Whiplash
El sueño de Andrew Neiman es convertirse en uno de los mejores bateristas de jazz del elitista Conservatorio Shaffer. Su siguiente meta será la de pasar a la historia como leyenda de la música. Terence Fletcher, su severísimo y abusivo mentor, cuyas formas de instrucción traspasan toda moralidad, se convertirá en el principal obstáculo para las aspiraciones del protagonista. (Cineycine).
Basada en el corto del mismo título, ‘Whiplash’ tan sólo fue la segunda película de Damien Chazelle. Sin embargo, se convirtió automáticamente en un film de referencia y en uno de los primeros regalos del curso cinematográfico 2014-2015. La cinta llegó dispuesta a quedarse en nuestras retinas (y oídos) por mucho tiempo… ¡Y lo consiguió! Aunque la partitura se acabara.
Crítica de Whiplash
Una película en cuya carta de presentación pueda leerse eso de “Gran Premio del Jurado y Gran Premio del Público en Sundance 2014”, no es moco de pavo. The Black List (la lista anual de guiones no filmados que, previa selección, son publicados cada diciembre desde 2004) publicaba el guion de ‘Whiplash’ en 2012. El propio Chazelle dirigía una versión en formato cortometraje en 2013 vista en Sundance. Su éxito conllevaría la realización del largometraje. Y así nació uno de los films imprescindibles de la temporada 2014-2015.
Un drama punzante y duro. Un film de los que llegan dispuestos a que el espectador clave sus ojos en la pantalla y no se mueva en lo que se prolonga su duración. Cine mayúsculo, del que pone los sentimientos a flor de piel a base de golpes: los de las baquetas y los emocionales. Porque ‘Whiplash’ es un puñetazo en la boca del estómago de los que apenas te dejan pensar, abriéndote en canal y haciéndote sentir cada uno de sus compases, tanto los sonoros como los visuales.
Al director, Damien Chazelle, originario de Rhode Island, podíamos conocerle (o no) por ser el autor de sendos guiones de dudosa calidad: ‘Grand Piano’ (Eugenio Mira, 2013) y ‘El último exorcismo 2’ (Ed Gass-Donnelly, 2013). Exacto, no era esta la mejor introducción que podía hacerse para hablar de un realizador más que notorio. No obstante, son claves (uno más que otro) para entender ‘Whiplash’ como el firme y despiadado drama que es. Una película de suspense aceptable (de la secuela sobre exorcismos, mejor no hablar) parecería no encajar como experiencia previa a la magistral cinta aquí reseñada. Ahora bien, si ahondamos un poco más en la biografía de Chazelle, comprobamos que allá por 2009 dirigía ‘Guy and Madeline on a Park Bench’, musical de carácter independiente, rodado en blanco y negro, y con la música jazz como trasfondo y vehículo de la historia.
De nuevo, el género musical nacido en el XIX en los Estados Unidos se convierte en la excusa y principal medio para contarnos algo. Si este “algo” es una historia de superación, parece que la ecuación queda resuelta de forma positiva. Y si los sistemas de cálculo de nuestra ecuación son partituras, tempos y mucha dedicación, ahí tenemos ‘Whiplash’. Dedicación absoluta, cuasi rallando lo enfermizo, recordando un tanto, y salvando las distancias, a Natalie Portman en ‘Cisne Negro’ (Darren Aronofsky, 2010). Película esta última con la que, dejando a un lado su pertenencia al cine de género, comparte alguna que otra semejanza. Andrew Neiman no se las tendrá que ver con su doppelgänger para rozar los límites de su cordura, pues en este caso su talón de Aquiles no viene representado por su otro yo, sino por la figura del opresivo Terence Fletcher.
La principal baza, quien aporta la garra, crudeza y mala baba (y mucho hijoputismo) claves para el engranaje de los soberbios compases que debe seguir la trama, es J.K. Simmons (sin desmerecer la labor de Miles Teller). Simmons, eterno secundario configurado como el estricto mentor de Neiman, encuentra aquí, al fin, el papel de su carrera. El actor ocupó todas las listas de nominados y premios (Oscar y Globo de Oro incluidos) por su personaje en esta película. Impensable parece la concepción del film con otro actor que no fuera él.
Haciendo mención a lo visual, amén de una fotografía más que notable, la excelente labor de montaje puede llegar a recordar un tanto a la del ya citado Aronofsky: primeros planos cortos y montados de forma rápida para dar la sensación de aceleración que rige las secuencias musicales. Y todo ello acompañado de una exquisita banda sonora que debemos a Justin Hurwitz. Recordemos, compositor responsable también de la música en el corto en que se basa y que ya trabajó con Chazelle en su anterior film.
En conclusión.
Concluyo esta crítica de Whiplash, una cinta que es jazz en vena en una desgarradora historia de superación. Sublime para aquellos que disfrutan de los dramas hechos para remover nuestro interior de la forma más descarnada.
Tráiler de Whiplash
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Una obra maestra.
J.K Simmons promete ser un entrenador muy hijoputero en esta peli.
¡Fenomenal, Javier!
Ya mismo apuntanda en la lista de películas para ver. Además, me alegra el hecho de que J.K. Simmons haya destacado y triunfado con este film, lo tengo «en seguimiento» desde su genial J.J. Jameson de los «Spiderman» de Raimi.
Simmons es un tipo grande. Pero nose este fenómeno de «diezes» a Whiplash me tiene flipando.