Rodan: Los hijos del volcán
En la pequeña aldea de Kitamatsu (Japón), dedicada a la minería, empiezan a desaparecer varios mineros en lo más profundo de las minas. Muy pronto, varios de los responsables que investigaban las desapariciones afirman haber sido atacados por insectos gigantes. El jefe supervisor, Shigeru, descubre que más al interior de las galerías existe un ave prehistórica de un tamaño descomunal. Una criatura conocida como Rodan que provocará el caos en Japón si el ejército no logra detenerlo. (Cineycine).
El fracaso de ‘Godzilla contraataca’ obligó a la Toho a buscar nuevos proyectos en el género del Kaiju-Eiga. Para ello volvieron a llamar a Ishirô Honda con el objetivo de filmar la primera película Kaiju en color. En la misma presentaron a uno de los monstruos más icónicos de la saga del coloso atómico: Rodan. Hoy vamos a conocer a este monstruo volador al que veremos en la próxima aventura americana de Godzilla. Bienvenidos a… ‘Rodan: Los hijos del volcán’.
Crítica de Rodan: Los hijos del volcán
Como he adelantado en la introducción, el fracaso en 1955 de ‘Godzilla contraataca’ obligó a Toho a “congelar” a Godzilla. El coloso atómico no volvería hasta 1962 en ‘King Kong contra Godzilla’ (Ishirô Honda). Por ello, se pusieron a buscar nuevos personajes y proyectos para seguir adelante con otras películas. Ishirô Honda, quien había dirigido ‘Japón bajo el terror del monstruo’ (1954), no pudo regresar para la secuela. Sin embargo, le cayó en las manos un proyecto cuanto menos jugoso, tanto para él como para Toho: la primera película de monstruos rodada en color en Japón. Estoy hablando del film que me ocupa en esta reseña: ‘Rodan: Los hijos del volcán’.
Este proyecto suponía un gran desafío, tanto para el director como para Toho. Así pues, acudieron al equipo de la “Gojira” original para sacar el máximo provecho y rentabilidad a ‘Rodan’. De esta forma, regresaron Eiji Tsuburaya (creador de los efectos y del traje de la cinta original de Godzilla) y Akira Ifukube (el autor de la banda sonora). Parte del desafío de ‘Rodan’ residía en que Tsuburaya se enfrentaba a la dificilísima tarea de diseñar un monstruo que fuese mezcla de suitmation y, al mismo tiempo, capaz de sujetarse con cables para volar. Tsuburaya optó por diseñar tres modelos: uno para el actor, otro para las escenas de vuelo y otro para cuando el monstruo bate sus alas y provoca su principal ataque.
Es cierto que no estamos ante una de las mejores obras del estudio nipón. No obstante, ‘Rodan’ es una de sus más entretenidas y dignas películas. La vuelta de Ishirô Honda insufla a la dirección un ritmo adecuado “in crescendo” ante la aparición del monstruo. Rodan aka Radon, su nombre en Japón, no aparece hasta pasada la hora de película. No obstante, el film está estructurado de una forma que otras películas del género pocas veces imitan. En consecuencia, empieza como una cinta de misterio, sigue como una “creature feature” y, finalmente, se convierte en un film kaiju en toda regla con Rodan arrasando todo a su paso. Por si fuera poco, cerca del final asistimos a un giro inesperado. En verdad, aquí tenemos una narrativa estructura y bastante única dentro del género.
En lo concerniente al reparto, el estudio también se rodearía de un casting de actores que ya habían participado en algunas de sus producciones. Este es el caso de Akihiko Hirata, famoso por interpretar al Dr. Serizawa en ‘Japón bajo el terror del monstruo’. También de Kenji Sahara, reconocido por participar en ‘Los Misterianos’, otro de los éxitos Toho dirigido por Honda.
El casting anterior, si bien funcional, queda por encima de la media de algunas de películas posteriores que la compañía hizo en los 60 y 70. Especialmente brillante resulta la secuencia en la que Shigeru (Sahara) queda horrorizado al ver nacer un pájaro contraponiéndose con el nacimiento del monstruoso Rodan.
Evidentemente, hablamos de un film de escasos y desfasados medios. Esto provocaba que sus responsables meditasen enormemente las decisiones a tomar. No obstante, y gracias al talento de Eiji Tsuburaya, tanto el propio Rodan (uno de sus mejores trabajos) como el empleo de maquetas y modelos, es loable y eficaz. A su vez, Akira Ifukube se muestra en pleno esplendor con una partitura especialmente diseñada para crear terror y colosalismo. Eso sí, sin alcanzar las cotas de maestría que nos regaló en ‘Japón bajo el terror del monstruo’. Su trabajo aquí es sobradamente solvente y catártico teniendo en cuenta lo que es ‘Rodan’.
En conclusión.
Termino esta crítica de Rodan: Los hijos del volcán. Estamos ante una película que no entra en el panteón de las grandes producciones de la Toho. Ahora bien, sí que resulta una obra la mar de digna y entretenida y, globalmente, superior a otras producciones posteriores. Amén de contar con uno de los monstruos más míticos del estudio.
Tráiler de Rodan: Los hijos del volcán
Escucha nuestro podcast