Las aventuras de Tintín: El secreto del Unicornio
El joven reportero Tintín y su inseparable perro Milú encuentran un misterioso pergamino escrito en inglés antiguo. Con la ayuda de su amigo el capitán Haddock, se verán envueltos en una trepidante aventura en busca de un antiguo barco y su tesoro. Pero alguien más va tras la pista. (Cineycine).
En 1930 un genio llamado Hergé publicaba el primero de una serie de volúmenes que, con el tiempo, acabarían convirtiéndose en una de las obras gráficas más influyentes del siglo XX. Nos estamos refiriendo a ‘Las aventuras de Tintín‘, que tras años de espera llegó a nuestras pantallas de la mano de Steven Spielberg. Las expectativas eran muy altas, no en vano hablamos de uno de los comics que cuenta con más seguidores en todo el mundo. Hergé dijo en una ocasión, poco antes de morir, que sólo Spielberg podría hacer justicia a Tintín. Veamos si lo consiguió…
Crítica de Las aventuras de Tintín: El secreto del Unicornio
Steven Spielberg y Hergé siempre fueron dos genios destinados a encontrarse. Y cuando eso sucedió el propio Hergé afirmó que si Tintín daba un salto a la gran pantalla debía ser de la mano de Spielberg. Para mi eso significó una especie de garantía que ofrecía esperanzas de ver una adaptación realmente brillante, pero cuando escuché al afamado director comparar a Tintín con Indiana Jones sospeché que había algo que no funcionaba. Porque no, Tintín no es Indiana Jones y apenas se le parece en nada. Es un joven reportero cuyos mayores atributos son el ingenio y la perspicacia. Y lógicamente eso se traslada a cada una de las historias que dibujó Hergé. La acción como tal siempre fue un elemento muy secundario en la obra de Hergé, y Tintín o sus amigos sólo recurrían al enfrentamiento violento en situaciones muy puntuales.
Algo tan sencillo como esto me llevó a salir de la sala con un sentimiento a caballo entre el agrado y la decepción. Agrado porque la película es francamente entretenida y de una factura impecable. Y decepción porque lo visto no son las aventuras de Tintín ni una adaptación formal de ‘El Secreto del Unicornio‘ sino algo muy distinto. Comprendo que en el cine actual existen modas que un director debe respetar si pretende convertir en rentable una película, y por eso comprendo que las aventuras de Tintín necesitaban una mayor dosis de acción para satisfacer al gran público. Pero al mismo tiempo no debemos olvidar que, cuando uno decide adaptar al cine un personaje tan popular y querido como Tintín, debe mantener íntegra su identidad, aquello que conforma el aspecto más esencial de la obra original. Y desgraciadamente en ‘Las aventuras de Tintín: El secreto del Unicornio’ eso no se cumple.
El motivo es que la acción puede ser un recurso muy útil siempre y cuando no abuses de él. Y lo que nos ofrece Spielberg con esta producción es una aventura demasiado intensa y trepidante, casi podríamos decir que incluso descontrolada. Los créditos de entrada son magistrales, de hecho son lo más parecido a las aventuras de Tintín que encontramos en la película. Luego iniciamos un primer tramo donde el ritmo es acompasado, presentando a los personajes y la historia que vamos a ver, y es quizás el punto donde más se acerca a lo que debería ser. Pero una vez hecho eso, todo se convierte en una vertiginosa montaña rusa donde la acción se sucede de forma casi ininterrumpida. En ciertos momentos, como cuando Tintín y el capitán Haddock huyen de Bagghar, uno parece estar contemplando una cinemática de un videojuego, con edificios desmoronándose y los personajes realizando acrobacias irreales. Espectacular y vertiginoso, no hay duda, pero eso no es lo que uno espera encontrar en una película de Tintín.
El guión está bastante bien estructurado pero tampoco es lo que se dice fiel al original, hablar de licencias sería quedarse francamente corto. Es una mezcla medio inventada de cuatro historias de Tintín. A saber, ‘El cangrejo de las pinzas de oro‘, ‘La estrella misteriosa‘, ‘El secreto del Unicornio‘ y ‘El tesoro de Rackam el Rojo‘. El motivo de ello es precisamente potenciar las escenas de acción y alargar el metraje. Pero también la necesidad de presentar personajes que, de lo contrario, no podrían aparecer. Tal es el caso del capitán Haddock, que conoce a Tintín en ‘El cangrejo de las pinzas de oro‘. Es más que una licencia pero es aceptable, aunque los fans podamos contemplar el asunto con una mezcla de estupor y resignación. Y es que hay escenas importantes de los cómics que han sido suprimidas y otras claramente irrelevantes que se han alargado. También se han suprimido personajes clave de la historia original, ya que cuando uno lee en el título «El secreto del Unicornio» espera encontrar a los malvados hermanos Pájaro, pero no hay ni rastro de ellos.
Los personajes, en cambio, sí que mantienen la esencia necesaria para que podamos identificarlos con los que creó Hergé. El capitán Haddock (Andy Serkis) es un alcohólico empedernido que suelta improperios de todo tipo. Tintín (Jamie Bell) es un joven inquieto y aventurero que va tras la noticia. Y Milú es ese perro inteligente que nunca abandona a su amo pase lo que pase. Otros personajes como los detectives Hernández y Fernández (Nick Frost y Simon Pegg), el traicionero Alan (Daniel Mays) o el carterista Celestino Panza (Tony Jones) son todo lo que uno puede esperar de ellos. Pero pese a todo también aquí encontramos elementos chirriantes que molestarán a cualquier tintinólogo, por ejemplo: las impresionantes aptitudes de Tintín para las peleas o ese aliento etílico casi mágico de Haddock. En cierta forma son detalles que contribuyen a eliminar ese hálito de realismo que hacía tan grandes a las aventuras dibujadas por Hergé.
Evidentemente el apartado técnico es impecable. Tanto que en ocasiones es posible llegar a olvidar que estamos viendo una película de animación. La forma en que las caras de los actores fueron adaptadas a los personajes es magistral, al igual que el sistema de captura de movimiento que tanto beneficia a una película de este estilo. Además es importante destacar que, pese a mantener la caricaturización de los personajes, el realismo que se obtiene es tremendo. Y no sólo en las figuras humanas sino también en todos los elementos que se muestran en pantalla. En ese punto es también cuando uno reconoce la obra de Hergé y ese afán documentalista que le llevó a ser tan tremendamente meticuloso al dibujar sus comics. Hemos de reconocer que no se escatimaron con los detalles y los numerosos guiños que cualquier tintinólogo o lector avezado encontrarán a lo largo de la película.
La banda sonora es obra del maestro John Williams, habitual colaborador de Spielberg. El problema en este caso es que yo hubiera preferido una adaptación de la melodía original de las aventuras animadas de Tintín, que se rodaron para televisión en los noventa. Es una melodía tan arraigada que sustituirla es poco menos que quitarle la famosa marcha imperial a ‘Star Wars’. Otra pega que lamento encontrar es que Williams siempre tuvo cierta tendencia al autoplagio, y en este caso el tema principal nos recuerda demasiado al de esa otra película de Spielberg que es ‘Atrápame si puedes’ (2002).
Conclusión.
Tal como he dicho al principio de esta Crítica de Las aventuras de Tintín: El secreto del unicornio, la sensación que me queda al acabar de ver esta película es agridulce. No cabe duda que será del agrado de la mayoría de gente, tiene todos los ingredientes del cine más actual, es entretenida y además está muy bien realizada. Pero como adaptación de ‘Las aventuras de Tintín’ es bastante fallida. La pregunta que me hago es si Hergé estaría contento con el resultado y la respuesta es que «no», por un motivo muy sencillo: Hergé amaba a Tintín, para él siempre fue como un hijo. tanto lo amaba que prohibió que nadie más volviera a dibujarlo tras su muerte, ni siquiera su amigo y colaborador Bob de Moor, que gráficamente podría haber estado a la altura. Ver a Tintín convertido en una especie de Indiana Jones no le habría gustado, y que sus historias fueran reescritas y cambiadas para adaptarlas al gusto de un público ávido de acción, menos aún.
Tráiler de Las aventuras de Tintín: El secreto del Unicornio
El autor y su obra.
Georges Remi fue un dibujante belga nacido el 22 de mayo de 1907. Su carrera profesional se remonta a los años veinte, cuando empezó dibujando pequeñas historietas en la publicación Le Boy-Scout Belge. Ya en 1924 comenzaba a firmar sus trabajos con el nombre por el que sería conocido a partir de entonces, Hergé, basado en la pronunciación de sus iniciales invertidas (R.G.) en francés.
Su primera serie oficial, publicada en 1926, narraba las aventuras de un joven boy-scout y fue titulada ‘Totor, C.P. de los abejorros‘, pero al mismo tiempo colaboraba en un pequeño periódico llamado Le XXème Siècle, que por azar del destino tendría una tremenda importancia en el futuro de su carrera. Tras un parón causado por la obligación de realizar el servicio militar, Hergé regresa al periódico como aprendiz de fotógrafo e ilustrador. Gracias a la confianza depositada en él, Hergé acabó encargándose de la edición de un suplemento para jóvenes que pasaría a llamarse Le Petite Vingtième. Fue entonces cuando decidió recuperar el personaje de Totor que tan buena suerte le había dado. Y tras darle la profesión de reportero, cambiar un par de letras a su nombre y añadir un pequeño fox-terrier blanco, había nacido el joven reportero Tintín.
Hay que puntualizar que la primera aventura de este joven reportero se tituló ‘Tintín en el país de los Soviets‘, y respondía más a un uso propagandístico para criticar la sociedad marxista-leninista de Rusia de los años treinta que a otra cosa. Quizás por eso nunca se ha contemplado como «oficial» y la colección conocida por todos comienza con su segunda historia, que fue ‘Tintín en el Congo‘. Es muy importante tener en cuenta que la obra de Hergé es cambiante, bajo una constante evolución motivada tanto por el contexto social como por el afán documentativo del autor. Porque si Hergé era un gran dibujante, no es menos cierto que era un meticuloso documentalista que catalogaba todo tipo de imágenes y fotografías para poder utilizarlas en sus obras. Es por todo esto que en sus primeros volúmenes hay determinadas connotaciones que para el público actual pueden resultar chocantes, tales como la discriminación racial o el colonialismo.
En siguientes volúmenes como ‘Tintín en América‘ o ‘El Loto Azul‘ persiste esa visión colonialista donde se subvalora a los pobres nativos. Pero hay un suceso que marcará un punto de inflexión en su carrera. En 1939, en plena ocupación nazi, deciden cerrar Le XXème Siècle y Hergé se queda sin trabajo, dejando obras inacabadas como ‘Tintín en el país del oro negro‘. Es entonces cuando Hergé acepta trabajar en un medio claramente filonazi como era Le Soir, algo que en el futuro le acarrearía no pocas críticas y acusaciones. Gracias a ello consiguió acelerar más que nunca el ritmo de producción, pudiendo acabar el trabajo atrasado y publicando también ‘El cangrejo de las pinzas de oro‘, uno de los volúmenes en los que está basado el guión de la película de Spielberg.
La guerra también cambió el modo de trabajar las historietas en una doble vertiente. Por un lado la escasez de papel obligó a Hergé a publicar sólo tres viñetas diarias, lo cual exigía que el autor añadiera más acción para mantener la tensión en los lectores hasta el día siguiente. Y por otro lado, para evitar escándalos y controversias, prefirió dejar de lado la actualidad e imaginó aventuras más fantásticas. Eran historias donde los personajes primaban sobre la trama, prueba de ello son títulos emblemáticos como ‘El secreto del Unicornio‘ o ‘La estrella misteriosa‘. Ya en 1944 llegaba el fin de la guerra y Le Soir fue cerrado por las autoridades belgas, justo cuando acaba de terminar ‘Las siete bolas de cristal‘. Llegaron tiempos duros para Hergé, fue arrestado en varias ocasiones y acusado de colaboracionista, con lo que su trabajo se vio nuevamente interrumpido. Sumido en una crisis nerviosa, no levantaría cabeza hasta bien entrado 1954, cuando publicó una de sus mejores obras si no la mejor, ‘El Asunto Tornasol‘.
En 1956 Hergé comenzó a sufrir terribles pesadillas y tras visitar a un psicoanalista éste le recomendó dejar su trabajo debido al estrés. Pero no lo hizo, sino que utilizó a Tintín como un vehículo a través del cual verter sus angustias, al mismo tiempo que trabajaba el concepto de la amistad y la lucha del hombre contra los elementos. El resultado fue una historia intimista que tiene más que ver con Hergé que con el joven reportero y que se tituló ‘Tintín en el Tibet‘. Durante los años siguientes, y hasta su muerte el 3 de marzo de 1983, Hergé siguió trabajando y creando historias maravillosas pero a un ritmo mucho menor. Contó con la inestimable colaboración del historietista belga Bob de Moor, que dejó buena parte de su sello en ‘Tintín y los pícaros‘. La última obra de Hergé, ‘Tintín y el Arte Alfa‘, quedó inacabada y sin posibilidad de ser terminada, ya que él mismo dejó escrito que nadie más pudiera dibujar al personaje que durante toda su vida había sido como un hijo. No obstante es posible leer una versión libre y bastante fiel realizada por un tintinólogo llamado Yves Rodier.
Tintín se ha convertido por méritos propios en uno de los personajes de cómic más influyentes de la historia, siendo traducido a un sinfín de idiomas. La clave del éxito posiblemente resida en la sencillez del trazo y en un uso austero de tintas, o en la reivindicación de valores como la amistad y la generosidad. Pero personalmente me quedaré con esa realidad que ocultan las aventuras de Tintín, una realidad que nos habla del contexto histórico en el que fueron creadas, y sobre todo en esa inmensa capacidad documentalista de Hergé que, unido a su talento, contribuyó a crear uno de los cómics más fabulosos de la historia.
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