Crónicas de Sitges 2014, día 4
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Crónicas de Sitges 2014, día 4.

De cárceles, voces, metacine, una vampira con burka y la casa del mal rollo.
Empezamos semana levantándonos antes de lo normal para asistir a uno de los pases matinales de ‘Starred up’ (David Mackenzie, 2013), drama carcelario de origen británico en el que un joven de 19 años con un gran problema por contener su violencia interior, es enviado a una prisión entre cuyos reos está su propio padre. Si bien el film funciona de forma correcta como drama, los que esperábamos un final apoteósico nos quedamos un tanto expectantes. Aun así, hay que destacar la gran labor interpretativa llevada a cabo por Jack O’Connell, protagonista también de ’71 (Yann Demange, 2014), película bélica también presente en esta edición.

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Acaba la sesión y volvemos a entrar al Retiro para gozar con ‘The Voices’ (Marjane Satrapi, 2014), comedia en la que un espléndido Ryan Reynolds (me atrevo a decir que en el mejor papel de su carrera) se mete en la piel de Jerry Hickfang, un trabajador de una fábrica de neveras que oye voces, en concreto las de sus dos mascotas, el gato Mr. Whiskers y el perro Bosco (ambas interpretadas por el propio Reynolds). Poco a poco, la mente de Jerry se irá resquebrajando y, siguiendo el consejo de sus animales, se iniciará en el mundo de los asesinatos. El original retrato de un psychokiller con buen corazón y unos títulos de crédito finales que rezuman amor por doquier, hacen de ‘The Voices’ una de las apuestas más divertidas de esta edición (con permiso de ‘Housebound’).

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Tras hacer un alto en el camino para hacer nuestras compras y gestiones necesarias, a mediodía entramos al Auditori dispuestos a que el señor Quentin Dupieux nos sorprenda con su nueva apuesta. ‘Réalité’ es un ejercicio de metacine en el que se unen surrealismo y onirismo y que, por sorprendente que parezca, un servidor aún no sabe si catalogarlo como una buena película que sabe reírse de sí misma y en la que Dupieux juega a la autoparodia e introspección cinematográfica, o sin embargo se trata de una gran tomadura de pelo. Es lo que tiene el cine, que requiere reflexión, y si hay algo de lo que no queda exenta ‘Réalité’ es que invita al espectador a pensar.

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Acto seguido vamos con una de las películas más curiosas de este Sitges 2014: ‘A girl walks home alone at night’ (Ana Lily Armipour, 2014), coproducción entre USA e Irán. La primera película de vampiros iraní y todo un ejercicio de soberbia y pretenciosidad por parte de una directora que pertenece a ese determinado grupo de hípsters que hacen cine por y para ellos. Con una innegablemente excelente dirección de fotografía, estamos ante la más burda y banal representación del vampiro que se ha visto en mucho tiempo. Abandonos prematuros de la sala y alguna que otra cabezada generalizada se contradijeron con la opinión de un selecto grupo de pseudo-intelectuales que han decidido catalogar semejante atrocidad como la mejor película que han visto en mucho tiempo. Un monumento al tedio de proporciones épicas que se ríe del espectador y que funciona únicamente para la vanagloria de su directora. Para gustos, colores.

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A la misma hora se daba el único pase de ‘Honeymoon’ (Leigh Janiak, 2014), película que ya hemos podido disfrutar y que catalogo como el mejor film de terror independiente del año, una maravillosa historia de amor (que nada tiene que envidiar a la de la chica vampiro hipster en burka) que, tras un extraño incidente, derivará en una pesadilla de la cual cada vez será más difícil salir.

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Y por fin llega el plato fuerte del día: ‘The Canal’ (Ivan Kavanagh, 2014) producción irlandesa protagonizada por Rupert Evans y que juega con todos los clichés habidos y por haber del cine de terror sobrenatural. Excesivas subidas de volumen para provocar el sobresalto fácil del espectador, imágenes inquietantes, una casa en cuyo pasado se cometieron unos crímenes atroces, la investigación pertinente y un padre y su hijo que acaban de perder a su esposa/madre. Con un guion sencillo y nada tramposo a la par que previsible, el film no aburre en ningún momento y consigue su propósito: el de asustarnos y hacernos llevadera una historia llena de mal rollo y que contiene un bizarro final con homenaje a ‘Ringu’ (Hideo Nakata, 1998) incluido, una gran sorpresa para los aficionados al subgénero de fantasmas.

Nuestra jornada finaliza a eso de las 23 horas y nos disponemos a cuadrar horarios para el día siguiente y asistir a la mítica fiesta en el karaoke Nirvana que se celebra todos los años en el puerto de Sitges, pero eso ya es otro tema…

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