Tiburón 3
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José Frade, famoso productor y distribuidor español, estrenó en nuestro país un plagio italiano de ‘Tiburón’ titulado ‘L’ultimo squalo’ bajo el nombre de ‘Tiburón 3’. Dirigido por el especialista italiano en Series B Enzo G. Castellari, hablamos de uno de los productos más descarados y atrevidos que imitaron sin contemplaciones al film de Spielberg, dando como resultado una más que divertida, entretenida y eficaz película de terror de muy bajo rango que incluso alcanzó cierta categoría de culto por su rareza y peculiaridad.

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Valoración

Seguimos en plena temporada de verano y los monstruos marinos, las orcas asesinas y los engendros mutantes ocultos bajo las arenas de nuestras playas siguen ocasionando estragos a todos ustedes, incautos bañistas, al ignorar que el verdadero peligro acecha en el mar. Bromas aparte (o quizás no, dada la película de la que hablaremos en el presente artículo), si en semanas anteriores reseñamos una serie de monster-movies acuáticas claramente inspiradas en los éxitos de ‘Tiburón’ (Jaws, Steven Spielberg, 1975) y ‘Alien, el octavo pasajero’ (Alien, Ridley Scott, 1979), con el film de hoy iniciamos un pequeño periplo de artículos de material muy, muy delicado. La crème de la crème del cine exploit más desvergonzado. Nos referimos a una de las trilogías fundamentales sobre el cine de escualos que surgieron tras el fenómeno ‘Jaws’. Una serie de películas que no se toman ni la molestia de ocultar su fiel condición de ‘cine casposo’, rayando incluso la Serie Z y sosteniéndose alguna de ellas, sin remordimiento alguno, sobre una clara intención usurpadora e incluso fraudulenta. Hablamos de ‘Mako, el tiburón de la muerte’ (Mako: The Jaws of Death, William Grefe, 1976), ‘¡Tintorera!’ (¡Tintorera!, René Cardona Jr., 1977) y la presente ‘Tiburón 3’ (L´ultimo squalo, Enzo G. Castellari, 1981). Todas ellas subproductos más o menos de interés para todo buen amante del cine exploitation; ese famoso concepto atribuido a aquellas películas de producción esencialmente italiana que procuraban imitar los grandes éxitos de taquilla del momento, hecho que alcanzó su punto álgido durante las décadas de los 70 y los 80. Aunque es bien cierto que el exploit jamás ha dejado de irrumpir a lo largo de toda la historia del séptimo arte y que no conoce fronteras geográficas.

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De todo ello saben mucho el realizador italiano Enzo G. Castellari y el famoso productor/distribuidor español José Frade. El primero de ellos, un cineasta con una enorme capacidad de adaptación a las tendencias cinematográficas del momento, lo que le permitiría filmar sin muchos reparos ya sea un western –con su curiosa ‘Keoma’ (Keoma, 1976)–; un thriller criminal –atención a la muy destacable ‘La policía detiene, la ley juzga’ (La polizia incrimina la legge assolve, 1973)–; una macarra propuesta de acción post-apocalíptica como lo es ‘1990: Los guerreros del Bronx’ (1990: I  guerrieri del Bronx, 1982) y su secuela, exploits surgidos a rebufo de éxitos como ‘Mad Max’ (Mad Max, George Miller, 1979); o una cinta de terror como ‘Tiburón 3’ (L’ultimo squalo, 1981). Ésta última uno de los remedos del tiburón de Spielberg más canallas jamás recordados en una pantalla de cine. Todo ello elevó a Castellari no sólo a la categoría de uno de los cineastas más polifacéticos de la industria fílmica italiana, sino también como uno de los artífices más eficaces y, a la vez, osados del exploitation latino de Serie B.

Ahora bien, ¿cómo es posible que en España se estrenara un film titulado ‘Tiburón 3’ cuando, en realidad, no guardaba relación alguna con la franquicia iniciada por Steven Spielberg? ¿Por qué esta película llegó a las carteleras antes que la tercera entrega oficial de la ‘Universal Pictures’, engañando a multitud de espectadores que pagaron su entrada pensando que se trataba de la secuela inmediata de ‘Tiburón 2’ (Jaws 2, Jeannot Szwarc, 1978)? La respuesta a estas cuestiones tiene un sólo nombre: José Frade. Sin duda, uno de los productores/distribuidores españoles más fructíferos, pero también desfachatados, durante las décadas de los 70 y los 80.

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Frade, que fundó su propia compañía productora bajo el nombre de ‘José Frade Producciones Cinematográficas S.A.’ con la intención de financiar multitud de películas de diversos géneros como spaghetti westerns, comedias, musicales o cintas propias del destape, también se aventuraría a la distribución en España bajo su empresa distribuidora ‘J.F. films de distribución S.A.’ Y es aquí donde Frade se cubrió de gloria, trayendo a nuestro país innumerables películas exploitation italianas a las que cambiaría el título con la única intención de captar la atención del espectador, engañándolo deliberadamente. De esta forma, y en plena ‘fiebre tiburón’, Frade adquirió los derechos de un film italiano de 1981 dirigido por Enzo G. Castellari, y cuyo título era ‘L’ultimo squalo’. Cinta que, a su vez, imitaba descaradamente situaciones, personajes y conceptos ya retratados en las dos primeras películas de la franquicia original iniciada en 1975. De este modo, y a sabiendas de que la tercera entrega oficial de ‘Tiburón’ se iba a filmar en breve, Frade se apresuró para re-titular su nueva adquisición como ‘Tiburón 3’, vendiéndola como una falsa secuela y estrenándola en pantallas de cine españolas en agosto de 1981 tras una potente campaña publicitaria. Eso sí, con la intención de obtener las mayores ganancias posibles, el otrora afamado distribuidor no dudó en mutilar la película, eliminando hasta seis minutos de metraje que contenían las mejores escenas gore de la cinta con la finalidad de convertirla en un producto para todos los públicos –por ello les sugiero que acudan al montaje internacional en caso de optar por su visionado.

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Todo ello trajo consecuencias, y ya no sólo la indignación del espectador al sentirse estafado, sino también problemas con la ‘Universal Pictures’, que se vio obligada a estrenar su verdadera tercera entrega en España dos años después bajo el título de ‘El gran tiburón’ (Jaws 3D, Joe Alves, 1983). Lo más curioso del asunto es que la película de Castellari resultaría mucho más divertida, entretenida e incluso sangrienta que algunas de las secuelas de la cinta original de Steven Spielberg, hecho por el cual ‘Tiburón 3’ alcanzó un moderado éxito en la taquilla internacional y, con el paso del tiempo, incluso un status de culto tras su triunfal paso por el VHS, especialmente en Estados Unidos. País donde su exhibición en la pantalla grande bajo el título de ‘Great White’ fue prohibida temporalmente a consecuencia de una demanda de la Universal al considerar que la película era un plagio ilegal de su ‘Tiburón’, algo a lo que José Frade hizo caso omiso.

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Llegados a este punto muchos de ustedes se preguntarán si realmente merece la pena o no la película, aunque esto depende del nivel de tolerancia y gustos del respetable espectador, así como de la perspectiva con la que visionemos la película. No podemos olvidar que nos encontramos ante una cinta que es plenamente consciente de la liga en la que está jugando, que no es otra que la Serie B (rozando incluso la barrera de la Serie Z) más pura y dura, topándonos dentro de este rico y amplio territorio con producciones de diversa calidad. Y esta ‘L’ultimo squalo’ es uno de los exploits más simpáticos y logrados de ‘Tiburón’ de todos los surgidos en un momento en el que los plagios cinematográficos estaban de moda y emergían a raudales. Por lo tanto, lo que sí debemos de tener claro a la hora de visionar un producto de estas características y, especialmente, en el momento de juzgarlo, es que debemos ser muy conscientes de la categoría a la que pertenece. Pero sobre todo, intentar eludir compararlo con otros productos similares de mayor empaque y presupuesto, aunque algunos de ellos resulten menos eficaces que esta disfrutable propuesta de Enzo G. Castellari. Sin ir más lejos de la realidad, películas supuestamente de más categoría como ‘Tiburón. La venganza’ (Jaws: The Revenge, Joseph Sargent, 1987), toda una producción de la ‘Universal Pictures’ con más medios y recursos, resultan a todas luces menos interesantes y decentes que la presente ‘Tiburón 3’, lo cual ya es todo un logro para un producto cuya intención no es precisamente la de suplantar ni superar a las películas que pretende imitar.

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Tampoco podemos pasar por alto uno de los aspectos más conseguidos de la cinta, que no es otro que la excelente capacidad de Castellari para mimetizar por completo su película como si de un film norteamericano se tratara. Pero un reparto principal formado por competentes actores americanos como es el caso de James Franciscus, el malogrado Vic Morrow en una buena actuación, o Joshua Sinclair, elevan dentro de sus posibilidades el nivel global del film. Algo que sumado a una narrativa sorprendentemente dinámica, a una puesta en escena más propia de las Series B estadounidenses de la época que de una producción latina, a unas localizaciones que para nada hacen presagiar que estamos ante una película italiana, o al hecho de que la cinta esté rodada en inglés, hacen que nos olvidemos de que verdaderamente estamos ante un mero exploit italiano, aunque sus limitaciones tanto argumentales como técnicas pesan demasiado y al final se hacen notar.

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En cualquier caso, la película resulta por momentos tan delirante –ese tiburón lanzando rocas sobre la salida de una cueva submarina con la finalidad de dejar atrapados a nuestros protagonistas– y escasa técnicamente –con un escualo por momentos hasta risible– que destila simpatía y esencia a raudales. Porque si ‘Tiburón 3’ tiene una gran virtud, es precisamente la de no ocultar en ningún instante su verdadera condición, presumiendo incluso de ello al mostrarnos sin reparos los austeros efectos especiales que envuelven su producción. Es imposible tomarse en serio lo que estamos viendo, a la vez que es complicado no dejarse llevar por el poder de seducción que desprende el film como el potente producto exploit que pretende ser (y es). Porque Castellari sabe jugar correctamente sus pocas bazas explotando al límite todos los medios que se encuentran a su disposición por tal de ofrecernos una película, por lo menos, agradable y poco pretenciosa. Si además de ello nos encontramos con una producción filmada a un buen ritmo narrativo, y con una notable planificación de Castellari tanto de las secuencias submarinas como de todas aquellas en las que el tiburón interviene, podemos considerar ‘Tiburón 3’ como una película de escaso valor cinematográfico y tremendamente canalla por su descaro al imitar secuencias completas tanto de ‘Tiburón’ como de su secuela, pero también como un film efectivo, divertido y por momentos incluso terrorífico que no dejará a nadie indiferente. A esto último ayuda el hecho de que el realizador no escatime en deleitarnos con buenas dosis de gore a lo largo de un último tercio de metraje que atesora muy correctos momentos de tensión (atención al instante del ataque del escualo a la balsa flotante de madera, el cual concluye con una persona partida, literalmente, en dos; o al espectacular plano del tiburón irrumpiendo desde el agua hacía un helicóptero, devorando cruelmente las piernas de uno de los personajes en una de las secuencias más icónicas del film), lo que convierte este plagio, en líneas generales, en un subproducto, como mínimo, muy curioso. Desafortunadamente, la combinación de imágenes auténticas de tiburones extraídas de documentales con el metraje real filmado, no se encuentra del todo bien integrada, percibiéndose en exceso el cambio de fotografía y de ‘look’ de unas secuencias a otras, a parte de una más que evidente diferenciación física entre los escualos reales y los fabricados para la ocasión, lo que hace que nos salgamos de la película más de lo que quisiéramos. A ello debemos añadir una edición y montaje muy deficientes en determinados momentos, siendo estos los puntos más negros de la película dentro de todo lo que conlleva el rodaje de un film de estas características. Aunque… ¿a quién le importa?

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Un dato curioso: uno de los co-guionistas no acreditados de ‘L’ultimo squalo’ es el mexicano Ramón Bravo; novelista, oceanógrafo y documentalista que unos años antes publicó una novela llamada ‘¡Tintorera!’. En 1977 el cineasta René Cardona Jr. realizaría una adaptación cinematográfica de la novela de producción azteca, y donde el propio Bravo participaría también en labores de guionista.

En resumidas cuentas

Titulada en España como ‘Tiburón 3’ de la mano de José Frade, ‘L’ultimo squalo’ es uno de los productos exploitation italianos más importantes surgidos tras el éxito de la película de Steven Spielberg en 1975. Una cinta que pese a sus enormes limitaciones, a su tremendo descaro y a sus problemas con la justicia al plagiar sin contemplaciones secuencias completas de las dos primeras películas de la franquicia original, nos encontramos ante un producto que, valorándolo en función de la categoría a la que pertenece, sale tremendamente airoso gracias a una correcta realización de Enzo G. Castellari, a unas secuencias gore más que conseguidas y a unos buenos instantes de tensión manejados con buen pulso por Castellari; todo un especialista en Series B y exploits italianos. A ello debemos añadir una buena labor actoral del tristemente fallecido Vic Morrow y unos efectos especiales que si bien resaltan por su austeridad, también resultan más que eficaces. Todo ello otorga al film un aire un tanto ‘especial’ que lo convierte en un producto más que simpático y de interés, especialmente para todos los amantes del cine fantástico más casposo y de muy bajo presupuesto. Desafortunadamente sus carencias pesan demasiado como para conseguir un aprobado, aunque sin duda estamos ante la mejor y más fiel imitación de ‘Tiburón’ hasta la fecha.

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