Luces rojas
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¿Estamos dispuestos a creer todo lo que vemos? Esta sencilla premisa sirvió para presentar la tercera aventura cinematográfica de Rodrigo Cortés. Con un mayor presupuesto, y la presencia de un reparto de talla internacional, ‘Luces rojas’ fue una buena prueba de fuego para uno de nuestros directores que, por aquel entonces, contaba con más proyección.

“Buscamos luces rojas. Notas discordantes, cosas que no deberían estar ahí” (Margaret)

Crítica de Luces rojas

Rodrigo Cortés no es un director con una larga carrera, de hecho esta fue su tercera película. Pero no hay duda de que se trata de un director con talento que apuntaba muy buenas maneras. Con ese ánimo me dispuse a ver ‘Luces rojas’. Además de tener muy en cuenta la recomendación del propio director, quien advirtió que no debíamos esperar nada de la película, simplemente verla y ver dónde nos llevaba. La idea de este proyecto surgió de la reflexión que hizo Cortés sobre lo humano y lo extraordinario, sobre el engaño y el misterio. Y el resultado es una historia que, precisamente, ahonda en esos conceptos, jugando hábilmente con lo que vemos y lo que no vemos. Y qué mejor mundillo para reflejarlo que el de la parapsicología. Un espacio donde farsantes e iluminados coexisten a costa de lo que la gente cree o quiere creer.

El guión nos sumerge en el exótico mundo de los fenómenos paranormales. Es una historia con garra que consigue mantener un clima tenso durante todo el metraje y que claramente juega a engañarnos. Sin embargo, echamos en falta un mayor desarrollo de los personajes, que acaban siendo marionetas al servicio de una trama quizás demasiado obvia. No hay duda de que el objetivo es mantenernos intrigados de principio a fin, haciéndonos creer lo que el director quiere que creamos. Y claro, unas veces funciona y otras no. Desde un principio se hace evidente el trato realista y aséptico que recibe el tema de la parapsicología, haciendo crecer poco a poco en nuestro interior la semilla del escepticismo. Pero a medida que avanza la trama encontramos elementos que rompen con esta línea realista o que cuanto menos nos hacen sospechar (por ejemplo: la tremenda paliza que recibe cierto personaje).

Cortés teje una trama de engaños que claramente divide la película en dos mitades. Un primer acto orientado a la investigación, muy preciso y comedido. Y un segundo acto mucho más intenso, con el suspense y el caos como principales protagonistas. Esto puede resultar molesto para algunos espectadores, de hecho puede incluso provocar que no entendamos del todo lo que nos están contando. Tampoco estamos ante una historia que aporte elementos novedosos, puesto que la película bebe demasiado de las producciones norteamericanas y estructuralmente sigue los tópicos habituales del género. Pero, francamente, teniendo en cuenta lo que solemos encontrarnos en películas de este tipo no podemos menos que alegrarnos con el resultado.

En el reparto Sigourney Weaver está soberbia en el papel de investigadora racionalista, siempre esperando encontrar una explicación a cada fenómeno aparentemente misterioso. La verdad es que hacía tiempo, probablemente desde Alien Resurrección’ (Jean-Pierre Jeunet, 1997), que no la veíamos en un papel duro. Ella hace subir enteros la propuesta. A su lado tenemos a un correctísimo Cillian Murphy, que interpreta al joven físico que la acompaña en cada viaje. Personalmente no lo veo como la mejor opción porque suele interpretar a personajes inquietantes… y eso eso juega en contra de los propósitos de la trama. Por decirlo de otro modo, es como darle a Henry Silva el papel de bueno en una película. A destacar también la presencia de la joven actriz Elizabeth Olsen en la que fue su cuarta película para cines.

Obviamente se juega con el espectador incluyendo casos donde el farsante es desenmascarado, siempre para poner a prueba las creencias de los personajes y también las nuestras. Hasta que entra en escena Simon Silver, encarnado por un Robert De Niro alejado de sus habituales tics faciales y aprovechando su aura de superestrella para dotar de cierta mística al personaje. Es entonces cuando entramos de lleno en el juego que nos propone Rodrigo Cortés y vamos sacando nuestras propias conclusiones. Porque tras tanto escepticismo nos topamos con un elemento que parece desafiar la racionalidad. Silver es el gran pez al que todos quisieran pescar, un tipo que tras años en la escena sigue pareciendo genuino e intocable.

Conclusión.
Acabo esta crítica de Luces rojas, al terminarla me quedé con la sensación de que la creencia y el escepticismo son dos caras de la misma moneda. Y que en el fondo necesitamos tanta fe para creer en milagros como para no creer en ellos. Sinceramente, ya es más de lo que consiguen la mayoría de películas que abordan el tema de los fenómenos paranormales. Este es un film con un buen trabajo interpretativo, una fotografía muy cuidada y un montaje más que correcto. Pero es en ese cierto caos que subyace tras ella y, sobre todo, en su desenlace donde falla en mayor o menor medida, porque quizás esta película también tiene alguna que otra «luz roja»… En cualquier caso, la recomiendo para quienes estén interesados en el mundo de los farsantes, los doblacucharas y los mediums…

Tráiler de Luces rojas

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