Mil maneras de morder el polvo
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Seth MacFarlane nos trae en esta ocasión una nueva comedia en la que lleva su particular y personal estilo y humor al salvaje oeste. Contando con un gran reparto, MacFarlane nos descubre las ‘Mil maneras de morder el polvo’ que había en Arizona en 1882.

“Odio el oeste y todo lo que contiene” (Albert Stark)

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Crítica de Mil maneras de morder el polvo

Oeste y comedia son dos géneros que nunca me ha gustado ver juntos. Quitando las películas de Bud Spencer y Terence Hill, no suelen funcionar bien, al menos para mi gusto. ‘Mil maneras de morder el polvo’, desgraciadamente, no es una excepción.

Esta película del famoso y divertido Seth MacFarlane quiere ser tan graciosa y divertida que termina haciéndose cansina y/o pesada. Sí, es cierto que tiene gags muy divertidos y logrados, por ejemplo, yo me reí mucho con uno que tiene a un bloque de hielo y a unos trabajadores como protagonistas. Ahora bien, entiendo que peca de saturar al espectador con demasiadas “gracietas” a lo largo de un metraje de casi dos horas que me parece excesivo para lo que cuenta. Quizás habiendo limitado el número de bromas/gags y reduciendo la duración de la cinta ésta habría funcionado mucho mejor.

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El humor se asemeja mucho al que vimos en Ted (Seth MacFarlane, 2012), de hecho, ya se encarga el póster de dejarlo bien claro con esa frase promocional “Del tío que te trajo a Ted”. Sin embargo, el choteo no funciona tan bien como allí por la saturación comentada en el párrafo anterior. Además, no nos engañemos, en esta película tampoco está esa sensacional pareja que formaron Ted y Mark Wahlberg. ¿Y a qué humor me refiero? Pues a un humor escatológico, sexual, absurdo e irreverente. Todo ello potenciado al máximo durante un metraje de casi dos horas y funcionando irregularmente.

La historia del film tampoco ayuda a ver nada nuevo ni original. En pantalla tenemos a un tipo que pierde a su novia, se consuela con su mejor amigo y termina por conseguir la ayuda de otra mujer (de bastante buen ver) que le ayudará a intentar recuperarla. Como vemos, nada nuevo bajo el sol. Por si fuera poco, todos los actores y actrices visten ropas tan limpias que parecen lavadas con Micolor… con lo que la ambientación se resiente. A la cinta se le añade una banda sonora de carácter aventurero/western obra de Joel McNeely. Sus partituras parece querer evocar las composiciones del mítico John Williams, no en vano, McNeely ha compuesto la música de varios episodios del joven Indiana Jones.

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“Bienvenidos a nuestra fabulosa ciudad”… El granjero, la novia y la bandolera.

En el terreno interpretativo la estrella de la función es el propio Seth MacFarlane que se ocupa de dar vida al protagonista, el granjero llamado Albert Stark. No le niego a MacFarlane su talento para la comedia. No obstante, como actor me resulta decepcionante. Se pasa casi todo el film soltando frases sin parar como si fuera una auténtica “ametralladora humana de palabras”. Seth incurre así en la misma saturación que, en párrafos anteriores, comenté que presentaban las bromas del film. Un poco de pausa habría sido bastante de agradecer también en su personaje.

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El resto de famosos intérpretes corren suerte dispar. Charlize Theron (Anna) y Amanda Seyfried (Louise) son las mejor libradas. Por un lado, tenemos la seriedad y saber estar aportado por Theron. Y, por otro lado, el aguante y profesionalidad de Seyfried para saber reírse de sí misma y de sus “defectos”. Otro que sale bien parado es Neil Patrick Harris con su odioso personaje de Foy, el nuevo novio de Louise obsesionado con su mostacho.

Los papeles de Giovanni Ribisi (Edward, el mejor amigo de Albert) y Sarah Silverman (Ruth, la novia prostituta de Edward) son para hacérselos mirar. Para colmo pasan de ser muy importantes al principio para caer luego de manera casi inexplicable en el olvido. Finalmente, y sin mayor trascendencia, pasan también por la película gente como un Liam Neeson totalmente desaprovechado en el papel del bandolero “Clinch” (guiño a Clint Eastwood) o Wes Studi, relegado a la parte final del metraje y para cumplir el expediente sacando a la correspondiente banda de indios en busca de gags más exóticos. De los cameos que podemos ver en ‘Mil maneras de morder el polvo’ no os diré nada para que los podáis disfrutar plenamente.

“En el oeste hay mil maneras de morder el polvo” (Albert Stark)

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En conclusión.
Termino esta crítica de Mil maneras de morder el polvo, mucho MacFarlane y muchos gags provocan un gran empacho. Un empacho que se va acentuando a medida que la película avanza en una duración a todas luces excesiva. Es cierto que algunos gags son divertidos pero esta no es una comedia que vaya a ser recordada ni a aguantar un segundo visionado. Si hubiera tenido un “término medio” en todo habría funcionado muchísimo mejor.

Tráiler de Mil maneras de morder el polvo

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