Open Range
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A lo largo de los últimos años se han realizado pocos westerns dignos de mención. Sin duda, uno de ellos es esta película dirigida e interpretada por Kevin Costner. Lejos queda ya la oscarizada ‘Bailando con lobos‘, pero Costner vuelve a demostrarnos por qué este género se le da especialmente bien. Bienvenidos a ‘Open Range’.

“Hoy van a morir hombres aquí, Sue, y yo voy a matarlos” (Charley)

Crítica de Open Range

A pesar de su extensa filmografía como actor, en la faceta de director Kevin Costner cuenta con pocas películas en su haber. Y no es extraño que la primera y la última sean dos westerns muy notables. Lejos quedaban los problemas de rodaje de Waterworld (Kevin Reynolds, 1995) o el tremendo fracaso que supuso Mensajero del futuro’ (Kevin Costner, 1997). Quizás en un intento por volver a sus orígenes, y contar las historias que mejor se le dan, Costner decidió embarcarse en un proyecto acerca de valores como el respeto, la fidelidad y la redención del alma. Y, al igual que en la memorable Sin perdón’ (Clint Eastwood, 1992), los protagonistas de esta película verán cómo, llegado el momento, esos valores serán puestos a prueba.

La mayoría de películas que versan sobre la «conquista del oeste», y esta es una de ellas, suelen aprovechar la expulsión de los indios nativos y los conflictos que eso provocó. Sin embargo, Costner prefiere centrarse en otro aspecto menos conocido. Un aspecto que, excepto en películas como La pradera sin ley’ (King Vidor, 1955) u Horizontes de grandeza’ (William Wyler, 1958), apenas ha sido abordado. Me refiero al concepto que da título a la película, el llamado “open range” o “tierra libre”. Sus orígenes hay que buscarlos en los años posteriores a las Guerras Indias, cuando los ganaderos y las autoridades acordaron liberar las tierras de pasto y los ríos para que fueran de uso público. Obviamente, los enfrentamientos entre ganaderos y granjeros no se hicieron esperar. Y esa es la premisa sobre la que gira ‘Open Range’.

Como director, Kevin Costner realiza un buen trabajo en apenas dos horas de metraje. Costner saber mantener un ritmo acompasado que nos permite ir conociendo los distintos elementos que forman la trama. Aunque a medida que avanza la historia tenemos la seguridad de que todo terminará de un modo violento, el relato está contado de un modo lo suficientemente inteligente como para mantener intacto nuestro interés. Lo que sí podemos recriminarle a Costner es ese incansable empeño suyo por el romanticismo. En este caso incluyendo un innecesario affair amoroso entre Charley y Sue que queda demasiado forzado.

Pese a lo comentado sobre la relación amorosa, la verdad es que el trabajo interpretativo de Kevin Costner y Annette Bening es bastante correcto. Algo que se agradece especialmente en Costner, que ha tenido siempre una trayectoria muy irregular y que suele ofrecer un buen repertorio de tics. Quien sí que está soberbio es Robert Duvall, que mantiene un tono contenido y sin sobreactuaciones. Es interesante la relación que se establece entre Charley, un ex-militar de pasado turbulento, y un tipo como Boss que rehúye la violencia. Podemos decir que son amigos y compañeros de viaje, pero por encima de todo son el alumno y su mentor. Quizás por eso ambos buscan resolver el enfrentamiento con los granjeros de un modo pacífico. Aunque sepan en su interior que sólo hay una salida. Será entonces cuando la violencia de Charley sea más necesaria que las palabras de Boss.

En el reparto también están Abraham Benrubi y Diego Luna dando vida a los dos compañeros de Charley y Boss. En cierta forma, son el elemento catalizador que precipita los sucesos tras una desafortunada visita al pueblo. También es destacable el trabajo de Michael Gambon, un veterano de la escena teatral que, sobre todo, es conocido por su papel de Albus Dumbledore en la saga de Harry Potter. Aquí se pone en la piel de Baxter, un terrateniente sin escrúpulos que detesta profundamente a los ganaderos. Y hará lo necesario para librarse de ellos.

Pero, sin duda, el plato fuerte de esta película es el tiroteo que tiene lugar cuando la vía del diálogo se muestra estéril. Y debo decir que es uno de los mejores tiroteos que he visto en un western. Personalmente lo sitúo por encima de ese duelo final que pudimos disfrutar enEl jinete pálido (Clint Eastwood, 1985) o de la orgía de plomo que nos ofreció El tren de las 3:10(James Mangold, 2007). De hecho, no es sólo un enfrentamiento hiperrealista a cara de perro, sino la renuncia a unos valores que han acompañado a Boss y Charley durante sus últimos diez años. La cruel constatación de que, al final, en el western moderno matar o morir lo es todo.

Conclusión.
Acabo esta crítica de Open Range, uno de los trabajos más equilibrados de Kevin Costner, incluso como director. Es cierto que el ritmo acompasado puede parecerle lento a más de uno, pero es necesario porque esto no es un western de tiros y flechas… sino un camino de redención donde se necesita cierto tiempo para trabajar los personajes y los lazos que les unen. A fin de cuentas, el desenlace no es más que una consecuencia de todo lo que nos han contado antes. En definitiva, una buena película que nos recuerda lo grande que ha sido el western y, sobre todo, por qué.

Tráiler de Open Range

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