Compasión con el diablo
Comparte con tus amigos










Enviar

“Elige una carta. Una carta, ¿Ya sabes? Tréboles, corazones,… yo sabía que ibas a elegir esa carta. Conduce. Todavía faltan unos cuantos kilómetros antes de irnos a dormir”. Las Vegas de testigo y la carretera por delante. Un pasajero armado con un revolver detrás y una noche movida. Una noche muy movida en compañía de Nicolas Cage y Joel Kinamman en ‘Compasión con el diablo’.

“El diablo envidia a aquellos que sufren profundamente y les expulsa hacia el cielo” (El pasajero)

Crítica de Compasión con el diablo

Pocos viajes se han convertido en más apasionantes, cinematográficamente hablando, que el de seguir el rastro, película a película, de Nicolas Cage en su camino definitivo para patentar un estilo. Su propio estilo: u género en sí mismo. Algo que, en su día, ya lograron Humphrey Bogart o John Wayne… Sea como fuere, y aún no siendo sus películas todo lo buenas que podrían ser, si uno bucea con tino en ellas, encontrará en estos fragmentos visuales irrepetibles a uno de los cinco actores más interesantes del panorama actual. Y, sin duda, al intérprete puro más estimulante de Hollywood en los últimos cuarenta años.

Lo cierto es que, aunque prolíficamente su filmografía es inalcanzable, si se logra separar la paja del trigo acaba por encontrar auténticas joyitas “Cageanas” en su haber. Y este es el caso de ‘Sympathy for the Devil’. En España conocida con la casi literal traducción de ‘Compasión con el diablo’. Estamos ante una cinta estrenada directamente para alquiler/compra en varias plataformas de streaming desde el pasado marzo de 2024. La película supone una aparición estelar de Cage en modo desatado desde prácticamente el comienzo. Nada de papeles secundarios ni trucos publicitarios. Nicolas Cage al cien por cien, puro y sin aditivos.

En el film, prácticamente todo es Nicolas Cage y Joel Kinamman en un coche por las Vegas. Y esto durante unos ajustados y bastantes opresivos 82 minutos, sin contar créditos finales. ‘Compasión con el diablo’ vendría a ser una mezcla entre Carretera al infierno (Robert Harmon, 1986) y Collateral (Michael Mann, 2004) pasadas por el filtro de ‘Locke’ (Steven Knight, 2013). El guión, que engloba esas inevitables conexiones con los films citados, es obra de Luke Paradise, un debutante en los lápices… pero que parece apuntar alto, sobre todo si uno hace caso a la ingente cantidad de films pendientes de producir escritos por él.

El máximo interés de la propuesta viene en si el azar tiene algo que ver en la elección del “pasajero” a su “conductor”. Y en discernir quién es quién en el enfrentamiento que tendrá lugar durante la película. Ante todo, la trama ya presenta sus cartas desde que el pasajero se cuela en el coche. El desarrollo es similar al estilo de cintas de “noches infernales” muy de los años ochenta. Noches en donde tu vida cambia para siempre… sí es que logras salir vivo del envite.

En ese tipo de angustiosas travesías, las interpretaciones y el estilo de filmación se vuelven claves. Y, sin duda, ‘Compasión con el diablo’ tiene buenos mimbres detrás. Su director, el semidesconocido Yuvan Adler, toma como referencias los films citados anteriormente y salda con nota el envite. En su labor logra hilvanar una buena sucesión de planos, una bien llevada (aunque escasa) acción y, sobre todo, un uso de las luces ejemplar para ambientar. Sin duda, haber situado la acción en Las Vegas le da un plus al aspecto visual de la película. Por su parte, Steven Holleran se ocupa de la dirección de fotografía y merece también ser citado. Holleran logra captar a la perfección el estilo de neones, fuego y reflejos que redondean las actuaciones.

Pasando al elenco encontramos a los dos casi exclusivos intérpretes. Nicolas Cage presenta desde el minuto uno a un personaje totalmente salido de madre. Ojo a su look de rojo encendido, que él mismo se encargará de explicar llegado el momento. En la piel de “El pasajero” lo da todo. Y, por momentos, deja descolocado al espectador y al mismísimo “conductor”… que no es capaz de adivinar ni de entender lo que le ha caído encima. La colección de inenarrables momentos de Cage darían para llenar por entero la reseña solo citándolos. Se llevan la palma el punto de no retorno del encuentro con el policía de patrulla, el instante y todo lo que viene después cuando “pierde” la forma de su simétrica nariz perfilada por los dioses y ¡cómo no! la carnavalesca performance que lleva a cabo en la cafetería. Imposible pedirle más.

Joel Kinamman es el conductor y encara la otra cara de la moneda. Su rol es el de un padre de familia ciertamente sobrepasado que acude al hospital para acompañar a su mujer en el parto. Kinamman es otro que, con su apariencia, vende totalmente la piel de su personaje. Hablamos de un tipo gris, de pelo grasiento, barba dejada y con mil preocupaciones a cuestas. Un hombre determinado a ser un buen padre de familia y un trabajador dedicado… El hecho de que un extraño le tome como su particular taxista es algo que escapa a su comprensión. Su labor, durante gran parte de la película, es de saco de golpes. Y de dar pie con sus réplicas al pasajero. Ciertamente enriquece la labor de Cage. Incluso, por momentos, sus caras de total incomprensión e incredulidad son las del espectador cuando el pasajero se disparata.

“Soy David Chamberlain… Soy David Chamberlain” (El conductor)

En resumidas cuentas.
Acabo esta crítica de Compasión con el diablo, un entretenido y retorcido juego del gato y el ratón que da la posibilidad a Nicolas Cage de crear otro personaje para su galería de exageradas interpretaciones. Sí son amantes de las películas ambientadas en noches que parecen no acabar nunca, entonces, y como diría Sabina, prepárense para una “negra noche”.

Tráiler de Compasión con el diablo

Escucha nuestro podcast