El juicio de los 7 de Chicago
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Aaron Sorkin se hace con las riendas de un proyecto que estuvo en letargo durante mucho tiempo. Un proyecto basado en hechos reales acaecidos a finales de los sesenta. Sorkin fija su mirada en el polémico juicio a siete líderes de diversas organizaciones que se manifestaron en contra de la guerra de Vietnam. A continuación nos adentramos en los entresijos de ‘El juicio de los 7 de Chicago’.

“Iremos a Chicago con o sin permiso” (Tom Hayden)

Crítica de El juicio de los 7 de Chicago

Nuevamente estamos ante un proyecto que ha tardado mucho tiempo en gestarse. El primer realizador en querer hacerlo fue Steven Spielberg. Para ello se agenció los derechos de la historia y trabajó en el mismo en los ratos que tenía libres entre proyecto y proyecto. Después de intentar llevarlo a cabo durante varios años, al final, Spielberg se desentendió. El tema pasó entonces a manos de Ben Stiller que parecía que si lo iba a llevar a buen puerto. Sin embargo, también terminó por abandonar y la película quedó en el limbo. Fue entonces cuando la Paramount (por aquel entonces iba a producirla y distribuirla) llamó a Aaron Sorkin para realizar un nuevo borrador y buscar a un director para encargarse de la cinta. Pero, una vez más, el estudio acabó por arrojar la toalla entrando en escena Netflix, la salvadora de proyectos perdidos.

Con Netflix en escena, Aaron Sorkin todavía seguía acreditado como guionista e incluso consiguió el puesto de realizador. Todo ello mientras se ultimaba su debut en la gran pantalla como director con Molly’s Game (2017). Cuando se hizo definitivamente con el mando, Sorkin mantuvo en el reparto a gran parte de los actores que Stiller había convencido en su momento. Además, admitió alguna sugerencia de Spielberg que, aun no estando como director, se reservó crédito como productor de ‘El juicio de los 7 de Chicago’ a través de DreamWorks.

El film se basa en el polémico juicio al que fueron sometidos siete líderes de diversas organizaciones que convocaron la manifestación de Chicago en agosto de 1968. Aclarar que, en realidad fueron 8, el octavo fue Bobby Seale, líder de los Panteras Negras que se encontraba en Chicago para dar un discurso. Sorkin aporta su peculiar estilo de escritura a la hora de presentar los diálogos entre personajes. Recordemos que ya tenía experiencia en el tema judicial habiendo sido el guionista de ‘Algunos hombres buenos’ (Rob Reiner, 1992). La mirada de Sorkin resulta un tanto edulcorada en lo que concierne a la hora de pergeñar el temario político y simpatizante con el grupo de personajes encausados.

La principal baza del film reside en un reparto de actores de solvencia más que probada. Realmente destaca su elenco de estrellas con Eddie Redmayne, Sacha Baron Cohen (demostrando que la miniserie ‘El espía’ no fue un golpe de suerte) y Joseph Gordon-Levitt. Mención especial para Yahya Abdul-Mateen II con, probablemente, el menos agraciado de los acusados y con una secuencia que queda grabada en la retina hacia la mitad de la película.

Por supuesto también destacan los veteranos que arropan a todas esas estrellas. Entre ellos sobresalen intérpretes de enorme nivel como Mark Rylance (probablemente fichaje auspiciado por Spielberg), Frank Langella destilando odio por los cuatro costados como el juez Julius Hoffman y Michael Keaton en un papel casi de cameo. Eso sí, su escena resulta impagable gracias a su interpretación. Así pues, todo el casting (incluyendo a actores no tan conocidos) roza un enorme nivel.

El alto nivel actoral ayuda mucho a Sorkin a meter de lleno al espectador en la propuesta. Personalmente creo que Sorkin es mejor guionista que director. La prueba aquí es presenciar los disturbios viendo que carecen de bastante intensidad. Se trata de imágenes grabadas con material original y alternándose continuamente sin una sola gota de impacto en el público. Así pues, el libreto resulta muchísimo mejor que la puesta en escena. En mi opinión le pasa como en la ya citada ‘Molly’s Game’.

Volviendo con el guion de Sorkin, a pesar de su enorme brillantez y capacidad narrativa, tiene un pequeño hándicap: su maniquea visión del tema. El director y guionista nos presenta a ambos “bandos” como el blanco y negro. Con esto quiero decir que da muy poco margen para sacar cierta humanidad o aspereza a las partes enfrentadas en el juicio. En este sentido, destaca especialmente la figura del polémico Julius Hoffman. Por muy sobresaliente que lo interprete Frank Langella, sobre el papel no pasa de ser un juez despiadado y un tipo que no tiene un atisbo de humanidad. Por el contrario, los manifestantes quedan retratados como gente pacífica, aunque más tarde se les intenta dar un elemento gris. Finalmente, la policía resulta dibujada como hombres sin escrúpulos.

Lo anterior se puede ver también en el personaje de Joseph Gordon-Levitt, el único miembro del departamento de Justicia que tiene más dudas en lo referente al enjuiciamiento. Todo esto que comento no daña al film, simplemente deja una sensación de suavizar a una determinada parte. Esto último algo ya muy en sintonía con los tiempos actuales. Así pues, no se presenta un relato que de pie a un debate más abierto quedando cerrado el asunto nada más empezar la película.

Finalmente me gustaría destacar la soundtrack. La banda sonora consigue meter totalmente al espectador en la época en la que transcurre el film. Además resulta muy encomiable el trabajo de Daniel Pemberton, que ayuda mucho a Sorkin en varias de las partes dramáticas gracias a su enorme solvencia como compositor.

En conclusión.
Concluyo esta crítica de El juicio de Los 7 de Chicago, una cinta que resulta notable a pesar de ciertos “defectos” ya expuestos. Sorkin se las arregla para presentar un drama judicial lo bastante bien escrito y dirigido. Una cinta que empatiza con el espectador gracias a su reparto repleto de jóvenes ya consolidados y veteranos. La forma de escribir los diálogos de Sorkin y la música de Pemberton ayudan a subir el nivel de la producción.

Tráiler de El juicio de los 7 de Chicago

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