Nosferatu
Wisborg, Alemania (1838). El joven agente inmobiliario Thomas Hutter está ante la gran oportunidad de su vida: convertirse en socio de la firma para la que trabaja. Pero, para conseguirlo, deberá abandonar a su esposa, Ellen, y viajar hasta Transilvania para cerrar un acuerdo de compraventa de una finca con un siniestro conde conocido como Orlok que vive aislado del mundo en su derruido castillo. Mientras Thomas está ausente, Ellen empieza a tener unas terroríficas visiones presentando además signos de posesión que parecen estar relacionados con Orlok. (Cineycine).
Primero fue F.W. Murnau el que se atrevió a desenterrar a un mortal vampiro que haría historia. Posteriormente su tumba sería nuevamente abierta por Werner Herzog dejando escapar al no-muerto y toda su pestilencia. Y ahora es Robert Eggers quien se arma de valor para destapar su féretro y sucumbir una vez más al mal y a la oscuridad de… ‘Nosferatu’.
“Tú me has despertado de una eterna oscuridad” (Conde Orlok)
Crítica de Nosferatu
Antes de ahondar en el nuevo film de Robert Eggers, creo necesario realizar una breve introducción al origen del mismo. Y este lo encontramos en 1922 en ‘Nosferatu’, la mítica película dirigida por el alemán F.W. Murnau con guión de Henrik Galeen. En el momento de su filmación, la productora de Murnau no contaba con los derechos de ‘Drácula’, la novela de Bram Stoker. Sin embargo, se atrevieron a lanzar una versión “adaptada” de la misma introduciendo una serie de cambios para evitar una demanda por plagio. Así fue como, por ejemplo, los personajes se cambiaron y el Conde Drácula pasó a llamarse Conde Orlok. Por su parte, el título original de ‘Drácula’ transmutó a ‘Nosferatu’, una palabra procedente de Europa del Este que significa “No muerto”. Varias décadas después, el también alemán Werner Herzog realizaría su propio remake: ‘Nosferatu, vampiro de la noche’ (1979).
En el caso de Robert Eggers estamos ante un amante declarado de la obra de Murnau a la que siempre quiso rendir tributo, sobre todo al aterrador vampiro interpretado por Max Schreck. De hecho, en sus tiempos de instituto, llegó a montar y dirigir una versión teatral de la misma. Y ahora, convertido ya en un cineasta consolidado y con estilo propio, adapta a la gran pantalla la versión de Murnau y nos la presenta así: “En muchos aspectos, esta adaptación de ‘Nosferatu’ es mi película más personal. Una historia que no creé, pero con la que he vivido y soñado desde mi infancia… El vampiro folclórico encarna la enfermedad, la muerte y el sexo brutal y despiadado. Este era el vampiro que deseaba exhumar para un público actual”.
Del guión se ha ocupado, tal y como es habitual en sus películas, el propio Robert Eggers. Y he aquí la gran novedad porque este film no se limita a ser un remake de la versión clásica de Murnau, tal y como sí fue la cinta de Herzog. No, el ‘Nosferatu’ de Eggers va mucho más en ella en su trabajo de escritura. El director y guionista ha cogido los caracteres y mitología creados por Henrik Galeen y Bram Stoker, y los ha unido en una sola película: su propia versión de ‘Nosferatu’. Una versión en la que se fulmina todo espíritu romántico en favor de la putrefacción y la posesión. Y de ahí que la propuesta se vaya a los 143 minutos. En consecuencia, los que somos fans tanto del Conde Orlok como del Conde Drácula tenemos motivos de sobra para disfrutar viendo esta película.
Según acabo de comentar, no estamos ante un remake al uso de “copiar y pegar”… sino que Eggers ha filmado una versión con entidad propia al fusionar ambos universos. Además, y como guionista, le ha sumado también su propio trabajo de documentación sobre la mitología vampírica. Por ello, en el metraje tendremos más minutos para el Demeter, para el lacayo de Orlok aka Drácula, o se desarrollará muchísimo más la personalidad del matrimonio Harding o del propio von Franz (en realidad Van Helsing). Estos por poner algunos ejemplos. Basta con comparar las versiones de Murnau, Herzog y Eggers para comprobar lo que afirmo. En cualquier caso, el tema queda perfectamente indicado en los títulos de crédito cuando, al acabar la proyección, se indica claramente que el film está basado en los dos autores citados.
Tal y como sucede en todas las películas de Robert Eggers, un aspecto muy destacado de ‘Nosferatu’ es su ambientación. Al igual que en sus producciones anteriores, cada escena está cuidada al extremo y casi parecen una sucesión de cuadros. En esta ocasión la filmación tuvo lugar en Praga, en el Estudio Barrandov. Allí se levantaron más de sesenta decorados. También la arquitectura de la ciudad fue tenida muy encuenta. Por su parte, las escenas en la morada del Conde Orlok se rodaron en el castillo Hunedoara y en sus exteriores, Transilvania. Todo esto da lugar a una ambientación atrapante rematada por la fotografía de Jarin Blaschke. Destacan los tonos anaranjados con el fuego de las antorchas y velas… y los grises, azules y oscuros para remarcar la diferencia en aquellas escenas que tienen que ver con Orlok o su lacayo.
La banda sonora la vuelve a firmar Robin Carolan, siendo este su segundo trabajo para cines y su segunda colaboración con Eggers tras ‘El hombre del norte’ (2022). Su trabajo con la batuta vuelve a sobresalir jugando un papel fundamental y aportando una música que se integra totalmente con la temática propuesta en pantalla. Y, a pesar de ser Eggers un exponente del conocido como “terror elevado”, hay al menos un par de ocasiones en las que la música y el sonido nos regalan ciertos jumpscares.
Repasando el importante elenco del film bien puedo decir que Lily-Rose Depp es la gran protagonista. La hija de Johnny Depp y Vanessa Paradis consigue en ‘Nosferatu’ su papel más importante hasta la fecha interpretando a Ellen. Su labor resulta muy trabajada, dramática y con un peso muy importante en la trama, tanto al principio como al final. No obstante, quizás en algunos momentos peque de “teatreara” o “sobreactuada”… especialmente en las posesiones. Es posible que Eggers se haya excedido en las mismas obligando a la actriz a repetirlas varias veces a lo largo del metraje.
Y el causante de estas posesiones no es otro que el Conde Orlok encarnado por Bill Skarsgård. Este putrefacto y oscuro vampiro sirve a Bill para ampliar su colección de monstruos y disfraces. Ojo porque, a lo largo del metraje, no lo vamos a ver mucho… puesto que casi siempre se mueve (y ni eso) entre tinieblas. Lo que sí que llama muy poderosamente la atención en la performance del actor es su gutural voz arrastrando las “Rs”. De esta forma le da a su personaje una clara procedencia de Europa del Este que remata hablando muchas veces en el dialecto local. Realmente este aspecto del vampiro sí que da miedo o, cuanto menos, causa impresión al escucharlo hablar.
Entre los secundarios que completan el casting encontramos importantes nombres. Para empezar tenemos a Nicholas Hoult haciendo un buen trabajo como Thomas Hutter, el joven marido de Ellen que acude al castillo del Conde Orlok para formalizar el contrato de compra-venta de su vida. Tenemos también a Aaron Taylor-Johnson y Emma Corrin como el matrimonio Harding. Esta pareja tiene la misión de acompañar y hospedar a Ellen mientras Thomas está ausente. Decir que brilla más Taylor-Johnson porque tiene más minutos e importancia que Emma. El actual Kraven se acomoda totalmente al porte de caballero enriquecido que la historia le otorga.
Párrafo aparte para otra pareja que también sobresale como son Ralph Ineson y Willem Dafoe. El primero entrega una muy seria interpretación como el resposable del psiquiátrico local y el segundo viene a ser el Van Helsing del film. La performance de Dafoe está más controlada de lo que yo pensaba y parte de un rol bastante realista. Con esto quiero decir que no es ningún afamado cazavampiros… sino un erudito de la Ciencia que terminó expulsado de la misma por haber profundizado en lo oculto. Un mundo de sombras del que todavía tiene mucho que aprender y por eso conecta enseguida con Ellen. Por último mencionar a Simon McBurney como Herr Knock, el jefe de la firma de la que depende Thomas (ojo a sus escenas en la celda).
“Mis sueños se oscurecen” (Ellen)
En conclusión.
Termino esta crítica de Nosferatu, una nueva versión repleta de penumbra y desesperanza. Eggers liquida aquí por completo el lado místico, romántico y erótico del vampiro. No hay sitio para eso en esta propuesta… y sí para la podredumbre, la posesión y la maldad. No por casualidad, el tag-line más popular del film reza: “Sucumbe a la oscuridad”.
Tráiler de Nosferatu
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