Vender a Kaká es chungo porque para empezar costó 65 millonacos (sí, parece que sea un dato que ha pasado al olvido pero sigue ahí). Y por lo tanto venderlo por lo que vale ahora, que son a lo sumo 20 millones, sería una operación desastrosa. Luego está la ficha, claro, que a ver quién es el guapo que la paga. Difícil, a ver qué hacen con él al final, la esperanza es que aparezca algún ruso loco que no tenga puta idea de fútbol y esté dispuesto a pagar lo que sea por él.