segundo de Chomón o Eisenstein lo fueron. Snyder no.
Estilo visual frío y sobrecargado con toneladas de infografía que acaba devorando la película y del que se pueden rescatar planos aislados y poco más. Mucho ruido y pocas nueces para uno de los casos de hype condenados al olvido salvo en notas a pie de página más elevados que se recuerden y que sirvió para confirmar esa frase de que “En el país de los ciegos que es Hollywood, el tuerto es el rey”. Con todo, creo que Zack Snyder es capaz de hacer una buena película. Determinados aciertos parciales en este título, en “Watchmen” y en “Sucker Punch” (bueno, y los minutos que vi de “Amanecer de los Muertos”) me llevan a pensar que si baja de las nubes en las que le entronizaron es capaz de sorprender a propios y extraños. Mientras tanto…me temo que no.
Thumbs down. Tres y medio. Es lo más objetivo que puedo ser.