Arsénico por compasión
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En 1941, se estrenaba en Broadway una comedia negra escrita por Joseph Kesselring. Durante tres años acaparó los elogios de la crítica consolidándose como la mejor obra de este dramaturgo y despidiéndose de los escenarios entre aplausos. Por ello, no es casual que la Warner tuviera la genial idea de realizar una adaptación para la gran pantalla. El resultado fue ‘Arsénico por compasión’, una película que, con el paso de los años, no ha perdido ni una pizca de la magia que la convirtió en un referente para la comedia.

«La locura corre por toda mi familia… galopa casi» (Morty Brewster)

Crítica de Arsénico por compasión

Cuando una obra de teatro obtiene un gran éxito, y alguien decide hacerla saltar a la gran pantalla, lo más apropiado es dejar el asunto en manos de un gran director. Y Frank Capra lo era tras haber ganado tres Oscars. Los ganó con tres películas memorables como fueron Sucedió una noche’ (1934), ‘El secreto de vivir’ (1936) y ‘Vive como quieras’ (1938). Quizás por eso resulte sorprendente que un realizador acostumbrado a imprimir un ritmo pausado a sus películas optara aquí por el total desenfreno. En ocasiones he leído críticas negativas hacia ese aspecto concreto, diciendo que Capra no consiguió separar la película de la obra teatral o que se le desmadró el invento. Yo prefiero tomarlo como una apuesta arriesgada por parte suya. Una apuesta que, afortunadamente, salió redonda. Quién sabe… quizás Capra quiso limitarse a hacer reír recurriendo a la esencia primera de toda comedia.

La labor de adaptar la obra corrió a cargo de los hermanos Epstein, que ya habían trabajado antes con Capra. Además, habían escrito el guión de Casablanca(Michael Curtiz, 1942). Debido a que el actor principal iba a ser una estrella, decidieron modificar el guión para darle una mayor relevancia. Por lo demás, la historia transcurre ordenadamente pese al caos reinante en la casa de los Brewster. En la misma veremos situaciones muy graciosas y diálogos tan ingeniosos que, incluso leyéndolos, es difícil evitar soltar alguna que otra risa. La verdad es que estamos ante un perfecto ejemplo de comedia negra e inteligente. Un film con una trama que cautivó al público. Basta decir que el éxito de la película propició una nueva adaptación, en esta ocasión para la radio.

Al principio, los actores en quienes se pensó eran los mismos que habían representado la obra teatral, con la excepción del personaje de Morty Brewster. Para interpretarlo, Capra recurrió a Bob Hope… pero por problemas de contrato con la Paramount no pudo aceptar. Fue una maravillosa casualidad porque entonces aparecería un Cary Grant en su mejor momento. Grant afirmó varias veces que esta película fue donde mejor se lo pasó. No es de extrañar porque el propio director le dio licencia para improvisar y hacer lo que le diera la gana. El resultado es un Morty Brewster deliciosamente sobreactuado e histriónico. Un tipo que se pasea por la pantalla con una gracia que dejaba muy claras las aptitudes de Grant para la comedia. Priscilla Lane fue contratada para interpretar a la prometida de Morty. Su correcta actuación sólo tiene como objetivo complicarle las cosas aún más al pobre escritor.

Un actor que hubo que sustituir fue el que tenía que encarnar a Jonathan Brewster, el hermano psicópata de Morty. Originalmente iba a ser el mítico Boris Karloff, que todavía estaba representando el papel en la obra teatral cuando empezó la producción. No es un misterio de fechas, simplemente la película se empezó en 1941 aunque no iba a estrenarse hasta que terminara la representación de Broadway. El honor recayó sobre Raymond Massey, que tuvo que maquillarse para que su cara pareciera la de Karloff. Su interpretación fue escalofriante y convincente. Acompañándolo, como si de un científico loco se tratara, tenemos a un genial Peter Lorre como el Dr. Einstein. Por aquel entonces, Lorre había cosechado éxitos con El halcón maltés(John Huston, 1941) y la ya citada Casablanca (Michael Curtiz, 1942). A su calidad interpretativa se sumaba un peculiar aspecto y un par de ojos saltones.

El reparto queda completado con la peculiar familia Brewster. Una familia formada por dos angelicales ancianas y un hermano con los cables sueltos que cree ser el famoso explorador Theodore Roosevelt. Juntos conforman una comedia de enredos que, si bien puede parecer sencilla al inicio, acaba complicándose debido a la locura colectiva y la cantidad de personajes secundarios que van desfilando por la casa. Debido al encadenamiento consecutivo de situaciones hilarantes, y diálogos, podemos llegar a perdernos ciertos detalles. Pero, debido a ese ritmo frenético que imprime Capra, todo acaba siendo un sano descontrol que nos acaba matando a carcajadas. Todo bañado con un apartado musical encomiable a cargo del mítico Max Steiner. No lo olvidemos, autor de bandas sonoras tan memorables como ‘Lo que el viento se llevó’ (Victor Fleming, 1939) o ‘El sargento York’ (Howard Hawks, 1941).

Conclusión.
Antes de terminar esta crítica de Arsénico por compasión, quisiera decir que los años dorados de la comedia han pasado. Es un género que se ha ido transformando y, a día de hoy, se mueve por otros derroteros diferentes. Pero suele ocurrir que, cuando se publica alguna lista con las mejores comedias, nadie se acuerda de las antiguas. Parece como si la risa tuviera que ver más con la gama cromática de la película que con otra cosa. ‘Arsénico por compasión’ es una muestra inequívoca de que las risas en blanco y negro tienen la misma fuerza que pueda tener una comedia actual. En este caso aún más, y lo digo con sinceridad porque pocas películas me han hecho reír tanto como esta. El humor no caduca, y cuando uno se ríe tanto con una película la vida adquiere un color maravilloso.

Tráiler de Arsénico por compasión

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