127 horas
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Danny Boyle no es un director de grandes masas. No hace cine excesivamente comercial y no todo el mundo congenia con su estilo. Sin embargo, es innegable que tiene mucha visión y allí donde otros directores no sabrían por donde mirar, Boyle es capaz de contarte algo. ‘127 horas’ es un proyecto que no todo el mundo habría sido capaz de llevar a cabo. Danny lo hizo y esta es su visión de lo que sucedió en el cañón Blue John, en Utah, cierto día de mayo del año 2003.

«Mamá, papá, no os he apreciado como tendría que haberlo hecho. Os quiero y siempre estaré con vosotros»

127 Horas

Crítica de 127 horas

Difícil situación la de Aron Ralston y sus 5 días atrapado en el cañón Blue John, en Utah. Y tanto como lo fue para Aron debió ser plasmar dicha vivencia a Danny Boyle en la gran pantalla. Es un caso en cierta manera «parecido» al que experimentamos en el film Naúfrago’ de Robert Zemeckis cuando Tom Hanks queda atrapado en la isla. ¿Cómo haces que el espectador y el protagonista conecten durante tanto rato? ¿Qué se supone que debe hacer el personaje para no aburrir al espectador? Está claro que conseguir rodar una película donde el 80% de la misma transcurre en un mismo sitio, y con un único personaje, es algo al alcance de muy pocos directores. No todos tienen la virtud de saber mostrar más allá de lo físico o de lo que se ve en pantalla. Aquí Boyle cuenta con el precedente de que el protagonista sobrevivió a tan trágica experiencia y así puede plasmar en la pantalla más fielmente lo que realmente pasó por la cabeza de Ralston. El saber qué cantidad de alimentos y líquidos llevaba encima, saber qué herramientas disponía ese día en concreto o simplemente poder contar con detalles que de otra manera habrían sido imposibles de saber ya es una base sobre la cual empezar a trabajar.

Boyle es un director con un estilo bastante especial. Suele huir de lo comercial y le gusta centrar sus películas sobre lo que él considera, aunque ello implique narrarlas de una manera un tanto especial. Su estilo tiene mucho de onírico en muchas ocasiones. A veces cuenta con más fantasía y otras no tanto pero desde luego lo que se viene a decir “normal” no lo es.

La historia de este film empezó cuando Danny Boyle leyó el libro de Aron Ralston titulado ‘Between a rock and a hard place’ (Entre una roca y un lugar o Entre la espada y la pared) y empezó a pensar cómo esta historia podría adaptarse a la gran pantalla. Contactó con su socio de producción, Christian Colson, que había producido  ‘Slumdug Millonaire’ (2008), y le hizo llegar una copia del libro de Ralston. Colson confiesa que no estaba convencido en un primer momento: “Terminé el libro y pensé: bueno, esto una historia increíble pero de aquí no se puede sacar una película, y eso es lo que le dije a Danny”, recuerda Colson. “Entonces Danny me envió una especie de borrador que había escrito de tan sólo seis páginas, pero donde explicaba al detalle su idea general para contar la historia, llena de extraordinarios intercalados e ideas visuales. Tan pronto como lo leí, cambié de opinión totalmente y le dije: Venga, vamos a hacerlo». A partir de aquí, todo vino rodado, incluso cuando contactaron con Aron Ralston haciéndole partícipe del film para que los orientara y asesorara sobre todo lo que sucedió allí arriba.

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‘127 horas’ no podía sustentarse durante 90 minutos en el interior de una grieta en un cañón de Utha. Es más, no era eso lo que se quería mostrar. Sí, se nos enseñaría el dolor físico de Aron Ralston, su hambre, su sed, sus necesidades físicas, su mano atrapada. Pero lo importante viene a ser lo que ocurrió en su interior, en su mente. Qué le llevó a aguantar y a qué precio. Al principio intentó de todas maneras quitarse la roca de encima pero con las horas vio que ello no llevaba a ninguna parte… La deshidratación unida al hambre, al sueño y al shock de la situación, lo llevaron a una especie de viaje alucinógeno en el cual revivió sucesos pasados, presentes e incluso imaginó como hubieran sido los futuros… Cuando uno está tan cerca de desaparecer y encima es consciente de ello… la cabeza debe ser una especie de hervidero de ideas y Boyle lo traslado a la pantalla de esa manera. Esto hace que veamos varias situaciones un tanto oníricas: como cuando Aron cree ver a sus padres sentados en un sofá delante de él, o cuando todas las personas a las que conoce se congregan con un silencio sepulcral. Puede gustar más o menos pero está claro que el director sabe transmitir una serie de ideas, sentimientos y vivencias que experimentó Aron Ralston de una manera que todos podamos entender.

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Todo lo anterior no habría podido llegar a buen puerto si el actor escogido para encarnar a Aron Ralston no hubiera estado a la altura de las circunstancias. Donny Boyle ofreció el papel a James Franco y el intérprete supo llevar al límite su actuación. El hecho de conocer en persona al verdadero Aron le sirvió para observarle bien en las horas que charlaron en el set de rodaje, aprender sobre su manera de ser y de cómo se las apañó. Y bueno, el resultado es una fenomenal interpretación por parte de Franco.

Y otro punto muy importante (sobre todo en este film) es la música que ayuda a las imágenes a transmitir y conectar con el público. El compositor A. R. RAHMAN se encargó de esta faceta. Él y Danny Boyle ya habían trabajado en el pasado en ‘Slumdog Millionaire’ y volvieron a repetir en este film puesto que la «complexión» de ‘127 horas’ “de Danny Boyle” requería de un compositor no demasiado corriente, y si encima es indio mucho mejor. A. R. RAHMAN ha compuesto temas para más de 100 películas, casi todas ellas películas indias. Su  descubrimiento por parte de la mayoría del público fuera de sus tierras fue con la citada ‘Slumdog Millionaire’ y en esta película volvió a demostrar que está a la altura de las circunstancias.

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Conclusiones.
Podía haber sido más comercial. Podía haber sido una película de lágrima fácil. Podía incluso haber sido una épica aventura de supervivencia por parte del “héroe” protagonista. Pero no es nada de eso. Es la visión de Danny Boyle de como Aron Ralston pasó los cinco días más largos de su vida debatiéndose entre la vida y la muerte. Es su visión pero con el “material” que Aron le proporcionó involucrándose en la película y abriendo su mente y corazón a la misma para ayudar a narrar y entender cómo fue todo allí arriba. Sin él, habría tocado imaginarse la mayoría de escenas y pensamientos. Todo esto da como resultado un film muy bien realizado que no te arrepentirás de ver, aunque también comentaré que no entrará a todo el mundo por los ojos y que es un pelín difícil de digerir en muchos momentos. Por mi parte, no puedo más que recomendarla en esta crítica de 127 horas, a sabiendas de que no será tu película favorita pero sí que te dará mucho para pensar.

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La verdadera historia de Aron Ralston. (Ojo: Spoliers).

Contamos la historia del alpinista al completo, así que, te aconsejamos que dejes para leer esta parte después de ver la película.

Aron Ralston nació el 27 de octubre 1975 en Indianapolis, Indiana (Estados Unidos). Su pasión por el senderismo, la escalada e ir de excursión le venía desde bien pequeño. Era una persona atlética, capaz de lo más difícil… pero muy solitaria y capaz de asumir riesgos innecesarios cada vez que se calzaba sus botas y cogía su mochila para ir a explorar mundo. Tal era su personalidad tan solitaria que tenía la mala costumbre de no indicar a nadie (ni a sus familiares) el lugar al que iba a ir cuando los fines de semana se marchaba a la montaña. Claro que al ser un experimentado alpinista, no tenía demasiados problemas para irse solo.

Pese a todo, lo imprevisto nos rodea a todos y en plena grieta de el cañón de Blue John (Utah) en una semana de mayo del año 2003, una enorme roca de unos 90 kilos se le cayó encima atrapándolo en el interior de la grieta. La roca fue a parar encima de su antebrazo derecho que lo atrapó contra la pared sin dejarle escapar. Al principio cogió su navaja multiusos y empezó a rascar la roca para ver si podría salir de allí de inmediato. Cuando vio que eso no conducía a nada se esmeró algo más y fue consciente que le llevaría horas poder escapar de esa trampa. Pero no conseguía nada, la navaja era mala a más no poder (dice que se la regalaron al comprar una linterna de 15$, que la buena suiza no la encontró) y la roca no se movía. Poco a poco se fue dando cuenta que salir de allí no iba a depender de él. Saldría cuando pasara alguien cerca de donde se encontraba y lo descubriera mal herido, pudiendo avisar a un equipo de rescate. Era cuestión de tiempo. Pero, precisamente, eso era lo que no tenía, tiempo. Tiempo y agua (por no hablar de la comida). Además, se encontraba en una zona realmente aislada y en una grieta semi escondido. Para colmo, no dijo a nadie donde había ido con lo que sus familiares no sabrían por dónde buscar cuando no apareciera.

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No quiero imaginarme los sudores fríos que debieron caerle en ese momento a Aron… ¡la angustia debió ser tremenda! Pasaban el tiempo y las horas se convertían en días. Sin apenas agua, bebiendo su propia orina y sin dormir en condiciones, se encontraba al borde de la muerte. Estaba convencido que moriría allí y grabó con su navaja en la rocosa pared su nombre, su fecha de nacimiento y la supuesta fecha de su muerte. Pero en ese momento decidió que no quería morir. Que no era su momento. Que su fuerza por vivir tenía que ser mayor y que no se rendiría. Medio deshidratado y un tanto trastornado por la situación y las horas sin dormir tomó la más dura decisión de su vida: amputarse el antebrazo que le impedía escapar de allí.

Cualquier ser humano en su sano juicio consideraría algo así una verdadera locura (o proeza, llámese como quiera). Pero Aron era un luchador y haría lo que hiciera falta. Meses más tarde dijo que cualquiera de nosotros lo haría, que no subestimemos las ganas de vivir y de estar rodeados de los que más queremos… Ni corto ni perezoso, sin medios para poder amputarse el miembro, se hizo un torniquete en el brazo para cortar la circulación hacia su mano. Entonces empezó con lo más fuerte: haciendo palanca contra la piedra se rompió los huesos para luego hacerse un corte lo suficientemente profundo que le permitiera cortarse los tendones, que fue precisamente lo que hizo. Desde luego, por mucha deshidratación, sueño, cansancio y locura que llevara encima, algo así debió dolerle cosa mala, como él mismo explica: “Abrí un agujero grande en mi brazo hasta que pude sentir las fibras musculares y empecé a cortarlas violentamente. El dolor era constante como el que sientes cuando te pillas el dedo con la puerta del coche, un dolor que surgía de lo más profundo de mi alma. Mi sangre se desparramaba por todo el cañón, pero lo único que pensaba era: ¡Menuda anécdota le voy a contar a los colegas!”.

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Cuarenta minutos fueron lo que necesitó para llevar a cabo tan espeluznante tarea. Una vez estuvo libre emprendió la marcha, no sin antes inmortalizar el momento mediante una foto (un poco guasón si que es el amigo Aron). Una vez se puso en marcha, aun seguía estando en peligro pues perdía sangre peligrosamente y el dolor hacía que peligrara el estar consciente. Tuvo que bajar un barranco de 20 metros de altura para luego volver a donde estaba su camioneta y en ella su teléfono móvil, a 13 kilómetros de donde se encontraba. Bajo el sofocante y abrasador sol del mediodía, Aron caminó hasta que se cruzó con una pareja que, horrorizados y sin saber cómo reaccionar, le dieron agua y galletas y avisaron rápidamente a las autoridades que enviaron un helicóptero en su búsqueda siendo trasladado de inmediato a un hospital con pronóstico grave. Las autoridades del parque recuperaron su brazo atrapado en la roca y lo incineraron dándole las cenizas a Aron que fue a depositarlas en la misma roca que lo atrapó.

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A día de hoy, Aron Ralston sigue haciendo prácticamente lo que hacía antaño pese a que cuente con una sola mano. Sigue escalando, le encanta ir de senderismo y no hay caminata que se le resista. Ha hecho grandes logros, incluyendo una expedición de 2008 al subir el Ojos de Salado y el Monte Pissis, en Argentina. En el 2005 se convirtió en la primera persona en escalar todas las montañas de Colorado de más de 14.000 pies de altura en solitario en el invierno, un proyecto que comenzó en 1998 y que reanudó después de su accidente en Blue John Canyon. En 2008 escaló solitariamente Denali. En 2009 dirigió una expedición con sus amigos en el río Colorado a través del Gran Cañón, y subió al Monte Kilimanjaro.

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Tras su incidente escribió un libro autobiográfico contando su aventura titulado ‘Between a rock and a hard place’, en el que intercala capítulos sobre el suceso con otros pasados para entender mejor lo que vivió allí arriba. Sin duda su valentía y osadía siguen dando sus frutos aunque eso sí, ahora siempre dice mediante una nota, una llamada o un mensaje donde podrán encontrarlo en caso de no aparecer. Lección aprendida.

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