Un gran artículo de Rubén Uría, creo que analiza bastante bien lo que pasó ayer. Fu un gran partido, hace tiempo que el Clásico no estaba tan interesante.
Muere otro día
El peor Barça en años caminaba, de victoria en victoria, hacia su supuesta derrota final. Sin norte ni actitud, con la presunta traición al estilo a cuestas, lo que quedaba del legado de Guardiola parecía dispuesto a ingresar en camposanto. Muchos se recreaban con las letras de su esquela y el color del ramo de flores que iba a adornar su nicho. El sepulturero habitual, experto en adelantar éxitos como modo de garantizar fracasos, había sido testigo de la extremaunción del moribundo y tenía el champán enfriándose en la nevera. Enterrador legendario, el Real no suele dejar escapar oportunidades si pasan por el quicio de su puerta pero, caprichos del destino, el condenado a muerte esquivó su sentencia de muerte. Y el sepulturero-favorito acabó enterrado en la misma fosa que, en mitad de un desierto perdido, como en las películas del hampa, había cavado con sus propias manos.
Los restos mortales culés iban camino de un epitafio lapidario hasta que dos enanos mortales convirtieron al sepulturero en condenado y al condenado, en verdugo. Iniesta avisó en la ida que su equipo debía ser valiente. Él predicó con el ejemplo, levitando sobre una cruz de navajas, hasta liderar a su equipo. Del resto se encargó el diez de dieces, Messi. Ese señor que dicen está acabado, que vomitó tres goles y potó un puñado de pases estratosféricos. Sí, ese tipo que se ha pasado lesionado dos meses largos y que, lejos de su nivel, sólo lleva dos tantos menos que Costa y cinco menos que Ronaldo. Aún quedan nueve fechas, mucha tela que cortar.
Iniesta & Messi Demoliciones SA imponía su ley y sin oposición digna a su altura, conseguían que no fuera serio ese cementerio. Sus fiscales, recortada en mano, tendrán que aplazar los fusilamientos. El Madrid, que se adivina fuerte con los débiles y débil con los fuertes, acabó siendo víctima de su ansiedad y acabó en el kilómetro cero del pasado curso: quejándose del árbitro, culpando al empedrado y enarbolando la bandera de una conspiración en su contra. Ramos, chistoso, entonó una plañidera arbitral. Cristiano, aún más gracioso, optó por denunciar un presunto complot contra los intereses del Madrid. Desde que lleva un tiempo aquí, se entera de cosas, dice. El caso es que el Real, sobrado de calidad y batería de fuego, que pudo haber ganado de haber tenido más puntería cuando tuvo al rival inerte entre sus brazos, escogió hacerse la víctima mientras que el Barça, con la vena marcada, gritó bien alto que prefería morir otro día.
El Madrid, con todo a favor, tuvo que conformarse con ver cómo Iniesta y Messi, Messi e Iniesta, bailaban, una vez más, sobre su tumba. Ambos hacían líder al Atlético, ese equipo que antes pedía respeto en prensa y ahora se lo gana en el campo. Ese equipo que tiene un capitán como líder natural, que sabe qué camiseta lleva y a qué gente representa. Ese equipo al que los falsos profetas llevan 29 jornadas repitiéndole que se iba a desinflar. Ese equipo que ya no es un cementerio indio. Ese equipo que ha conseguido que el personal vuelva a enterarse de que, como decía Andrés Montes, algo se mueve al sur de la ciudad.
Rubén Uría / Eurosport