No es país para viejos
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Estamos ante una adaptación al cine que resulta brillante y, en ocasiones, calcada de la novela del siempre especial Cormac McCarthy titulada ‘No Country for old men’. El dúo Coen y McCarthy se unen dando al cine una cinta de referencia dentro del Western moderno. Hablamos de un género denostado por el público y siempre apreciado por la crítica. Prepárense para una experiencia cinéfila sin igual. Sean bienvenidos a… ‘No es país para viejos’.

Crítica de No es país para viejos

La sensación que te queda en la memoria cinéfila al ver ‘No es país para viejos’ es inexplicable. De un lado, eres sabedor que has visto una obra maestra del cine negro con grandes gotas de Western, o al revés, según se mire. Estamos ante un film desolador sobre la condición humana y el azar, el azar que cambia la vida en cuestión de segundos. Del otro lado, puedes llegar a la conclusión de que lo que has visto es una retahíla de escenas memorables culminadas de forma fría. Esto último provocado por lo poco dado que es el cine a mezclar fantasía y realidad.

Quizás lo que los hermanos Coen querían decir con uno de sus mejores largometrajes es que existe un Dios. Sí, pero que ese mismo Dios permite que los hombres guíen el mundo a su antojo. Así pues, cuando tu vida está en manos de un psicópata asesino tus posibilidades de ver amanecer un nuevo día son nulas. Al fin y al cabo, en la vida real, no hay cabida para los finales felices. Así que, bienvenidos al mundo de los Coen.

Los dos ejes sobre los que gravita la trama no podrían ser más opuestos. Moss es un hombre práctico, inteligente, con cojones y sabedor que tiene ante sí la última oportunidad para dejar una vida perra y empezar a vivir en la última capa del pastel. De otro, Chigurh es un terminator sin conciencia ante el que es imposible razonar y las súplicas no te servirán de nada. Cuando el segundo comienza a perseguir al primero, en busca del dinero que sus jefes han pedido que recupere, la cinta pone la quinta. A partir de ahí nos adentramos en una batalla de intelectos grandiosa y legendaria que recordaremos por siempre.

Pocos duelos han resultado tan emocionantes y, a la vez, tan dispares. Rápidamente el espectador comienza a sentirse identificado con Moss. Una identificación conseguida gracias al tremendo papel e interpretación de Josh Brolin, injustamente no tan valorada como la de Bardem. Si a eso le sumamos la inteligencia con la que mide sus pasos, y la cantidad de recursos para salir (casi) indemne de situaciones que harían temblar a más de un Boy Scout, la ecuación es perfecta.

En el polo opuesto se sitúa Chigurh, uno de los personajes más cabrones y sádicos de la historia del cine de ayer, hoy y siempre. Ver su cara en el primer asesinato que comete con sus manos desnudas y esposadas resulta espeluznante. No menos miedo da cuando, como si fuera una mezcla entre Jason Bourne y John Rambo, se cura sus brutales heridas. Javier Bardem logra con esta una de las performances más redondas que se le recuerdan. El actor entrega una composición llena de matices y una gran transformación física. El Oscar 2008 al «Mejor Actor Secundario» fue suyo con todo merecimiento.

No menos grandiosa resulta la labor de Tommy Lee Jones como un Sheriff cansado de vivir en un mundo que no entiende. Un hombre ajado por dentro y por fuera y que aprovecha cada ocasión para recordar tiempos pasados. Un tipo que, traspasada ya la barrera de la mediana edad, comienza ver la luz al final del todo. Sabedor de que le queda poco tiempo de vida por delante reflexiona cada instante que vive (ver su conversación con el tío de los gatos) y cada sueño que tiene (el cierre final). De ese estado salen (sin quererlo) los mejores instantes cómicos del film. Me refiero a todas las conversaciones con su ayudante. Finalmente, el Ed Tom Bell de Jones puede parecer reflexivo y de paso por la trama, pero es el que más cerca está de averiguar todo el percal.

Todo lo contrario produce la fría y corta presencia de Woody Harrelson, un cazarrecompensas que, tras su primera aparición, parece que promete sumarse al duelo Moss & Chigurh. Sin embargo, se queda en meros fuegos de artificio al desaparecer de la trama sin aportar nada a ella que los protagonistas no pudieran encontrar sin su presencia.

Casi terminado resaltar de este decimoquinto largometraje de los Coen (contando sus experimentos conjuntos para otros films) su asombrosa y bellísima fotografía. Atención a esos paisajes desérticos y desolados filmados con parsimonia y detalle. También destaca la violencia que se respira en el ambiente y la sordidez del mundo que visitan los protagonistas.

En resumidas cuentas.
Termino ya esta crítica de No es país para viejos, un thriller de sangre y arena encuadrado en la siempre alabada categoría de Western crepuscular. Un film pulido hasta el más mínimo detalle, hilado muy fino y para paladares exquisitos. Una cinta de digestión profunda y disección pausada. Con un halo de grandeza poco dado en el cine reciente esta es una historia épica de vida y muerte en mitad de algún lugar del que muchos pasan de largo ignorando que allí, en mitad del desierto, la vida vale tanto como en los rascacielos de la gran ciudad.

Tráiler de No es país para viejos

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