Crónicas de San Sebastián 2016, día 3
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Crónicas de San Sebastián 2016, día 3.

La tercera jornada del Festival de San Sebastián se postula ya como uno de los mejores de esta edición. Comenzamos el día con la atrevida ‘Nocturama’, la película de Bertrand Bonello que rechazó el Festival de Cannes tras los atentados de París, y con la sueca ‘El gigante’, una cinta muy pequeña que combina el absurdo con lo tierno de manera muy imaginativa. Luego seguimos con ‘Que Dios nos perdone’ de Rodrigo Sorogoyen, un thriller policíaco que no sorprende pero funciona. El día terminó con una de las películas más esperadas de esta edición, ‘Elle’ de Paul Verhoeven, y aunque el grado de entusiasmo es muy variado la película (o mejor, Isabelle Huppert), gustó tanto como se esperaba.

‘Nocturama’.
De poco le ha servido a Bertrand Bonello que su trayectoria haya estado avalada casi siempre por el Festival de Cannes. El argumento de su última película, centrada en unos atentados en París perpetrados por un grupo de jóvenes, llevó a la organización del festival a pedirle cambios si quería ver la película estrenada allí. Bonello se negó, alegando que sus protagonistas no tenían nada que ver con los autores de los atentados que asolaron Paris el pasado noviembre. A pesar de su argumentación, el festival no consideró procedente estrenar la película entonces, dando lugar a la polémica y convirtiendo a ‘Nocturama’ en la primera cinta que se añadió a la lista de la Sección Oficial del Festival de San Sebastián.

‘Nocturama’ es la película de extremos de esta edición. O te gusta o la odias. Bonello se la juega privilegiando la experiencia sensorial a la enunciación clásica, de ahí que su película vaya a gustar más a aquellos que no esperen demasiadas explicaciones de ella, y aunque no de forma unánime su propuesta es infinitamente más interesante que la mayor parte de películas que se proyectan en el festival. El francés ha creado una obra similar al ‘Elephant’ de Gus Van Sant, apostando por el continuismo y obviando las motivaciones de los perpetradores, un grupo de jóvenes en el caso de la película de Bonello, y es precisamente esa falta de justificación la que puede generar enfado en el espectador, incapaz de empatizar con los personajes y, por tanto, de seguir con interés la frivolidad con la que nos sorprende Bonello. Lo mejor es darse cuenta cuanto antes de que el francés no pretende hacer esa película, que no quiere que sepamos el desencadenante de todo, sino que asumamos que se trata de estupidez, inconsciencia, religión o deseo de aventura… Da igual. Quizá una película como esta, que de manera inconsciente aborda una problemática de primer nivel en Europa como el terrorismo, sí pida cierta contextualización pero la intención de Bonello va por otro camino, y es una pena que por los recientes acontecimientos acaecidos en Francia el sentido de su obra se desvirtué por completo.

La película del francés huye de la lectura moral, y se debe en parte a la focalización de la acción en un centro comercial donde los chavales hacen perrerías. Esa decisión despoja a la película de toda intención moralizante, y solo la advertimos en su parte final cuando llama la atención a la brutalidad de las autoridades francesas. No se busca incomodar, ni hacer una reflexión grandilocuente sobre los actos de violencia de este tipo. Bonello plantea y nosotros sentimos. Y es entonces cuando la forma de la película cobra fuerza, cuando los planos secuencia y los contrastes generados por su cámara se vuelven tan importantes. Y es así como seguimos sintiendo.

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‘El gigante’.
Nadie esperaba nada de ‘El gigante’ después de que se anunciara su participación en la Sección Oficial de este festival. El argumento de la película de Johannes Nyholm, centrada en un jugador de petanca con autismo y deformidades graves, no parecía lo suficientemente serio como para competir en la máxima categoría de un certamen, pero después de indagar en sus avances descubrimos en ella una propuesta visual muy interesante, y empezamos a cuestionar nuestro propio juicio.

El sueco se centra en la vida de Rikard para dar forma a una historia de superación llena de sensibilidad. ‘El gigante’ es plenamente consciente de lo ridículo de su argumento pero la confianza con la que aborda todas sus situaciones la convierten ya no sólo en una obra muy divertida sino también tremendamente inteligente. Bien es cierto que Nyholm no se sale del esquema del género para contar la historia de su protagonista: Rikard es la persona frágil de la que todo el mundo abusa pero que un día, en una competencia de petanca, se supera. Todo marcha como debería, con la diferencia de que el sueco no esconde lo grotesco de su planteamiento sino que lo asume y le da la vuelta. Al final ‘El gigante’ pretende hablar de cuestiones como el abandono o el amor fraternal, pero es en su forma donde reside su verdadero valor, en esas coloridas ensoñaciones de Rikard, donde se imagina a sí mismo como un gigante poderoso.

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‘Que Dios nos perdone’.
Después del éxito de ‘Stockholm’ había mucha expectación entorno a la nueva película de Rodrigo Sorogoyen, ‘Que Dios nos perdone’, un thriller policíaco muy diferente a todo lo que planteaba el director español en su debut tras las cámaras. En su nuevo trabajo, Sorogoyen cuenta la historia de dos inspectores, Alfaro y Velarde, que tendrán que buscar a un asesino en serie de ancianas en un contexto de lo más problemático, con la crisis económica, el movimiento 15M y los millones de peregrinos que esperan la visita del Papa en Madrid.

‘Que Dios nos perdone’ es el ejemplo perfecto de película que no reinventa nada pero que funciona en un nivel extraordinario. Seguimos ante la típica película de policías, con dos compañeros antitéticos que encuentran en su diferencia el complemento perfecto a su vida profesional, uno es el músculo y el otro el cerebro. Ambos se embarcan en una investigación que tampoco se desvía de las claves del género, con sus persecuciones fracasadas incluidas y su villano histriónico. Pero la película de Sorogoyen encuentra identidad propia al dotar de un humor muy espontáneo a sus acciones, y al construir personajes con multitud de matices. La película se erige como un retrato de la España decadente, en la que la moralidad de los hombres de autoridad está al mismo nivel de aquellos a los que persiguen. Aunque el valor de ‘Que Dios nos perdone’ aumenta cuando la mano de Sorogoyen entra en juego, controlando perfectamente los tiempos y espacios, acotando el terreno con la cámara y generando tensión con todo tipo de recursos.

Virtudes que se suman a la crítica al cuerpo policial y a la Iglesia que, aunque no muy agresivas, suponen un paso adelante en el cine despolitizado que necesitamos y que está encontrando en el thriller su mejor baza. Y, por supuesto, alabar las actuaciones de Antonio de la Torre, Roberto Álamo y Javier Pereira, un tridente que apunta a los Goya con una fuerza imperturbable. Parece que entre Alberto Rodríguez y Rodrigo Sorogoyen se juega el cine español este año.

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‘Elle’.
La expectación en torno a ‘Elle’ era lógica teniendo en cuenta los diez años que ha tardado Paul Verhoeven en volver a dirigir una película. Tras ‘El libro negro’ y el telefilme ‘Steekspel (Tricked)’, el cineasta neerlandés se alejó del audiovisual, regresando por la puerta grande con esta comedia negra protagonizada por Isabelle Huppert y que conquistó a la la crítica internacional en la pasada edición del Festival de Cannes, generando una gran controversia en todos los círculos. ‘Elle’ cuenta la historia de Michèle, una mujer fría y controladora que dirige una gran empresa de videojuegos y maneja los negocios y su vida con mano firme. Un día es atacada en su casa por un hombre misterioso, y lejos de asustarse Michèle decide buscarle y seguirle el juego…

El sello de Verhoeven en ‘Elle’ es inconfundible. Los créditos y la música inicial evidencian la presencia del cineasta, que se propone crear con ‘Elle’ un thriller sobre los peligros del deseo, además de una comedia sobre la familia tan hilarante como despiadada. El director combina la intriga y el humor de manera muy sutil, delegando en la expresiva interpretación de Huppert toda la responsabilidad, y el resultado es puro cine. Verhoeven ha firmado una de sus películas más subversivas e inquietantes, planteando al espectador un debate muy interesante sobre la dominación, la lascivia y la venganza, y para ello ha creado a un personaje intrigante como Michèle, cuyo trabajo como directora de una empresa de videojuegos representa, además, la decadencia y tendencia de los productos culturales actuales. Y a pesar de la compleja reflexión que propone, Verhoeven rueda con ligereza cada escena, convirtiendo el juego en algo irresistible.

El problema que le encontramos a ‘Elle’ es su excesiva contextualización. Verhoeven no es conocido por su concisión, y pocas veces es un rasgo criticable, pero en su nuevo trabajo identificamos bastantes subtramas prescindibles, o al menos no tan importantes como para dedicarles tanto espacio. Es evidente que todas responden a la necesidad de completar el personaje de Huppert, de añadirle matices, pero resulta excesiva la atención que presta a alguna de ellas, y más teniendo en cuenta lo previsible que resulta en en algún momento. Aun así Verhoeven se las arregla para crear una película divertida y morbosa, un producto de calidad incuestionable que, eso sí, pasará a la historia por la incontestable actuación de su protagonista más que por su importancia en la carrera de Verhoeven.

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Será difícil volver a disfrutar de una jornada como esta, pero no perdemos la esperanza con ‘El porvenir’, ‘Lady Macbeth’ y ‘La tortuga roja’, las películas que coparan nuestra agenda el próximo día.

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