El Señor de los Anillos: El retorno del rey
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Llegamos al final del camino con la tercera y última entrega de la trilogía de ‘El señor de los Anillos’. Tras una segunda parte inconclusa, y con ciertas carencias estructurales, todo el mundo se disponía a contemplar el desenlace de la historia. En esta ocasión, Peter Jackson se redimió de los pocos «errores» cometidos y echó toda la carne en el asador. Llega el punto y final a una de las trilogías más importante de la historia del cine. Damos paso a… ‘El Señor de los Anillos: El retorno del rey’.

«Acabamos de entrar en la tierra de Gondor. Minas Tirith, ciudad de Reyes» (Gandalf)

Crítica de El Señor de los Anillos: El retorno del rey

Tras las deficiencias estructurales que pusimos de manifiesto en Las dos torres, nos encontramos ahora ante una película que subsana los pocos errores cometidos en las anteriores entregas. En este sentido, ‘El Señor de los Anillos: El retorno del rey’ es una película brillante que pone un broche dorado a la trilogía del anillo único. Del talento de Peter Jackson para dirigir escenas épicas y memorables no hace falta añadir nada. Esto es algo que quedó patente a lo largo de toda la trilogía y no creo necesario extenderme más… De nuevo estamos ante una película espectacular dirigida con solvencia y seriedad.

Expuesto lo anterior, pudiera parecer que se trata de una obra perfecta. Sin embargo, no es así. ¿Acaso alguna película es merecedora de un 10?… Pese a la buena labor, y el inmenso esfuerzo llevado a cabo por todo el equipo técnico y artístico, da la sensación de que tenían prisa por llegar al final. Tras habernos descrito la trama y los personajes con gran detalle durante dos entregas, en ésta comprobamos que, a partir de cierto punto del metraje, la historia se precipita y el ritmo se acelera. Quizás se habría solventado si se hubieran ahorrado ciertas escenas. Por ejemplo, los cinco minutos iniciales que sirven para explicar cómo Gollum consiguió el anillo no aportan mucho y ni siquiera sirven como prólogo. O bien los excesivos veinte minutos finales que tampoco añaden nada sustancial a la trama y que encima no son nada fieles al libro.

En lo que se refiere a aspectos temporales también existe alguna inconsistencia. Aquí puedo mencionar el hecho de que hayan pasado trece meses desde que comenzó la aventura pero no se note lo más mínimo. O ese sube-baja que se pega Sam en la escalera de Cirith Ungol que ni Flash en sus mejores tiempos. También hay otros fallos menores derivados de esas prisas de las que hablaba antes. No obstante, todo esto en absoluto desmerece el gran nivel de ‘El retorno del rey’.

Si hay un elemento que cobra especial protagonismo en esta película es el que concierne a los efectos digitales. Ya no sólo por la exquisita recreación de las ciudades y las batallas, sino por el tratamiento que reciben dos de las criaturas que, por derecho propio, ya tienen su lugar en la historia. Hablo, cómo no, de Gollum y Ella-Laraña. El primero todavía está mejor realizado que en la anterior película y nos hace olvidar que estamos ante un personaje generado por ordenador. Además muestra una ambigüedad moral que está muy bien llevada a lo largo de todo el metraje. Por su parte, Ella-Laraña resulta un monstruo realmente aterrador que se hace con la escena y nos sumerge en la peor de las pesadillas. Seguro que quienes hayan leído el libro no se sentirán defraudados.

Las batallas merecen una mención especial. Están llevadas de forma excelente, sin duda gracias a un soberbio diseño de producción y unos efectos especiales difíciles de superar. El máximo clímax se alcanza en el asedio de Minas Tirith. De nuevo, estamos ante unos efectos visuales al servicio de la película. Resulta evidente la intención de Jackson de apabullarnos con un enemigo invencible. Es la regla de oro a seguir para presentar al héroe en su máxima gloria: cuando sólo él queda en pie. Atención a la arenga del rey Théoden: «¡Avanzad sin temor a la oscuridad! ¡Luchad, luchad jinetes de Théoden! Caerán las lanzas, se quebrarán los escudos, aún restará la espada. ¡Rojo será el día hasta el nacer del sol! ¡Cabalgad, galopad, cabalgad hasta la desolación y el fin del mundo! ¡Muerte!».

El trabajo de los actores sigue siendo de alto nivel. Mención especial para un Ian McKellen inmenso. Además, en esta ocasión podemos contemplar cómo evolucionan los personajes y se adaptan a unos acontecimientos que ninguno de ellos quería afrontar. Por ejemplo, Sam que toma las riendas y consigue llevar a Frodo a su cita con el destino, o Aragorn que acaba aceptando su lugar como rey de los hombres. También me gustaría resaltar a Liv Tyler (Arwen), David Wenham (Faramir) y Billy Boyd (Pippin). Sus personajes alcanzan un nivel superior en esta película y tienen un protagonismo que no habían tenido anteriormente. Concretamente es interesante ver la transformación de Pippin: de chistoso irresponsable a valeroso soldado de Gondor. También Arwen en una maravillosa escena con Elrond (Hugo Weaving) donde renuncia a su inmortalidad, reflejando la poca esperanza que aún mantienen los elfos.

Sin duda el secundario que borda su rol es Bernard Hill interpretando a Théoden. Magistral, sin más. Otros como Eomer (Karl Urban) ven reducida su participación a escenas puntuales y con escaso diálogo. Un nuevo personaje es el de Denethor, Senescal de Gondor, interpretado con solidez por John Noble. Se muestra muy trágico y creíble, pero creo que hubiera necesitado desarrollarse más para poder entender las motivaciones que le llevan a cometer ciertos actos. Y bueno, finalmente hablemos de Legolas y sus excesos. Afortunadamente, Jackson corrige esa tendencia al chiste fácil que tenían el elfo y el enano en ‘Las Dos Torres’. Gimli ya no hace comentarios graciosos fuera de lugar. Pero el papel de Orlando Bloom sigue degenerando en ciertos aspectos. Quizás la mejor muestra de ello sea recordar esa escena en la que se cepilla él solito a un olifante y sus ocupantes.

El problema de continuidad que observamos en ‘La Comunidad del Anillo’ y, sobre todo, en ‘Las Dos Torres’ sigue estando ahí. Esta vez tampoco existe un prólogo que nos recuerde a grandes rasgos qué había sucedido anteriormente. Otra vez más se da por supuesto que habíamos visto las anteriores películas. En vez de eso nos endosan un resumen de cómo Smeagol consiguió el anillo y se acabó transformando en Gollum. Quizás el problema quedara minimizado porque con esta película finalizó la historia. Pero nuevamente hemos de constatar que esta trilogía funciona como un todo. Así pues, cada una de las tres partes que la componen fallan por separado, al menos en cierta medida.

Hay que entender que la historia que se pretendía contar era larga, muy larga. Adaptar ‘El Señor de los Anillos’ supuso, sin lugar a dudas, un trabajo riguroso y agotador. Lógicamente fue necesario cortar, como ya se hiciera con las dos anteriores películas, además de modificar ciertos elementos para que pudieran funcionar en la gran pantalla. En las ediciones extendidas si se puede disfrutar de muchas escenas que completan enormemente las tramas. Por ejemplo: el encuentro de Gandalf con el Rey Brujo, o la aparición de la Boca de Sauron (Bruce Spence) frente a la Puerta Negra de Mordor.

Por su parte, la banda sonora brilla en este episodio final más que nunca. Al escuchar el tema compuesto por Howard Shore mientras Gandalf asciende por los distintos niveles de Minas Tirith es difícil no temblar de emoción. La sublime recreación de la capital de Gondor, con su arquitectura imposible vista en diferentes planos y contrapicados, hace que sirva como referente del buen hacer a lo largo de toda la película. Dudo mucho que podamos llegar a ver algo parecido a la batalla de los Campos de Pelennor.

Afortunadamente la mayoría de licencias que se toman en esta ocasión están justificadas. Y digo «la mayoría» porque otras resultan cuanto menos discutibles. Quizás uno de los puntos que más molestó a los fans fuera el epílogo de veinte minutos que se saca de la manga Peter Jackson. Recordemos que en el libro los hobbits regresan a una Comarca destrozada e invadida, y tienen que luchar para recuperar sus hogares y expulsar a los enemigos. Esto es lo que se conoce como «El saneamiento de la Comarca». En la película no sólo se omite, sino que la Comarca a la que regresan Frodo y sus amigos sigue siendo el paradisíaco lugar que dejaron al marcharse.

Saruman tampoco se libra. De morir al final de la historia pasa a hacerlo al principio de la película. Un error doble, porque sus escenas sólo se vieron en la edición extendida. Esto último causó un lógico cabreo en Cristopher Lee. Y no hemos de olvidar que el ejército de muertos que recluta Aragorn jamás llega a participar en la batalla final. Supongo que, nuevamente, nos encontramos ante una forma rápida de liquidar el tema. Pero bueno, como ya he dicho en otras ocasiones, la adaptación es correcta porque respeta lo suficiente y no cae en demasiadas licencias absurdas. Sentarse y ver esta trilogía implica asumir que se hizo lo mejor posible para adaptar el libro de Tolkien.

«Sauron no habrá olvidado la espada de Elendil. La que fue quebrada retornará a Minas Tirith» (Aragorn)

Conclusiones.
Concluyo esta crítica de El Señor de los Anillos: El retorno del rey, una cinta ganadora de 11 Oscars incluido el de mejor película. Existe un debate acerca de si merecía tantos premios o no… Para mi resulta bastante evidente que, en realidad, se estaba premiando la obra global de Peter Jackson y no esta película en particular. Visto así, todos los premios resultan más que justificados. En definitiva, estamos ante una obra colosal, espectacular, sublime y que ya forma parte de la historia del cine. Amigos… sentarse en una butaca y disfrutar de unas escenas espectaculares, conmoverse a través de una historia épica y trágica, llenar nuestros sentidos con unos paisajes sobrecogedores… ¡todo esto es algo que no tiene precio y que muy pocas veces vamos a poder hacer!

Tráiler de El Señor de los Anillos: El retorno del rey

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