Point Break (Sin límites)
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Unir tierra, mar y aire. Ese es el reto que presenta el director Ericson Core. A su cargo un equipo de deportistas de élite para ejecutar las escenas de riesgo rodadas de forma artesanal. Su objetivo: presentar ocho maravillas del mundo en diferentes puntos y continentes. ¿Guión? ¿Interpretaciones? ¿Dirección cinematográfica? ¿Lógica? Nada de eso, cámara al casco y a volar. Esto es… ‘Point Break (Sin límites)’.

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Crítica de Point Break (Sin límites)

Ericson Core firma esta película con una espectacularidad digna de una segunda unidad (crédito donde se ganó fama antes de saltar a la dirección) de cualquier film de James Bond y sin ninguna pasión. Core mueve la cámara detrás del riesgo y sitúa al espectador dentro de la aventura. ‘Point Break’ (2015) es el remake deLe llaman Bodhi (Point Break, 1991), la cinta que confirmó a Kathryn Bigelow como una directora capaz de competirle en el terreno de la acción y el policíaco a los hombres fuertes del género.

El personaje de Bodhi, antaño carismático, es ahora un anarquista. Un hombre en constante búsqueda de la muerte al amanecer de cada nuevo día. También busca venganza en contra del sistema y en favor de la Naturaleza. Una «madre» a la que los hombres tanto le han quitado y tan poco le han dado. Por su parte, Johnny Utah es un inconsciente que quiere dejar de serlo. Para ello piensa que lo mejor es ponerse traje y meterse en el FBI.

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Tan a grandes rasgos son mis explicaciones, en esta crítica de Point Break (Sin límites), como las expuestas en el film para que los personajes hagan lo que hacen. No era ‘Le llaman Bodhi’ un prodigio narrativo pero tampoco lo necesitaba. Aquella cinta se sustentaba en un manejo de la acción artesanal, el carisma de Patrick Swayze, un más que correcto Keanu Reeves y una bien conseguida fascinación por el mundo del surf como símbolo de libertad. Aquí, su remake (del que toma el título original, un par de escenas claves, los nombres de la banda de Bodhi y los de Utah y Pappas) parece la excusa para re-hacer ‘xXx’ (Rob Cohen, 2002). Finalmente termina siendo una explotation de ella con grandes medios.

En ‘Point Break’ tenemos a los personajes luciendo tatuajes. Además presentan una valentía que, muchas veces, se confunde con estupidez. Ojo a la ridícula secuencia de opening al estiloMáximo riesgo(Renny Harlin, 1993). Sí todavía uno es capaz, como espectador, de aceptar lo que ha pasado nada más arrancar la cinta, entonces, puede que ‘Point Break’ sea su película. En caso contrario siempre podrá conformarse con disfrutar del paisaje…

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Un buen resumen de lo que ofrece el film sería este: Si uno no tiene los euros ni el tiempo para comprarse una cámara GO-PRO y hacerse a la aventura, lo mejor es que vea ‘Point Break’. Aquí el equipo de producción se encarga de meternos en la acción, de recorrer mundo y de correr el riesgo… Mientras tanto, nosotros, nos sentamos delante del televisor a disfrutar del viaje y del paisaje.

Tomando como base “las ocho pruebas de Osaki”, un grupo de hombres expertos en multitud de deportes extremos planea robos alrededor del mundo. Robos que les sirven para llegar hasta algunas de las maravillas del planeta Tierra. Desde un mar de olas en Francia, pasando por una carretera mortal en Italia y llegando hasta “el salto del Ángel” en Venezuela. También veremos dos imponentes agujeros naturales en México con una profundidad equivalente a la altura del Empire State. Allá donde va este grupo de hombres roban a los ricos y al sistema… Todo para devolver a la gente trabajadora y a la madre Tierra lo que el hombre (rico) le arrebata. Si en el original la banda de los ‘Ex-Presidentes’ sustraía para su propio beneficio, aquí están financiados por un jeque árabe y lo hacen por puro divertimento.

No vamos a negarle a ‘Point Break’ su espectacularidad (vacía). Tampoco su despliegue de stunts imposibles con el mínimo uso del CGI (según sus responsables). Todo eso está ahí, y es lo mejor que tiene. No obstante, sí se le podría pedir que, con más de veinte años de margen para escribir un libreto que modernizara la historia, le hubieran dado un mínimo de garra o de empaque emocional a los personajes. Ni siquiera uno es capaz de inmutarse con cierta pirueta de guión. Un giro en donde vemos morir a un personaje del original que antes salía vivo.

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Parte de culpa de la carencia de sentimiento la tiene Luke Bracey, quien ya dio muestra de su flojera interpretativa en La conspiración de noviembre(Roger Donaldson, 2014). Este australiano es un actor que ni con los años, ni con tatuajes, ni apretando la mandíbula (o apareciendo ojeroso) consigue mostrar mejoría alguna. Tan rápido como apareció en Hollywood tiene pinta de que va a desaparecer.

Edgar Ramirez lo intenta. Y lo cierto es que desprende cierto halo de misterio como Bodhi. Ramirez viene de la escuela de tipos que no tienen que aparentar ser tipos duros, dan el pego casi sin hablar ni moverse. Hablo de gente como Jon Bernthal o Frank Grillo. Ahora bien, aquí Ramirez trabaja sin una base. En el film ni siquiera logran que su personaje se imponga al grupo de tipos duros que se supone comanda. Tiene sus razones para hacer lo que hace. Sin embargo, el público no termina de simpatizar con el villano tanto como lo hacía con el héroe, uno de los puntos fuertes del original. Estamos ante un problema de casting y de guión por igual. ‘Point Break’ opta por poner a un actor más curtido y con un aspecto más varonil que el del bueno, para que dudemos de a quién animar, mal camino.

Completan el elenco un Delroy Lindo ciertamente descolocado. Al igual que al espectador, le cuesta entender porque esos tipos hacen lo que hacen y no duda en decirlo. También se deja ver Teresa Palmer como Samsara, el interés amoroso de Utha. Finalmente, tenemos a Ray Winstone con look de resaca permanente y la piel de su cara (sobre todo la frente) que empieza a evidenciar sus excesos con los rayos solares. De la banda de Bodhi nada que aportar. Son tipos que vienen, llegan, viven y mueren, y la vida sigue igual. Sin Gary Busey como animador del cotarro, la película acaba dejando todo a sus set-pieces. 

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En resumidas cuentas.
‘Point Break’ es espectacularidad envasada al vacío. Tan efectiva como un chute de Red Bull en ayunas. Sus set-pieces gustarán según el nivel de pasión que uno sienta por los deportes extremos. Poco más hay que decir al respecto de este remake que en nada mejora al film original.

Cameos: Si se afina mucho el ojo se podrá ver, en sendas apariciones especiales, a Grommet y Roach del original (James Le Gros y Bojesse Christopher) como agentes de despacho del FBI.

Tráiler de Point Break (Sin límites)

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