Papillon
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En 1973, llegaba a las pantallas una película basada en el libro homónimo de Henri Charrière. Hablamos de una obra autobiográfica que narraba las penurias y desventuras sufridas por el autor en las colonias penales de la Guyana Francesa. Cuando se rodó este film Steve McQueen ya era una superestrella del celuloide y Dustin Hoffman un joven y consolidado actor. Cabalgando entre el melodrama y el romanticismo, esta cinta nunca fue concebida como un producto de masas, sino que fue una apuesta arriesgada. Una película que se posiciona dentro del subgénero carcelario como una rara avis que el tiempo ha sabido poner en su lugar. Hoy nos volvemos a reencontrar con ‘Papillon’.

“Somos los únicos animales que se meten cosas en el culo para sobrevivir” (Papillon)

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Crítica de Papillon

Tal y como he comentado al principio, esta película está basada en un libro escrito por Henri Charrière, uno de los poquísimos hombres que consiguieron escapar con vida de la Isla del Diablo. Como ya sabéis saber, una de las colonias penales francesas en la Guyana. Se trata de un libro denso y largo, y difícil de adaptar. La obra retrata la angustia y el drama de un hombre privado de la libertad. No obstante, Franklin J. Schaffner consiguió ofrecernos una película bastante equilibrada, aunque con ciertos altibajos, resumiendo gran parte del libro. Pero sin perder la esencia del mismo y jugando magistralmente con los planos y las secuencias. Este veterano director ya contaba en su haber con películas de la talla de Patton’ (1970) o El planeta de los simios’ (1968).

Por encima de la acción frenética que puedan tener las películas actuales,‘Papillon’ era una apuesta más por una reflexión acerca de la libertad y las vicisitudes que nos llevan a vernos privados de ella. La historia comienza en plena Francia. Allí, una remesa de presos es preparada para ir rumbo a las colonias penales de Sudamérica. Esto sirve a Schaffner como punto de encuentro de los dos protagonistas, Papillon y Louis Degà. A la postre, ambos resultan ser el eje principal que apuntala la obra con dos interpretaciones soberbias.

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Los actores elegidos para encarnar a los dos protagonistas ya habían demostrado su talento con anterioridad. Por una banda, Steve McQueen, que tras una dilatada carrera de éxitos era el actor mejor pagado de Hollywood y un referente para su generación. Por la otra, un joven Dustin Hoffman que acababa de subirse al carro del triunfo… Aunque para Hoffman este era un papel más en su evolución como actor, consiguió dotar a Degà con una serie de matices y sentimientos que ayudan mucho a comprender al personaje. Por su parte, McQueen era la estrella principal. Sobre él recaía la responsabilidad de interpretar al rudo Papillon. Y, contrariamente a lo que suele verse actualmente en actores de acción, además de su poderosa presencia física y carisma, poseía lo necesario para cargarse la escena a la espalda y dar profundidad al personaje.

Ambos personajes son diametralmente opuestos, pero se complementan. Papillon es un tipo rudo, fuerte, físico, acostumbrado a las condiciones más duras y hecho a si mismo. Degà, en cambio, es un hombre sensible, inteligente y culto. Un sujeto que se ve en una situación que le supera. Steve McQueen aprovechó muy acertadamente ese matiz de macho y pícaro que le había convertido en un ídolo de masas, siempre marcando su característica mirada de ceño fruncido a lo largo de todo el metraje. Hoffman, por otra parte, interpretó a Degà como a una criatura frágil atrapada en un entorno violento. Un hombrecillo cuyas mayores preocupaciones son mantener limpias las gafas y ocultar el dinero en lo más profundo de su ser… ya me entendéis.

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Sin duda, se trata de una película de denuncia. Especialmente en lo relativo al trato infrahumano que recibían los presos. Para ello Schaffner no dudó en mostrar en toda su crudeza las condiciones de vida de los reos, los oscuros calabozos de aislamiento o las prácticamente nulas condiciones de sanidad. Todo ambientado en un penal rodeado de zonas pantanosas atestadas de mosquitos y alimañas. Por no olvidar a los inhumanos guardas que trataban a los reclusos como si fueran animales.

Es en ese ambiente hostil cuando el arreglo de conveniencia entre ambos presos se acaba consolidando, poco a poco, en una fuerte amistad. Una amistad que queda patente, más que nunca, cuando Papillon es encerrado en una celda de aislamiento y Degà soborna a los guardas para que le hagan llegar comida en forma de cocos. Una amistad que no es traicionada cuando Papillon es obligado a confesar el origen de los cocos y prefiere sufrir aún más privaciones antes que hablar. No obstante, no hemos de olvidar que sigue siendo una amistad forzada. Más bien originada por la necesidad y las penurias que por sentimientos desinteresados.

Llegado este punto, es justo reconocer el mérito y talento de Dalton Trumbo y Lorenzo Semple. Entre los dos escribieron un guión que plasma perfectamente todas estas sensaciones que acabo de comentar. Ahondando un poco en Dalton Trumbo decir que había tenido que sufrir personalmente la caza de brujas a cargo de McCarthy. Esta persecución le cerró todas las puertas, le arruinó y le obligó a exiliarse en México. Incluso se vio forzado a firmar sus guiones bajo múltiples seudónimos, llegando a recibir un Oscar que no pudo recoger.

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Pese al carácter reflexivo y dramático de la cinta, también hay lugar para la acción, la aventura e incluso la comedia. Es sumamente difícil aburrirse o caer en la monotonía, ya que las penosas circunstancias que rodean a Papillon y Degà están tratadas para mantener el interés del espectador y guardar un fino equilibrio que incluso nos arranca alguna que otra sonrisa. Por no hablar de la tan esperada fuga del penal. Con toda seguridad una de las mejores fugas que se hayan podido ver en la gran pantalla. En la misma veremos a los dos protagonistas esquivando balas, atravesando densas junglas pantanosas, enfrentándose a indígenas y soldados, e incluso lidiando con caza recompensas sin escrúpulos. También hay otras escenas notables como el encuentro de Papillon con los leprosos, o la peculiar forma de transmitir caridad que podemos observar en la visita a un convento…

Personalmente, siempre me ha apasionado el género carcelario, sobre todo por el hecho de haber recibido diversos enfoques a lo largo de los años. Hay películas muy buenas comoLa leyenda del indomable(Stuart Rosenberg, 1967) que se centran más en el ser humano y las complejas relaciones que se establecen en una cárcel. Otras como ‘Brubaker’ (Stuart Rosenberg, 1980) buscan escarbar en la corrupción que existe en estos centros. Algunas prefieren potenciar el thriller y la acción, tal sería el caso de ‘La fuga de alcatraz’ (Don Siegel, 1979) oEncerrado (John Flynn, 1989). Incluso podemos encontrar incursiones en el género sobrenatural con cintas como La milla verde’ (Frank Darabont, 1999). Pero el caso es que ‘Papillon’ se acerca mucho a la perfección, al menos para este servidor.

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Conclusión.
Acabo esta crítica de Papillon, un film que se centra en la crítica feroz al sistema carcelario y en la búsqueda de la libertad por parte del ser humano. Pese a ser claramente un vehículo de denuncia, no olvida la vertiente lúdica que toda película debe tener. Y, además, se apuntala sobre la soberbia interpretación de dos actores en estado de gracia y unos secundarios a la altura de las circunstancias. ¿Qué más puedo decir?

Tráiler de Papillon

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