Indiana Jones y el reino de la calavera de cristal
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Esta entrega no logró cubrir las expectativas creadas por algunos de los fans más puristas del personaje. Pero lo que nadie tuvo en cuenta es que la antigua trilogía la disfrutaron esos mismos fans cuando eran tan sólo unos críos que toleraban y mitificaban todo lo que se les mostraba en pantalla. ‘Indiana Jones y el reino de la calavera de cristal’ no convenció a un público que esperaba una obra maestra a la altura de sus predecesoras. Y eso es mucho pedir teniendo en cuenta que el cine ha evolucionado y que todos hemos madurado y nos hemos vuelto mucho más exigentes que antaño. No obstante, esta continuación resulta muy digna de pertenecer a la franquicia. ¡Vamos con ella!

«… al espacio que se abre entre los espacios…»

Crítica de Indiana Jones y el reino de la calavera de cristal

El cine de acción y aventuras de los años 80 se caracterizaba, principalmente, por su modestia a la hora de plasmar en pantalla momentos espectaculares. También presentaba un humor sencillo, pero original gracias a guiones rebosantes de humildad. Sin embargo, los tiempos cambian. Los realizadores han alterado su manera de concebir el cine, sus métodos de trabajo han evolucionado y los últimos avances infográficos predominan en la actualidad. Una evolución que es inevitable y totalmente consecuente con los tiempos que corren. Por otra parte, antiguas sagas cinematográficas como Star Wars o Indiana Jones dejaron el listón demasiado alto. Tanto que resulta casi imposible volver a tener la fortuna de saborear las mieles del éxito con el rodaje de nuevas y modernas secuelas.

George Lucas era plenamente consciente de la dificultad de volver a traer de regreso al bueno de Indy. En su mente todavía estaba caliente el «fracaso» de sus precuelas de SW. A pesar de ello, reunió el valor necesario para retomar la saga del famoso arqueólogo. Aunque en esta ocasión intentó mantener cierta cautela: “Indiana Jones y el Reino de la Calavera de Cristal no se trata de la segunda venida de Jesucristo como la gente cree. Es simplemente una película”. Esas fueron sus palabras y razón no le faltaba. Sin lugar a dudas, nos encontramos ante la secuela más floja de la tetralogía. En cualquier caso es un film ejemplar en muchos aspectos.

El mayor inconveniente de esta película fue el tiempo. ‘Indiana Jones y el reino de la calavera de cristal’ llegó excesivamente tarde. Nada menos que 20 años después de Indiana Jones y la última cruzada(Steven Spielberg, 1989). Y en todos esos años un gran sector del público maduró y enterró al niño que llevaba en su interior. Ahora nos encontramos con un tipo de espectador tremendamente exigente, serio y poco tolerante. Cualidades estas últimas incompatibles con el visionado de cualquier película de Indiana Jones. Ya sabéis… cintas de aventuras destinadas al mero entretenimiento con un afán por alcanzar “el más difícil todavía” en sus escenas de acción. De aquí que, a nuestra edad, algunos ya no sean capaces de digerir algunas de las secuencias más espectaculares y, al mismo tiempo, irreales (incluso risibles) de este film.

Por otro lado, también es cierto que a Steven Spielberg se les puede reprochar el abuso de efectos CGI en algunas de las secuencias de la cinta. Especialmente cuando resulta que el propio director aseguró que este tipo de efectos digitales se iban a emplear de una forma muy limitada. Esto termina restándole al film esa humildad que tan presente estaba en el cine de hace dos décadas. Por aquel entonces, las carencias de presupuesto se suplían a base de imaginación e ingenio. Y era esto lo que otorgaba a aquellas películas un exquisito aire de Serie B tornándolas inolvidables y entrañables.

Ahora bien, resultaría poco menos que incongruente retornar al pasado y emplear métodos tradicionales y rústicos para la elaboración de las secuencias más impactantes. Quizás ya es hora de cambiar el chip y de aceptar que nuestras sagas de la infancia también tienen derecho a evolucionar y modernizarse. No siempre se puede vivir del pasado, ni tan siquiera en lo que respecta al mundo del séptimo arte. También es cierto que, a pesar de la tremenda calidad de los efectos infográficos, no se debieron de haber empleado para la creación de escorpiones y hormigas como finalmente sucedió.

Tras este largo preámbulo, hablemos de la película en cuestión. ‘Indiana Jones y el reino de la calavera de cristal’ es un film que, sin llegar a la misma altura de sus tres espléndidas predecesoras, no desmerece en absoluto pertenecer a la mítica franquicia. Es más, la película supera a sus antecesoras en lo que respecta a espectáculo visual y acción frenética. Pero lo que gana en espectacularidad lo pierde en eficacia narrativa. Aquí es cuando entra en escena David Koepp, un guionista bastante convencional que no es capaz de dotar al film de aquellas tramas simples pero perfectas. También echamos de menos los brillantes diálogos que caracterizaron a la trilogía inicial. No olvidemos tampoco que el libreto pasó por manos de innumerables guionistas. Entre ellos gente de la talla de M. Night Shyamalan, Frank Darabont o incluso Jeff Nathanson.

Por otro lado, también es cierto que la calavera como nuevo McGuffin no llega a alcanzar el nivel místico de, por ejemplo, el Santo Grial o el Arca de la Alianza. Eso sí, nos depara más de una sorpresa que pocos esperábamos y que provoca cierto desconcierto, para bien y para mal, a propios y extraños, sobre todo hacia la parte final. Y es que la resolución bien podría calificarse sencillamente como asombrosa. Pero, al mismo tiempo, también algo radical y muy made in Spielberg. Pese a ello, este giro final resulta bastante consecuente con la época en la que está ambientada la trama: finales de los años 50 con el caso Roswell en pleno apogeo.

Esta entrega también manifiesta una evidente modernización y adaptación a los tiempos que corren. Bien podemos estar ante una reinvención que envuelve tanto a la historia como a los protagonistas. En cualquier caso, creo esto que no afecta excesivamente a la esencia del cine clásico de aventuras que se intenta transmitir. Un tipo de cine que ya fue homenajeado en las anteriores entregas y cuyo sello queda prácticamente intacto en esta secuela. Esa puesta al día comentada se nutre básicamente de los nuevos misterios y acontecimientos sobre los que se sustenta la trama. Me refiero a una serie de enigmas reales que aún actualmente siguen dando de qué hablar…

Ahondando en dichos elementos, es gratificante ver como el guionista y el director llevan a cabo una intachable labor de investigación con la intención de mostrarnos con la mayor veracidad posible los rasgos y características esenciales de todos y cada uno de estos misterios de la humanidad. Sin embargo, aquí están más orientados hacia la rama de la ufología y de lo paranormal que hacía lo bíblico y religioso. Precisamente, en estos enigmas radica uno de los mayores problemas de la película. Me refiero al empeño por abarcar en la trama un número excesivamente elevado de acontecimientos históricos y de misterios sobrenaturales sin resolver. En cualquier caso, todos se ven bien encadenados por un hilo común, pero aún así llegan a ocasionar cierta desorientación al espectador…

En relación a lo anterior, y durante el transcurso del metraje, no sólo se mencionan las impresionantes Calaveras de Cristal, sino también el enigma de la Ciudad Perdida de Akator, la cultura Maya, la vida del Conquistador Francisco de Orellana, el Dorado, la guerra psíquica y los experimentos mentales después de la segunda guerra mundial. Amén de los extraterrestres como posibles Dioses de la antigüedad, el secreto de Roswell, las líneas de Nazca o el Área 51. Y todo esto independientemente de otras tramas relacionadas con la KGB, el FBI, los comunistas soviéticos o la guerra fría. Claramente tenemos demasiado material como para ser narrado con total solvencia en poco más de dos horas.

Este tipo de sobrecargas argumentales derivan en pequeños altibajos y desequilibrios que le restan coherencia a la propuesta. De hecho, queda la ligera sensación de que la transición y contigüidad de unas secuencias a otras se lleva a cabo excesivamente deprisa y repentinamente (por ejemplo: en ningún momento se explica cómo llegan los personajes hasta el interior de la enorme montaña con «lágrimas en los ojos». Simplemente aparecen allí en la siguiente secuencia).

Pese a estos pequeños defectos que, posiblemente, se podían haber pulido con una mayor eficacia, ‘La calavera de cristal’ puede presumir de ser una de las mejores películas de aventuras que se ha rodado en los últimos años. Ya desde el espectacular prólogo nos sumergimos en una aventura plagada de escenarios naturales llenos de magia y fantasía. Unos escenarios quizás excesivamente aliñados con inevitables fondos digitales que llegarán a desesperar al seguidor más nostálgico del cine de nuestra infancia. Pero es innegable que dotan al film de un poderío visual y de un clímax de ensueño pocas veces destacado en las cintas de aventuras más recientes.

Además de lo anterior, las increíbles persecuciones y escenas de lucha se mantienen fieles a la franquicia. A destacar que fueron claramente filmadas a la antigua usanza y con la maestría del mejor Spielberg. Atención hacia la segunda hora de metraje, donde el ritmo y el espectáculo se disparan hasta niveles insospechados… No obstante, también es justo mencionar que la secuencia de inauguración se distancia considerablemente de aquellos imaginativos prólogos que tenían lugar justo al comienzo de las anteriores películas de la saga. Si recordamos, eran como una pequeña aventura totalmente independiente de la trama principal. Sin embargo, en esta entrega se nos sitúa directamente en el eje de la historia principal. Puede tratarse de un pequeño cambio efectuado con la intención de impregnar a la película de cierta identidad propia. Una variación que, dicho sea de paso, nos introduce de lleno en la historia desde el principio.

El humor siempre ha sido un elemento omnipresente y característico dentro del contexto de la franquicia. Y como no podía ser menos, en esta cuarta película los gags, chistes y diálogos divertidos (aunque algo menos ingeniosos) acaparan buena parte del guión. Por otra parte, tenemos varios guiños a la madurez de Indiana Jones, a los personajes de la saga y al resto de películas de la franquicia. Algo que acentúa el carácter nostálgico de la propuesta y que los fans más fieles de la serie sabemos agradecer. Este tipo de homenajes están distribuidos estratégicamente a lo largo de toda la trama. Así pues, el intentar localizarlos debe ser una tarea prácticamente obligada en cada nuevo visionado. A destacar, por ejemplo, la fugaz e inteligente presencia del Arca de la Alianza, o las fotografías de Sean Connery y Denholm Elliott.

Cómo no podía ser menos, Harrison Ford sigue siendo Indiana Jones y sigue espléndido. El actor saca un inmenso provecho de su madurez y la aplica con solvencia a su personaje. El tema de la edad del intrépido aventurero se lleva muy bien en la trama y sirve para algún que otro chiste bastante eficaz, especialmente por parte de Mutt Williams. Y hablando de Mutt, estamos ante un personaje que dota de un aire ciertamente «rebelde» y chulesco a la historia. Su interpretación corre a cargo de Shia LaBeouf, que se encarga de protagonizar algunas de las secuencias más espectaculares del film, pero también la escena más sonrojante de la trama (la secuencia «Tarzanesca»). Respecto a la química entre Ford y LaBeouf no es la misma que la establecida entre Ford y Connery en la aventura anterior. No obstante, ambos se complementan bastante bien como pareja protagonista.

Por supuesto, tampoco nos podemos olvidar de la querida y entrañable Karen Allen. La actriz regresa para meterse en la piel de Marion Ravenwood, la antigua novia de Indiana. Su presencia apenas aporta elementos importantes, salvo las típicas discusiones con Indy. En cuanto a Jim Broadbent decir que interpreta al nuevo decano de la Universidad en un papel casi calcado al de Marcus Brody en anteriores entregas. También nos encontramos con la siempre bienvenida presencia del ya fallecido John Hurt como el profesor Oxley, un arqueólogo y amigo personal de nuestros protagonistas cuya integridad mental queda tremendamente dañada a causa del poder de la Calavera. Entiendo que este personaje debería de haber sido mejor desarrollado y tratado. Pero si hay un personaje realmente prescindible ese no es otro que el insoportable y ridículo Mac interpretado por Ray Winstone. 

Y llega el momento de hablar del villano de turno. En esta ocasión tenemos a la fría, calculadora y también desaprovechada Irina Spalko. Estamos ante una malvada genialmente caracterizada por Cate Blanchett. Su papel, sin duda, debiera ser recordado como uno de los más destacados de la franquicia (incluso me atrevo a afirmar que podría haber sido el mejor villano de toda la saga) si no llega a ser por la total inoperancia de Koepp como escritor. Esta villana desprende maldad y maleficio por los cuatro costados. Pero, incomprensiblemente, apenas pone en auténticos apuros a nuestros héroes. De hecho, no llega a enfrentarse cuerpo a cuerpo ni una sola vez contra el propio Indiana. Y eso a pesar de las tremendas cualidades para la lucha que caracterizan a la cínica Spalko.

En resumidas cuentas.
Termino esta crítica de Indiana Jones y el reino de la calavera de cristal, estamos ante uno de los films más referenciales de Steven Spielberg. A través de los misterios de la trama retrata su visión sobre la humanidad y las primeras civilizaciones. Como secuela de la saga más importante de aventuras queda posicionada en el último escalón de la tetralogía. Aunque funciona muy bien como cuarta entrega y, sobre todo, como película de aventuras…

Tráiler de Indiana Jones y el reino de la calavera de cristal

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