El día de la bestia
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“Esto es un aviso para los diez millones de gilipollas que están viendo este puto programa. El fin del mundo es esta noche. ¡Entienden! ¡Esta misma noche! Se jodió la Nochebuena, se jodió la Navidad. ¡Se jodió todo! Mientras ustedes disfrutan del calor del hogar y son felices viendo la tele, afuera, en la calle, está comenzando el reino del Anticristo…”. 25 de diciembre de 1995… ¡Fun, fun, fun!… ‘El día de la bestia’.

“¿¡Todavía no lo entiende!? A ver ¿Cuál es el signo de Cristo? La cruz. ¿Y los cristianos dónde celebran el nacimiento de Cristo? En la Iglesia. ¿Y que es una Iglesia? Una cruz, joder, una cruz enorme, una cruz tridimensional. Una cruz con puertas y ventanas” (Profesor Cavan)

Crítica de El día de la bestia

Después de debutar en la gran pantalla en 1993 con ‘Acción mutante’, concebida en primera instancia como un miniserie de tres capítulos de treinta minutos cada uno y luego lanzada como película, Álex de la Iglesia consiguió tocar la cima. Y la tocó a nivel mundial gracias a ‘El día de la bestia’ (1995). Hablamos de un film clave del cine patrio que, definitivamente, abrió la veda para que el cine de género en España fuera considerado a la altura de cualquier producción europea.

‘El día de la bestia’ volvió a poner en el mapa el cine fantástico y/o de horror en español. Recordemos que, después de un repunte gracias a los exploitations ochenteros de la mano de ilustres olvidados como Juan Piquer Simón, este género había quedado casi en el olvido. Lo mismo que la acción macarra o con ráfagas de artes marciales de gente como José Antonio de la Loma. De La Iglesia venía a retomar parte del testigo de aquellos, sobre todo del primero. Eso sí, dotando a sus películas de su indudable personalidad. Una personalidad marcada por el cine americano de los años setenta y obras de serie B de los sesenta.

A pesar de los fallos, o no, que pueda tener como un film casi experimental, la diversidad de géneros por los que va transitando (siempre fieles a las filias y fobias de su director) y algunos efectos ópticos que han podido envejecer malamente, ‘El día de la bestia’ mantiene una fuerza narrativa cargada de mala leche y humor. Un humor “clásico” del cine de su autor con transiciones tremebundas entre lo grotesco y lo descacharrante. Este mismo tono se mantendría de lleno en la no menos antológica ‘La comunidad’ (2000).

El fantástico, el horror, la comedia negra, la acción satánica,… Todos esos subgéneros, abrazando de lleno el costumbrismo español, sacaban a nuestro cine de las provincias y lo llevaban a la capital del reino en ‘El día de la bestia’. Madrid se vislumbraba aquí como un antro de perdición. Un suburbio totalmente podrido de la post-movida. Un Nueva York de los años setenta castizo en donde el cura protagonista bien podría ser el Travis Bickle de Taxi Driver (Martin Scorsese, 1976) o el Paul Kersey de la saga ‘Death Wish’. Aquellos perseguían al mal en forma humana, pero aquí se buscaba directamente al Maligno… y si no se le invocaba (en una secuencia inolvidable y puramente «de la Iglesia»).

El Madrid descrito en el párrafo anterior servía perfectamente para ambientar una película tan exagerada y genial como esta. Y servía al film sin apenas artificios, mostrada tal cual. Incluso en fases de la misma asistimos, como bien apuntaron a posteriori sus “hacedores”, a una especie de “anticipo de hechos”. Hechos como el poder de la televisión para amansar con programas realizados por directivos de cadenas privadas que buscaban claramente el morbo, o con ese guiño a las Torres Kio como sede del Maligno. Los toques de genialidad, claramente buscados o encontrados por pura chiripa, hacen de ‘El día de la Bestia’ un film todavía más imprescindible. Su propia calidad artística, su peso como obra clave de una revolución y la fuerza del talento que supo hallar son motivos más que suficientes para verla y valorarla en su justa medida.

La película no tuvo ni mucho menos un camino fácil hasta llegar a la gran pantalla. Pedro Almodóvar, que había apadrinado a de la Iglesia con ‘Acción mutante’, declinó producir el film por su contenido satánico. Por otro lado estaba la fe del director en darle el papel clave a un actor de perfil bajo como Álex Angulo, protagonista del inenarrable corto ‘Mirindas asesinas’ (1990). También faltaba una estrella que pudiera vender el film al gran público tras la negativa de Javier Bardem a protagonizarla. Bardem había sido la primera opción como “el José María satánico y de Carabanchel”. Y, finalmente, estaba lo controvertido del relato y sus nulas, según los entendidos, posibilidades comerciales. Todo eso (y más) hizo que su preproducción fuera una especie de milagro recogido por Andrés Vicente Gómez con el añadido de capital italiano y la entrada de actores del país vecino.

Entrando en el casting, y gracias a la coproducción italiana, pudimos descubrir la antológica aparición de Armando de Razza en su memorable recreación del Profesor Cavan. Y, por supuesto, la siempre sugerente presencia de Maria Grazia Cucinotta. Volviendo al elenco patrio, y además de la genial recreación de un inmejorable Álex Angulo como el cura, hay que resaltar el descubrimiento de un casi neófito Santiago Segura encarnando a José María. También tenemos a Terele Pávez en un rol de madre quemada de la vida y del mundo como la gerente de una pensión de mala muerte. Sin olvidar la no menos recordada aparición de Nathalie Seseña dando vida a Mina.

“Todavía no lo entiende. Esto es la marca del Diablo. ¿Se acuerda? Usted mismo lo dijo. El Demonio trata siempre de imitar a Cristo. Es el reverso oscuro de Dios. Y el templo de Dios es una cruz. El templo de Satán tiene que tener esta forma. Bueno… pues lo tiene delante” (Profesor Cavan)

En resumidas cuentas.
Termino esta crítica de El día de la bestia, un clásico ineludible del cine español. Un film que traspasó fronteras y nos quitó complejos. Una auténtica joya de culto que supo dar un giro de tuerca a una buena parte del cine patrio anclado, en gran medida, en unas manías y estilos que ya cansaban…

Tráiler de El día de la bestia

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