Moonraker
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“Primero era solo un sueño. Luego una realidad. Aquí, en la cuna insurrecta de los cielos, se creará una nueva super raza. Una raza de seres físicamente perfectos. Como dioses, vuestros hijos poblarán la tierra dándole una nueva imagen de vida. La simiente que vosotros proporcionareis formará parte de una dinastía que sólo yo habré creado”. James Bond viaja hasta el mismísimo espacio en ‘Moonraker’.

“¿Qué sabe de la Moonraker?” (Q)

Crítica de Moonraker

El director británico Lewis Gilbert dirigió, con este film, el número decimoprimero de la saga. Además, fue su tercera y última aportación al universo del 007. Eso sí, aquí el que le sucedería tras las cámaras aprendería bastante de él como editor. Hablamos del muy solvente John Glen. Este último heredaría, por toda la década de los ochenta, la franquicia con aventuras muy reivindicables y otras merecidamente defenestradas.

Ahondando en ‘Moonraker’, se cumple el clásico patrón de película deudora del momento cultural y cinematográfico de la época en donde se gestó. Trasfondo que ya hemos comentado en reseñas anteriores de JB. Pero que aquí se cumple punto por punto como un mandamiento ineludible de los productores. Por consiguiente, y cuando ya se encontraban en pre-producción, un semidesconocido George Lucas estrenóLa guerra de las galaxias (1977). La cinta de Lucas tuvo un fulgurante éxito con sus espadas laser, pistolas que disparaban rayos, naves y acción en el espacio. Todo aquello, que parecía una frikada sin futuro, se convirtió en un filón de oro descomunal. Así pues, la idea de ‘Moonraker’ giró rápidamente su rumbo desde los cielos hasta el espacio. La nueva aventura de Bond, debía tener aquello que tenía ‘Star Wars’… no importaba lo que costara ni tampoco ajustar el guión para ello.

La historia parte de la novela de Ian Fleming, concretamente del libro homónimo escrito en 1955 (el tercero de la serie). Pero, el libreto final, dista de lo plasmado por el novelista. Y todo para adaptar la historia libremente al mundo actual de finales de los años setenta. Esto supone dejar atrás parte de la paranoia nuclear de la novela en favor del incipiente descubrimiento espacial… Sí que permanece el nombre del villano. Un megalómano muy del estilo Bond llamado Hugo Drax. El tal Drax se presenta como un Mesías al que nadie ha pedido que lo sea. Por supuesto, se rodea de una ingente cantidad de mujeres de buen ver a las que se dedica a entretener con los más variopintos oficios: tocar el piano o cazar pichones… De adaptar el guión del evento se encargaron Christopher Wood y Gerry Anderson.

La ineludible y exótica acción de ‘Moonraker’ se filmó, principalmente, en escenarios naturales de Brasil, Guatemala, Francia, Italia y EEUU. A nivel visual pocos peros se le puede poner, ya que sacan todo el partido posible a sus localizaciones. Atención al peligrosísimo opening en el aire, a la pelea en lo más alto del cable de Rio de Janeiro o al descenso por las míticas cataratas de Iguazú. Sin duda, como mejor se puede catalogar la acción del film es como ingeniosa. Siendo un no parar de Bond huyendo/persiguiendo a los malos, con la siempre acechadora presencia de Tiburón (Richard Kiel) en su segunda, y última, aportación a la franquicia. Ojo a sus impagables momentos finales en un imposible modo redención activado.

En cuanto a la fotografía, sobresaliente son las postales que firma Jean Tournier, el mítico director de la escuela del film noir. Y, respecto a la música, a parte de la canción original a cargo de Shirley Bassey con el mismo título del film… el resto de la score la dirige John Barry. Cumple y ya, pero queda lejos de otras obras emblemáticas suyas.

El protagonista de la función es el inevitable Roger Moore, claramente asentado como 007 y aún sin mostrar desgana a la hora de seducir mujeres. Su mejor aportación son sus careos con Tiburón y sus clásicas one-liners. No se pierdan el apretado encuentro que tiene con una pitón que se enredaba mucho. Ah, atentos al descacharrante look de Bond homenajeando, sin venir a cuento, al “hombre sin nombre” de los Spaghetti western de Sergio Leone que inmortalizó Clint Eastwood. Junto a Bond, desfilan las ya clásicas chicas de ambos lados de la ley. Destacar a Lois Chiles (Holly) como una agente encubierta de la CIA y bajo una ciertamente imposible tapadera de directora espacial.

El villano, Drax, es interpretado por Michael Lonsdale. Estamos ante un hacendado imperturbable y claramente sospechoso desde el minuto uno. Drax no es un malo de esos que se recuerdan especialmente. Además, y como maloso, se limita a invertir su incalculable fortuna para redefinir la raza humana. Dentro de los habituales rostros de la saga citar al clásico Bernard Lee (M). El actor aparece para presentar la misión y luego reaparece para apretar a Bond a conseguir resultados. Para el final dejamos al simpar Desmond Llewelyn (Q). Sus inventos siempre aportan un bien llevado momento clásico y, al mismo tiempo, presentan gadgets claves para que Bond sobreviva cuando le vengan mal dadas. Como curiosidad, y si se tiene buena vista, invitamos al lector a que busque como extras a gran parte del equipo técnico y de producción disfrazados en cameos singulares.

“Señor Bond, ha desafiado usted todos mis intentos de proporcionarle una muerte interesante” (Drax)

En resumidas cuentas.
Acabo con esta crítica de Moonraker, una muy distraída y exótica aventura del 007 mucho menos fantasiosa de lo que su título y cartel promocional hacían presagiar. Además cuenta con algunas de las mejores localizaciones de la década y una buena cantidad de ingeniosa acción. Es un desparrame a nivel argumental, pero… aún con todo, logra que el espectador se distraiga del meollo.

Tráiler de Moonraker

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