Gran Torino
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Cuando la mayoría de sus colegas de generación se encuentran ya jubilados, Clint Eastwood sigue al pie del cañón. El maestro continúa dando lecciones a la hora de ponerse delante o detrás de la cámara. Y esta película no es ni muchísimo menos una excepción, sino la enésima demostración de su inmenso talento. Desde Cineycine sólo podemos pedirle una cosa: «No se nos vaya nunca, señor Eastwood». Bienvenidos a…‘Gran Torino’.

«¿Qué tramáis morenos? ¿Nunca os habéis cruzado con alguien a quien no deberíais haber puteado?  Ese soy yo» (Walt Kowalski)

Crítica de Gran Torino

Este film ahonda sobre todo en dos bandos: el de los viejos americanos y sus modus vivendis, y el de los “nuevos americanos”, inmigrantes que han hecho de los EE.UU. su casa y que logran convivir con los americanos en paz (o no). Cuando esos dos bandos se unen en un mismo barrio residencial (caso que relata el film) esto da pie a numerosos choques culturales, creaciones de bandas, enfrentamientos raciales,…

Lo que nos es contando en ‘Gran Torino’ no es nuevo en su concepto ni en su forma. Ahora bien, lo que eleva al film por encima de la media, y da fuerza a los hechos que nos son contados, son dos elementos. Por un lado, Walt Kowalski, el excelente personaje central creado por el guionista Nick Schenk. Y, por otro lado, la notable dirección e interpretación de Eastwood. Pocos largometrajes y muy pocos directores son capaces de plasmar Estados Unidos en pantalla con esta veracidad y buena mano.

La cercanía de la narración en ‘Gran Torino’ es su gran acierto. Eastwood se dedica poco más que a situar la cámara en el lugar correcto, amén de un par de planos muy de su cosecha (esos personajes iluminados entre sombras recitando sus diálogos) y dejar que el guión y los actores hagan el resto… que sean ellos los que hagan caminar la historia y nos lleven en volandas por ella. Una historia que, como ya he dicho, es sencilla. Eso sí, está repleta de matices y toca muchos palos: el cristianismo, el racismo, el perdón, la familia, el honor, las consecuencias del dolor humano, la pérdida del ser querido, la incomprensión, las soledades,…

Y todo a partir de unos hechos que van cogiendo cuerpo gracias a acciones puntuales y sin aparente conexión. Así conocemos a Walt, que se ha decidido a vivir los días que le quedan bebiendo cerveza en el porche de su casa, cuidando de su viejo Gran Torino y poco más. Precisamente es desde ese porche donde va descubriendo a sus curiosos vecinos asiáticos, los “cara pomelo”. En la casa de al lado convive una familia de la etnia Hmong, procedente de Japón, Tailandia y varios puntos más del continente asiático. La razón de su inmigración fue porque combatieron junto a los americanos en Vietnam. A partir de esa decisión se convirtieron en apestados para sus propios vecinos, que asesinaban sin piedad a los Hmong en brutales limpiezas étnicas. Por ello, tuvieron que abandonar su país y volar hacia el mundo de las oportunidades: USA.

La ancestral forma de vida de los Hmong, en principio, choca con la percepción del viejo mundo de Walt. No obstante, éste ignora que tiene mucho más en común con ellos que con su propia familia. Y es debido a unos hechos aislados (el intento de reclutamiento de una banda del lugar sobre Thao, que como iniciación debe de robar el Gran Torino de Kowalski) cuando el ex combatiente y sus vecinos se verán las caras por primera vez. Walt aborta el poco preparado plan de robo de Thao, pero este huye. Al día siguiente, los miembros de la banda acuden a casa de Thao y le obligan a repetir el robo violentamente, pero Walt los echa rifle en mano. Aquello servirá como punto de no retorno para Walt, Thao y su hermana, Sue.

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Ciertas similitudes guarda ‘Gran Torino’ con ‘Un mundo perfecto’. En esta última, un delincuente (Kevin Costner) tomaba como rehén en su huida de las autoridades a un jovencito. Un niño que iba a aprender mucho más de la vida en aquel mágico viaje que en el resto de sus días. En ‘Gran Torino’, un jubilado (Eastwood) toma bajo su protección a un joven asiático que intentó robarle su coche y en unas semanas le enseñará al chaval todo lo necesario para que se convierta en un hombre de provecho. En ambos viajes parten un hombre y un niño… y vuelven dos hombres. Y ambas resultan un fiel reflejo del mundo que nos muestran. ¿Cuál de las dos es mejor? Difícil pregunta me planteo a mí mismo.

Lo cierto es que incluso a medio gas, Eastwood está muy por encima de la mayoría de directores actuales. Es increíble que un artista de su edad haga gala de una energía y talento tan enorme en cada cinta que nos regala y logre que cada film suyo sea casi un acontecimiento para los sentidos. Y eso que ‘Gran Torino’ no es su mejor película. Sin embargo, estamos ante un gran largometraje. Una fábula sobre América, sobre el ser humano, la vida y la muerte. Una historia sencilla, pero plagada de matices y, sobre todo, un drama humano desgarrador. Una nueva maravilla de Clint que nos muestra al hombre en sus múltiples facetas y que la maldad o la bondad no van de la mano del color de la piel. Se tienen o no se tienen dentro.

Clint Eastwood nos vuelve a llevar a su mundo. Un «universo» donde habitan personas de todas las razas y distinciones, buenas y malas, y donde todo es plasmado con detalle. Avanzamos paso a paso, lentamente, y escena tras escena por un lugar fascinante: el del día a día de un anciano ex-combatiente de Corea. Un sujeto huraño, misógino, agnóstico y, a primera vista, racista… pero, ante todo, un superviviente que no comprende el mundo en el que vive.

Eastwood vuelve a innovar dentro del clasicismo renovador del que siempre ha hecho gala. El maestro vuelve a sorprendernos contándonos una historia sencilla sobre la vida y la muerte. El realizador logra que, por momentos, huyamos del fondo de la historia, que nos olvidemos de que está plantando la semilla de una tragedia para hacernos reír y para dar otra clase de talento tras las cámaras y también delante de ellas… porque mientras nosotros gozamos con las enseñanzas de un viejo cascarrabias a su joven vecino asiático sobre cómo ser (y comportarse como) un hombre, el relato corre irremediablemente hacia un final desolador. Y hasta aquí puedo contar…

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En resumidas cuentas. 
Termino esta crítica de Gran Torino, una notable película que se beneficia, sobre todo, de su estrella protagonista que engrandece cada diálogo y saborea cada plano. Dirección sobria «made in Eastwood». Guión sencillo que plantea muchos temas de pleno interés y nos regala unas cuantas perlas realmente grandiosas, en especial la serie de insultos racistas que se reparten Kowalski y su barbero. También destaca la bien llevada relación paterno-filial entre Kowalski-Thao-Sue… que choca frontalmente con la que este tiene con sus propios hijos.

Tráiler de Gran Torino

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